Un tesoro natural apreciado y protegido
Los primeros en disfrutar la belleza y vasta riqueza ecológica de la Sierra de Álamos y Río Cuchujaqui son sus pobladores, quienes se han convertido en los últimos 8 años en los principales defensores de esta área protegida.
Las comunidades de Álamos como La Labor de Santa Lucía, Güirocoba, Choquincahui, Munihuaza, El Sabinito Sur, Santa Bárbara, Tetajiosa, La Aduana, Cochibampo y Tescalama no sólo observan, también trabajan para conservar el ambiente con proyectos productivos y sustentables en conjunto con los técnicos e investigadores de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Ciudan región del fuego
Los incendios forestales son un gran riesgo para la región y los habitantes de la comunidad La Uvalama tienen una brigada para prevenirlos y combatirlos.
Cada año, en abril, previo a la temporada de incendios se reactiva la brigada “José Juan Contreras Gastélum”, mejor conocida como “Los amarillos”, un grupo de 10 personas entre 18 y 57 años de edad con 5 años en promedio de experiencia que de forma valerosa combaten las llamas en la Sierra de Álamos y su zona de influencia.
“Ellos (los brigadistas) reciben capacitación por parte de la reserva, por parte nuestra y también han sido capacitados por Conafor, es una brigada certificada por Conafor, aparte la experiencia que ellos han obtenido en campo”, explica Blanca Xóchitl Acosta, técnico operativo y responsable del área de vigilancia de la reserva, que está a cargo de la brigada contra incendios.
Cuando hay fuego, los brigadistas caminan de tres a cinco horas, instalan un campamento en la parte alta, una zona fría alejada del incendio, donde se les provee de víveres con animales de carga; se dividen en equipos y combaten las llamas sin mucha protección y tecnología.
“Es difícil porque andas arriesgando tu vida, das todo por la naturaleza, es una zona muy riesgosa, trabajamos con dos o tres litros de agua nada más porque no podemos cargar mucho peso por el trabajo que realizamos, es pesado, la herramienta pesa y pues el lonche, porque se tiene que traer lonche para sobrevivir ese día.
“Lo único con lo que contamos es con la camisa de algodón, nomás como para que te detenga un poco el calor y si se te prende no se te pegue en la piel para que al auxiliarte se te pueda quitar fácil la camisa, pero no tenemos prendas especiales en incendios porque son muy caras y el presupuesto que llega es muy bajo”, contó Juan Ramón Mendoza Contreras, analista técnico de la Conanp, miembro de la brigada y uno de los responsables de actuar frente a un incendio forestal, ya sea natural o provocado.
Hacen del agua su aliado
En este rincón del Sureste de Sonora han logrado conservar la naturaleza y al mismo tiempo producir porque a través de subsidios, la Conanp apoya a los pobladores para desarrollar programas de conservación.
En Güirocoba, cada año se ofrece un programa de empleo temporal en el que cuadrillas de 20 personas caminan por los arroyos cercanos al ejido y sus siembras para construir las retenidas, obras que funcionan como una especie de presa, sólo que éstas no detienen el agua, simplemente le quitan fuerza y retienen la tierra para fortalecer el suelo.
“Las retenidas son muy importantes, ya que con ellas, se disminuye el desgaste natural del suelo, evitando la pérdida de materia orgánica y minerales que son esenciales para que la tierra sea productiva”, dice Felipe Duarte, responsable del proyecto.
Destacó que hay aguajes, como les llaman a los lugares donde todo el año hay agua y con las retenidas se regenera el lugar, se genera agua potable porque está filtrada y alrededor nace flora y esto también es benéfico para los animales como el venado, el conejo, la liebre y otras especies porque donde hay agua, hay alimento y ayuda a la reproducción.
Siembra orgánica del maíz
De regreso en Munihuaza, otro de los proyectos que ha funcionado para la conservación de la reserva, además de generar un importante avance en la comunidad, es el programa del maíz criollo, siembra que merece un especial reconocimiento por ser 100% orgánico.
En esta labor está la familia Bojórquez Valenzuela, que con la intervención de la Conanp, ha comprendido la importancia de evitar el uso de químicos en las parcelas, ya que esto genera contaminación y hace que se coseche un maíz diferente.
Con un arado jalado por dos caballos, “una máquina de doble tracción”, como bromean los agricultores, hacen surcos a través de todo el campo de siembra.
Después un joven sigue el camino dejando caer semillas de mazorca y cubriéndolas con tierra fértil.
El resultado es el maíz criollo y completamente orgánico que venden en su comunidad o para los visitantes, que disfrutan de exquisitos platillos tradicionales.
Ejemplo de reciclaje y limpieza
Las comunidades de la reserva son pequeñas, con 100 a 200 habitantes, lejanas de las tecnologías de avanzada, pero han descubierto el poder del reciclaje para mantener su entorno limpio y aprovechar sus recursos naturales.
Esto fue posible gracias a la capacitación sobre conservación que reciben desde niños hasta adultos, señala Alonso Enríquez Rascón, responsable de educación ambiental.
Los poblados de Güirocoba, La Labor de Santa Lucía y Munihuaza son un ejemplo porque ya hay grupos de promotoras ambientales, mujeres que han aprendido técnicas de reciclaje, hacen productos que venden y que ahora saben cómo aprovechar su entorno.
“Las promotoras tienen otros objetivos, otros sueños, por ejemplo realizar turismo en la comunidad, tener un vivero, varias actividades que beneficiarán su economía y seguirán en conjunto cuidando su lugar su origen”, destaca Enríquez.
Ellas, las promotoras, dicen sentirse orgullosas porque hacen manualidades con objetos reutilizados, tienen un centro comunitario fabricado con botellas de vidrio y plástico, hacen bordados y todo lo que su creatividad les permita.
“Cuando empezaron a venir los promotores de educación ambiental, solicitamos este centro de acopio y gracias a Dios la gente ya está participando. La gente junta la basura y nosotros les damos bolsas”, dijo Amanda Bojórquez.
Los envases aunque nosotros no los ocupemos se los llevamos a otra comunidad”, dijo Amanda Bojórquez Valenzuela, promotora ambiental en Munihuaza.
Gran parte de la basura recolectada es transformada por estas mujeres en bellas artesanías 100% recicladas; canastas, bolsas, floreros e incluso ropa; son puestos a la venta y saben que las ganancias provienen de un proyecto sustentable.
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