Conserva Benigna tradición del tejido en Masiaca
Es una de las dos últimas tejedoras de lana de borrego en el Sur de Sonora

NAVOJOA.- A sus 85 años de edad, Benigna Rodríguez Moroyoqui, de 85 años de edad, mantiene vivo un arte que se ha transmitido por generaciones en su familia: El tejido de lana de borrego, un oficio que está en riesgo de desaparecer.
Con paciencia y maestría la habitante de la comunidad de Masiaca, al Sur de esta ciudad, entrelaza los hilos como quien entreteje la historia y la cultura de su pueblo; es una de las últimas tejedoras de lana de borrego en la región y la única que realiza todo el proceso artesanal desde la crianza de los animales hasta la elaboración de las piezas finales.
La artesana tiene nueve borregas que han sido criadas con esmero en su hogar. Estas borregas no son sólo animales, sino el legado de sus ancestros, pues descienden de los rebaños que pertenecieron a sus abuelos, compartió la artesana.
Junto a sus nietos, Juan Diego García y Antonina Lizeth García, Benigna sigue la tradición que aprendió de su madre y su abuela, preservando un oficio que hoy está en peligro de desaparecer y que es con el que se ganan el sustento diario.
Diego, de 33 años de edad y quien aprendió de su abuela desde los 11 años este oficio, explicó que el proceso artesanal comienza con la esquila de las borregas, un trabajo que se realiza con cuidado para obtener la mejor lana posible. Luego, la lana se limpia con agua y se tiñe con pigmentos naturales que obtienen de plantas como el San Juanico, un recurso que han aprendido a utilizar desde tiempos inmemoriales.
Después la lana se hila y se teje hasta transformarse en cobijas, zarpas y otras piezas únicas que encierran siglos de historia pero que por desgracia son poco valoradas por algunas personas de la localidad.
APRENDIÓ DE VER
Benigna, quien sólo habla su lengua materna (mayo), recordó cómo de niña observaba a sus mayores realizar este trabajo. Con el tiempo, ella misma se convirtió en una experta en el oficio, utilizando herramientas heredadas, como su sasapayeca, una estaca de madera que ha pasado de generación en generación y que lleva más de 100 años en su familia.
En su vivienda, el aroma de la lana recién teñida y el sonido de los hilos al entrelazarse crean un ambiente lleno de tradición. Para Benigna, cada pieza que elabora no sólo es un producto artesanal, sino una expresión de identidad y resistencia cultural.
A pesar de los cambios en la sociedad y la disminución de personas interesadas en aprender este arte, ella sigue enseñando a sus nietos con la esperanza de que la tradición continúe.
Sus nietos destacaron que su abuela es la única en el Sur de Sonora que trabaja con la técnica conocida como telar de estaca, un método ancestral que requiere precisión y paciencia. Desde la crianza de las borregas hasta la pieza final, cada paso es realizado con dedicación y amor por su herencia.
POCOS JÓVENES
Diego expresó con orgullo lo que significa aprender de su abuela.
“Son pocos los jóvenes que se interesan en este oficio, pero nosotros queremos seguir con su legado. Aunque a veces las piezas no son tan valoradas por algunos, sabemos que es un trabajo único y especial”, mencionó.
Antonina Lizeth García Rodríguez explica que el precio de las artesanías varía según sus características, pero generalmente cuestan desde 300 pesos. Sin embargo, son los extranjeros quienes más aprecian y compran estas piezas, reconociendo su valor cultural y artesanal.
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