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“Una bendición llegar ahí”: Gadiel comparte su experiencia en Casa Guadalupe Libre

El estudiante universitario de 25 años recuerda con cariño los años que vivió en la casa Guadalupe Libre, la cual considera su segundo hogar.

“Una bendición llegar ahí”: Gadiel comparte su experiencia en Casa Guadalupe Libre

HERMOSILLO, SONORA.- Gadiel llegó a Casa Guadalupe Libre cuando tenía 8 años, después de que su mamá falleciera y su padre no pudiera hacerse cargo de él. Aunque en ese momento la casa hogar significaba el peor momento de su vida, hoy dice sentirse afortunado de que Dios y la vida lo hayan puesto ahí.

“A la edad de 8 años yo pensé lo peor, tenía miedo, pero ahora digo ‘es pura bendición’, la gente que conocí ahí son puras bendiciones, y siempre me he sentido apoyado por ellos”, expresó el joven de 25 años.

Gadiel Alejandro Miranda Medina llegó a CGL después de haber pasado por otras casas hogares, donde no podía quedarse por mucho tiempo, debido a problemas de espacio. Siendo tan sólo un niño, recordó haber sentido mucho miedo de estar en un nuevo lugar, sin su familia, y totalmente solo, no sabiendo si podría volver a ver a su padre o a sus hermanos en algún otro momento.

Todos los que nos toca vivir esas cosas quedamos en shock porque no conoces a nadie, los primeros días puede que llores por tu familia porque no quieres estar ahí, quieres estar con ellos, obviamente, entonces sí es un poco feo."

“Por lo menos, en mi caso, cuando llegué no me sentía bien del todo, siempre decía, ‘quiero estar con mi familia, quiero estar con ellos’, entonces como que no te adaptas”, relató.

LA SIENTE COMO UN HOGAR

Fue con el paso del tiempo, el trato de los cuidadores, voluntarios y maestros dentro de la casa, que Gadiel poco a poco empezó a ver en ella un hogar, y se dio cuenta que CGL no era un espacio de espera mientras llegaba su familia, sino parte de ella.

Agarras mucho cariño con la gente que está ahí, a los voluntarios que van, nosotros les decíamos tías, padrinos o así, porque se vuelven parte de tu familia. Incluso aunque yo me salí, ellos nunca han dejado de verme, siempre han estado preguntando cómo estoy, muchas veces apoyándome de diferentes maneras, es un lazo muy fuerte que no se va."

“Recuerdo mucho el arroz con leche de la cena, porque mi tía Coyito lo hacía bien rico, me gustaba mucho salir a jugar futbol y apostar las meriendas, porque me gustaba un chorro, siempre era algo rico, en una temporada nos daban unos conos con cajetas que estaban bien buenos y los apostábamos en las retas para poder comernos dos”, contó divertido.

“Hay mucha gente que va constante, puede ir cuatro días a la semana o cinco, y cuando lo ves, pues te sientes feliz, al menos así fue para mí”.

Fue a los 11 años cuando Gadiel dejó la casa, luego de que su papá propusiera hacerse cargo, por lo que se fugó para poder estar con él. Lo que en ese momento pareció una idea maravillosa, después le costó enfrentarse a otras dificultades, lamentó, pues está convencido de que la vida hubiera sido más fácil si se hubiera quedado en la casa hogar.

“Yo estaba ahí y de repente apareció mi papá; yo sí lo conocía, pero nunca había vivido con él, tenía muchos años sin verlo y para mí fue muy fuerte“, confesó, “en eso pensé ‘quiero ir con mi papá, quiero vivir con él’, y un día agarré mis cosas y me fui sin avisar”

Más tarde me di cuenta de que por algo estaba en Casa Guadalupe, porque mi papá no me podía cuidar, y sólo fueron tres meses los que viví con él. Después, ya por mi lado, con mis hermanos, me quedé con ellos un tiempo y luego ya solo”, contó.

LAZOS QUE PERDURAN

Y aunque fueron sólo tres años dentro de la casa, como toda familia, los lazos jamás se rompieron, las anécdotas y enseñanzas no se olvidaron, y los buenos recuerdos se siguieron formando, al punto que hoy, como adulto, sigue cercano a todas sus tías, padrinos y hermanos que formó en el lugar.

Ayuda saber que hay personas que creen en ti, a lo mejor se escucha raro, pero hay veces que te sientes solo y la verdad sí sirve mucho que ves que hay gente que confía en ti, que te apoya, que te dan ánimo.

“Ellos (tíos de la casa) fueron los que me dijeron que entrara a la carrera, yo quería tomarme otro año para aprender bien inglés, pero ellos me dijeron que entrara, que ellos me iban a apoyar, y cuando quedé todos me felicitaron”, recordó.

Gadiel se siente agradecido por el respaldo que recibe incluso ya siendo egresado.

Cuando voy a iniciar un nuevo ciclo me hablan para ver qué me hace falta, si ya pagué, a veces siento que me ayudan de más, y agradezco un chorro a Dios de ponerlos en mi camino”.

UN JOVEN ADMIRABLE

Leonor Robledo Aguayo, quien es voluntaria desde hace 25 años dentro de Casa Guadalupe Libre, conoció a Gadiel como interno del lugar, y dijo sentirse orgullosa de él, por todo el esfuerzo que ha puesto en la vida.

“A mí Dios me dio y permitió la dicha de conocer a jóvenes como Gadiel porque es un joven que ha sabido aprovechar las pocas oportunidades que se le han presentado y hacer grandes cosas con ellas"

Él estudia, trabaja, tiene una familia, es un joven admirable, con un gran carisma, y por eso siento que la afortunada de conocerlo soy yo. Él ha sido para mí una inspiración en mi vida, y siento un orgullo y agradecimiento hacia ellos por todo lo queme han enseñado”, platicó.

Como otros jóvenes egresados de Casa Guadalupe Libre, Gadiel forma parte de un programa llamado GALE, que significa Grupo de Apoyo para Lupillos Egresados.

MÁS RESPALDO

Esta idea, contó Alma Verónica Weihs Vucovich, también voluntaria dentro de la casa hogar, nació luego de ver que los jóvenes que egresaban por mayoría de edad no siempre lograban salir adelante solos, y requerían seguir siendo apoyados.

“Empezamos a ver que muchos de los jóvenes, una vez que cumplían la mayoría de edad y tenían que dejar la casa, salían adelante por la formación que les dieron, pero otros no.

“Salían asustados y se perdían porque es difícil encontrar trabajo y seguir estudiando, más cuando no tienes apoyo por fuera, porque aunque muchos sí tienen familia, generalmente no regresan con ellos, y eso los hace vulnerables”, explicó.

Conscientes de que este era un nuevo reto a enfrentar, Victoria, Leonor y otras voluntarias decidieron hacer una base de datos con el registro de los jóvenes que habían salido de la casa, sus direcciones y cómo encontrarlos, para empezar a tener un contacto más estrecho con todos ellos.

“Empezamos como a otorgar dos o tres niños a cada tía, porque aunque todas estamos pendientes, queríamos que tuvieran un contacto más directo a dónde ir, y que sintieran el apoyo de alguien que está ahí para ellos”, dijo.

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