Indigencia se transforma en problema de seguridad
Están prácticamente por todas partes. En los parques, por fuera de tiendas, bancos, iglesias, casas abandonadas y también en cruceros. Son las personas en situación de calle, también llamadas indigentes.
Hay quienes son migrantes que van de paso, otros que fueron deportados y ya se quedaron aquí pues por diversas situaciones no han podido volver a su lugar de origen, también están quienes tienen problemas de drogas o mentales.
Esto pasó de ser un problema social a uno de seguridad, pues hay quienes cometen actos vandálicos y agreden a transeúntes o comercios. Las personas con algún problema mental suelen protagonizar situaciones incómodas a plena luz del día, como hacer sus necesidades a la vista de todos o deambular por las calles casi desnudas.
Ramón Bracamontes, quien tiene 19 años con negocio de paletas y aguas frescas en el área del Parque Madero, relató que constantemente se registran robos en el lugar.
Mencionó que en ocasiones las personas en estado de indigencia han agredido a transeúntes que pasan por el lugar, así como han robado macetas y sillas del hogar de su madre, el cual está situado por el área.
“Esto nos afecta mucho, hay veces que quieren entrar y los tengo que sacar del negocio, hay mucho vandalismo, roban a comercios, agreden a ciudadanos”, indicó.
“Hay un muchacho que siempre pasa y les pega a las muchachas y ya se lo han llevado varias veces pero a los días vuelve a andar en las calles, por eso no acaba el problema”.
El comerciante dijo que tras cada acto vandálico originado por indigentes que se encuentran alcoholizados, drogados o alterados de sus capacidades mentales, los vendedores realizan el reporte a las autoridades.
Tal situación ha originado una gran molestia entre locatarios, señaló, pues tras uno o dos días vuelven a observar a la persona sin hogar deambulando por las calles en estado inconveniente.
“Siempre ha sido igual y ya hay varios que están identificados, es que se necesita una casa de hogar para toda esa gente, que estén ahí encerrados porque Dios guarde, hay muchas veces que agreden y nos da coraje, claro que enoja”.
CONSIDERABLE AUMENTO
Desde siempre ha habido indigentes, considera Gerardo Medina, propietario del Café Cele, sin embargo a últimas fechas han proliferado.
“Años atrás eran bien identificados, eran tres, cuatro, cinco, ahorita no”, señaló, “andan grupos de 3, 4 nada más... pero se ven 20, 30 (indigentes)... en la mañana cuando vengo veo temprano bastantes indigentes veo por todo el Centro, como que se incrementó sobremanera la indigencia aquí en Hermosillo, de unos 5 o 6 años tal vez, no hace ni tanto”.
MÁS TARDAN EN LLEVÁRSELOS
Jorge Martínez, guardia del Mercado Municipal de Hermosillo, señaló que los locales situados al exterior del lugar son los más afectados ante la incidencia delictiva originada por personas sin hogar que transitan por el Centro de la ciudad.
Relató que desde hace poco más del año, los locatarios forman parte de la Policía de Proximidad, programa de la dependencia mediante el cual los elementos dan un número telefónico para acudir con mayor rapidez en caso de registrarse un problema.
“Sí atienden rápido en dos minutos, pero es que los vagos salen muy rápido y vuelven a lo mismo”, expuso.
Así, cada quien tiene una anécdota relacionada con personas en situación de calle, desde quienes sólo piden alimento, hasta los que de manera violenta tratan de obtener recursos para alguna de sus adicciones.
Los más conocidos por todos en el Mercado
De entre los visitantes puntuales que Gerardo Medina tiene en el Café Cele, hay tres que son muy populares entre comerciantes del Mercado Municipal.
“El Macario”, “El Bebé” y Martín “El Chupacabras”, son tres personas en situación de calle que llegan de madrugada al lugar por su café y un pan.
Él es de los comerciantes que tiene su negocio al interior del Mercado Municipal y que asegura no ha tenido graves problemas con los indigentes, aunque sí ha sabido de comercios que tienen problemas por esa causa.
“Hay muchos tipos de indigentes, los que son migrantes por ejemplo, ellos vienen de pasada y no tienen un lugar dónde estar, están los que tienen problemas de drogas y los que están mal de sus facultades mentales, obviamente tenemos problemas con algunos, no con todos”, señaló.
“Hay gente que se acerca y te pide ayuda de alguna manera”, dijo, “los ves tanto que ya sabes a los que realmente están pasando una situación difícil una situación de calle o a los que nada más quieren para comprar droga o para seguir emobrrachándose,
“Un pan, un café o algo (es lo que le piden)”, comentó.
“He sabido de comercios que sí han tenido problemas, de compañeros que sí han tenido problemas, pero aquí en lo particular no”, aseguró.
Madrugan por su café
Hay algunos que son los más conocidos entre los comerciantes.
“Está ‘El Macario’, él es un señor que viene todas las mañanas, aquí el damos su café, está ‘El Bebé’, es un indigente que es homosexual, todos le dicen así pero de cariño, trae el pelo largo, aquí viene por su café también todas las mañanas.
“Está el Martín, ‘El Chupacabras’, ése sí es dañisto de ése sí se han quejado otras personas”, comentó.
“Martín es mechudo, usa barba, y también es muy madrugador, pues llega muy temprano entre las 5 y 6 de la mañana. “Como que se levanta muy temprano a hacer daño, luego viene aquí al café, pero aquí no hace daño, se la lleva bien con todos”.
Muchos simulan no verlos al pasar, pero están ahí
Camina sorteando los autos por la Elías Calles. Con un par de lo que alguna vez fueron tenis blancos, una chamarra, un pantalón roto que evidencia la falta de ropa interior y en sus manos como un preciado tesoro una bolsa con desperdicios de alimentos, su comida.
Sus manos negras, sus uñas largas. Habla incoherencias sentado en cuclillas mientras estira su brazo y abre la mano para pedir dinero. Escupe con frecuencia el piso.
Nadie sabe su nombre y tampoco su historia a pesar de verlo todos los días, ya que resulta difícil entablar una conversación con él.
Pasan frente a él señoras con sus hijos, hombres, mujeres, estudiantes... quienes lo miran con miedo y desconfianza, si es que voltean a verlo porque hay otros que simplemente fingen no verlo.
Está en Elías Calles y Matamoros, el termómetro marca 35°C. Unas jóvenes le compran una horchata con hielitos que acepta, hace unos ademanes y sonríe. Saca un pan de la bolsa donde hay cáscaras de fruta y empieza a comer. Sonríe de nuevo; pareciera que a pesar de todo, para él fue un buen día.
A sólo unos metros, en la misma acera, una mujer descalza, con una bata veraniega en buenas condiciones, el cabello canoso recogido está sentada en la esquina con enormes bolsas de plástico negras a los lados. A todo el que pasa frente a ella le estira la mano.
Habla “de corridito” solicitando ayuda.
Contraesquina pasa rápidamente un hombre con unas bolsas en la mano. De cabello enmarañado y barba desaliñada trae un zapato de vestir en un pie y uno deportivo en el otro, sus pantalones son harapos. Se aleja hablando solo.
Fueron sólo 10 minutos en una esquina del Centro de la ciudad. Así de fácil es encontrarlos.
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