Hermanos salen de las calles de Hermosillo... para encontrar un hogar
Daniela Rodríguez y su hermanito hallaron en la Casa Guadalupe Libre un lugar seguro
HERMOSILLO, Sonora.- Desde que tenía 9 años, Daniela Rodríguez conoció la vida en las calles de Hermosillo, donde pasó gran parte de su infancia y adolescencia una vez que falleció su madre, no fue hasta los 16 años que decidió ser interna de Casa Guadalupe Libre, siendo para ella el momento en que cambió su vida, y descubrió que quería un futuro diferente.
Mi mamá murió cuando yo tenía 11 años, mi hermano menor tenía 2. Se incendió la casa en que vivíamos y mamá se quemó el 85% de su cuerpo, entonces a partir de ahí, pues mi hermano y yo nos quedamos solos.
“Sin embargo, mi vida en la calle empezó antes, yo desde tercero de primaria empecé a andar en las calles para ayudar a mi mamá, yendo al mercado Francisco I. Madero a juntar las verduras que tiraban de ahí, aprendí a pedir dinero para regresarme en camión, me iba al VH, a Ley, a hacer malabares en los cruceros, y ya que juntaba algo me devolvía con mi mamá y mi hermanito”, explicó.
En ese proceso, Daniela empezó a conocer a muchas de las personas que trabajaban en DIF, Unacari, o la Policía Municipal, ya que solían detenerla constantemente debido a sus actividades fuera de la escuela.
Para ella, era normal escaparse cada vez que eso sucedía y volver a su hogar, o a pedir dinero a los cruceros, no fue hasta que su madre falleció que ya no tuvo a donde volver, y las alcantarillas empezaron a ser su refugio.
En DIF ya me conocían muy bien, era muy conocida porque constantemente me agarraban trabajando en la calle, entonces en cuanto supieron la noticia que falleció mi mamá fueron y nos recogieron a mi hermano menor y a mí.
“El primer lugar que llegué fue Ciudad de los Niños, y había una primaria enseguida donde me metieron a estudiar, entonces un día cambié los libros por ropa, me subí al camión y me fui, así empecé a vivir ya al 100% en las calles”, relató.
SE ESCAPA
Su hermano menor, quien en ese momento apenas tenía los 3 años, se quedó con el mayor de sus hermanos, que vivía en Agua Prieta. Aunque al inicio le ofrecieron la misma opción a Daniela, ella tenía mucho resentimiento hacia él y también se escapó.
Sorpresivamente, su hermano mayor murió de un derrame cerebral pocos años después, y el más pequeño volvió a quedar sin familia. Daniela, quien ya conocía los peligros de vivir en la calle no quiso lo mismo para él, y acudió por sí sola a Casa Guadalupe Libre a pedir ayuda.
“En la calle vives muchas cosas, entre ellas obviamente son las adicciones; yo tuve un proceso de adicciones, viví violencia, tanto con los mismos compañeros porque eran grupos que andaban en las calles, como con personas adultas, de la sociedad, que muchas veces se quieren aprovechar cuando ven un niño vulnerable.
Como Casa Guadalupe ya estaba formada, ya tenía sus niños y así, entonces yo hablé y les comenté que si mi hermano podía estar ahí porque yo sabía que iba a ser algo mejor para él, y sí, gracias a Dios lo recibieron desde los 9 años, y se quedo ahí hasta que cumplió la mayoría de edad”, platicó contenta.
Como muchas de las personas que trabajan en Casa Guadalupe Libre en ese momento habían trabajado antes en DIF, u otras instituciones de asistencia, la mayoría conocían perfectamente el caso de Daniela.
UNA GRAN OPORTUNIDAD
Fue por esa razón, que aunque Casa Guadalupe Libre es una casa hogar exclusiva de varones, vieron la opción de permitirle a Daniela quedarse con su hermano, y terminar sus estudios de secundaria y preparatoria, siendo la primera y única interna mujer que ha tenido la institución.
Cuando tenía 16 años me dieron la oportunidad de quedarme en Casa Guadalupe con mi hermano, no vivía en la misma parte que él, yo tenía una casita aparte de ellos, pero si comía con mi hermano, ayudaba dentro de la casa, tenía que ir a mi escuela, y me gustó.
“Sí fue difícil, porque bueno, eran puros niños, yo antes de eso no tenía una rutina, era lo que en la calle pudiera hacer, pero ahí estaba mi hermano, y él era todo para mí; sí me sentía un poco extraña, la verdad.
“Cuando algo me ganaba me iba a la imagen de la Virgen que está en la parte de enfrente, y ahí me quedaba horas, viendo las estrellas, porque fue todo un proceso de adaptación”, confesó.
Fue a través del cuidado y cariño de los voluntarios, maestros y personal de la casa, que Daniela encontró en la institución, un verdadero hogar, el refugio que nunca encontró antes en las calles, y decidió quedarse ahí hasta los 19 años.
MUY AGRADECIDA
Hoy, con 40 años, cuatro maravillosos hijos, y un trabajo que le permite proveer a su familia, manifestó que jamás podría haber logrado lo que logró sin haber vivido esos años en Casa Guadalupe Libre.
Fue en ese lugar, y con el amor de todas sus “tías”, que Daniela aprendió a convertirse en mujer, a entender quién quería y podía ser, y hoy mismo replica todas esas enseñanzas con sus hijos, para que jamás vivan lo que ella vivió en las calles de la ciudad.
Yo siempre digo que mis hijas son indirectamente parte de Casa Guadalupe porque cuando fui mamá dije, ‘qué voy a hacer’, pues a practicar todo lo que aprendiste, practicar todo lo que te dijeron, todas las posibilidades que tenemos para salir adelante y todo eso que me inculcaron ahí lo enfoqué en ellas.
“Por eso digo que ellas, indirectamente son parte de ahí, porque fue en Casa Guadalupe donde me enseñaron el cariño, el respeto, el trabajo, la dedicación, y eso es lo que siempre he transmitido hacia mis hijas; ellas conocen perfectamente Casa Guadalupe Libre, saben lo que hicieron por mí, y en mi familia se ha creado un gran cariño hacia ellos”, expresó.
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EL CARIÑO DE SUS “TÍAS”
Y aunque Daniela y sus hijos no tienen muchos familiares directos, fuera de su hermano menor y hermana mayor, jamás se ha sentido sola, ya que las “tías” de Casa Guadalupe siempre han estado pendiente de ellos.
Contenta, compartió que cada vez que sus hijas tienen un logro o dificultad, ellas la llaman para felicitarla o ayudarla, convirtiéndose en una verdadera familia y respaldo en sus vidas.
Daniela dijo sentirse realmente afortunada de esta oportunidad, pero desea que más niñas allá afuera puedan tener la misma ayuda, que más espacios como Casa Guadalupe Libre abran sus puertas a menores, pero también niñas que necesiten ayuda, y que lo que ella vivió en las calles, jamás tengan que ser la realidad de otro niño más.
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