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El Centro de Hermosillo mantiene vivo el “sabor” de la nostalgia con el Kiosko Fina

El Kiosko Fina fue punto de reunión en el Hermosillo “del ayer”, y hasta hoy, sigue deleitando a los comensales que no olvidan aquel sazón.

El Centro de Hermosillo mantiene vivo el “sabor” de la nostalgia con el Kiosko Fina

HERMOSILLO, Sonora.- Kiosko Fina nació hace 60 años en el Centro de Hermosillo, cuando el matrimonio formado por Mario Alatorre y Lupita Castañeda buscaban una oportunidad para salir adelante junto a sus hijos; en ese momento, no se imaginaban que su negocio se iba a convertir en todo un ícono para la ciudad y un legado de recuerdos y experiencias.

Me siento muy contenta, muy feliz, de que el negocio sea parte de los íconos de Hermosillo; me llena de orgullo porque se convirtió en un referente sentimental, histórico y culinario de la ciudad, aun cuando mi familia no es de Hermosillo, ya que mis papás son de Culiacán, Sinaloa”, expresó conmovida María Alatorre, la hija menor del matrimonio.

BUSCANDO UNA OPORTUNIDAD

Kiosko Fina nació el 24 de febrero de 1964, luego de que Mario y Lupita emigraran de Sinaloa en busca de una mejor vida para su familia.

Y aunque su plan era llegar a Tijuana, cuando pasaron por Hermosillo se quedaron en casa de unos parientes políticos de la familia para descansar, sin imaginar que ese sería el inicio de uno de los capítulos más importantes de su vida.

Aquí en Hermosillo vivía una familia formada por un hombre español, Enrique Pradas, y su esposa, Guadalupe de Pradas”, relató Graciela Alatorre, hermana de María, “ella era una prima política de mi abuela, por parte de su esposo, y mis papás hicieron una parada con ellos para descansar.

“Venían ellos, mi abuela, mi hermana Lupita y yo, de apenas dos meses”, continuó su historia, “Enrique Pradas tenía un café muy famoso, Café Pradas, y le dijo a mi papá: ‘Mario, ¿por qué no te vas a Tijuana y ves como está la cosa?; si ya te acomodas, te devuelves y te las llevas (a su esposa e hijas)’”, explicó.

Su padre decidió hacerle caso y Lupita, madre de Graciela y María, se quedó con el matrimonio Pradas, apoyándole con la comida y las tareas del hogar.

A lo largo de los años, muchas personas crearon recuerdos de convivencia y amistad en las diferentes sucursales de Kiosko Fina, alrededor
de cuyas mesas se reunían para disfrutar platillos tradicionales. FOTOS: ESPECIALES

¡ALGO NUEVO!

Cuando su padre regresó, convencido de volver a Sinaloa ante la falta de oportunidades, Enrique le propuso poner un negocio de venta de comidas en la capital de Sonora.

Mi padrino le dijo: ‘¿Por qué no te quedas y pones un negocio de comida?’; y mi papá le preguntó: ‘¿De comida? Si yo no sé cocinar…’, y le dice mi padrino: ‘Pero tu mujer sí, tiene muy buena sazón’.

“Ese mismo día lo llevó con la señora Fina Mazón, que tenía el Estacionamiento Fina en la (calle) Serdán, y ahí había un como tipo ‘food truck’. Le dijo que les interesaba rentarlo y la señora Fina le dijo luego, luego que sí, porque ya lo conocía”, relató.

Sorprendentemente, desde el primer día que abrió el negocio inició con el pie derecho, pues gracias al desfile del Día de la Bandera lograron vender todos los productos que hicieron para el primer día de venta, teniendo una maravillosa ganancia de 60 pesos durante su apertura.

“El día que abrieron, un 24 de febrero, como los desfiles pasaban por la Serdán abrieron y se les acabó todo temprano, entonces desde el primer día empezamos con el pie derecho, era un dineral, vendieron 60 pesos y en casi puras aguas se le fue todo, pero mi mamá recuerda que se pegaron una cansadota”, contó entre risas María.

DELICIAS ATEMPORALES

El primer platillo que llegó para quedarse fue el picadillo de res, el muy copiado, pero nunca igualado; también la pierna de puerco, que se fue modificando como barbacoa de puerco; la barbacoa de res, que una fusión entre sonorense sinaloense; el chilorio fue un producto que fue firma del Kiosko Fina también, y los frijolitos, que no podían faltar”, describió el menú.

Con el tiempo, cuando María, Graciela y sus hermanos comenzaron a tomar las riendas del negocio, llegaron los molletes, las quesadillas y hasta hicieron productos veganos, siendo un total de 40 años los que sirvieron a la población en sucursal, prácticamente toda la vida de los hijos del matrimonio que lo fundó.

“Recuerdo que mi mamá me ponía en la tarde a jugar limpiando frijol, preparando refrescos… se hacían aguas de tamarindo, de horchata.

“Ya más grandes, nomás llegaban las vacaciones era de ir a chambearle”, relató María.

Y aunque con el cierre de la sucursal matriz, ubicada en la Serdán, el negocio continuó en otras ubicaciones, antes de la pandemia se cerró la última de ellas.

Aunque fue algo triste en su momento, eso no terminó con la historia del Kiosko Fina, pues hasta la fecha el negocio se mantiene vivo con servicios para llevar y a domicilio, en espera de “renacer” en un futuro cercano, con una nueva ubicación física.

Dicen que hay un mercado que es el mercado del recuerdo y la nostalgia, y sabemos que somos parte de esa nostalgia… que para muchas personas, el Kiosco Fina representa un momento de su vida y es algo maravilloso”, indicó.

Los hermanos Alatorre Castañeda se sienten orgullosos de que el negocio fundado por sus padres forme parte de la historia ciudadana y tradición de Hermosillo. FOTO: LEONOR HERNÁNDEZ

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