Desgasta en Aconchi contaminación del río
A pesar de evitar el uso del agua de los pozos para consumo, tener contacto con el líquido, aunque sea sólo para lavar o bañarse, pudiera haber causado problemas en la piel de algunos pobladores del Río Sonora.
Por fuera de su casa, en el Municipio de Aconchi, Margarita Ornelas Romero muestra sus manos, en las que se observan las marcas de algunas llagas que, según dice, empezó a notar hace dos meses.
Hasta el momento no ha recibido un diagnóstico preciso, pero piensa que esta afectación puede estar relacionada con la contaminación del río, ocurrida el pasado 6 de agosto con el derrame de 40 mil metros cúbicos de lixiviados de metales pesados.
“Yo ya voy para dos meses curándome, ahorita sí las traigo más o menos, pero los días pasados me sangraban las manos y me sangraban los pies”, señaló.
Los poco más de 34 mil pesos que le entregaron del Fideicomiso Río Sonora por los conceptos de toma de agua y afectaciones en salud, afirmó, se le han ido entre pomadas para curarse y garrafones para depender lo menos posible del líquido de los pozos.
Con Margarita viven sus papás, de 89 y 77 años, a quienes procura incluso bañar con agua purificada para que no pasen por el mismo problema que ella.
Al menos una vez cada quince días ella se traslada a Ures para ser atendida por los médicos de la clínica provisional para los afectados por la contingencia, un viaje que implica gastar alrededor de 400 pesos, más el costo de los tratamientos.
Ornelas Romero, de 60 años de edad, compartió que desde muy joven aprendió a trabajar en la cosecha de productos de siembra en los municipios del río, pero desde la contaminación las oportunidades han sido cada vez más escasas.
“Todos nosotros trabajamos en las milpas, ¿y ahorita qué hacemos?”, se pregunta. “Todo perdimos, ya no tenemos trabajo en la cosecha del chile, del cacahuate, del maíz, nada, porque no se puede”.
Acarrea el agua
Aún tiene muy presente lo desgastante que fue para ella acarrear agua y lo difícil que todavía resulta pagar por consumir la de garrafón, por ello, como otros habitantes, está decidida a no saldar los adeudos que tiene pendientes por el servicio del líquido.
“Vinieron los de la patrulla a decirme que si cuánto debía de agua, ‘pues por mi parte’, les dije, ‘yo no debo ni un cinco porque yo no voy a pagar un recibo de un agua en la que no confío’. Un agua que no es confiable yo no la puedo pagar”, sostuvo.
Unos cuantos kilómetros al Sur se ubica La Estancia, localidad del mismo Municipio, en donde habita Antonio Acosta Villa, agricultor que por primera vez hace un año perdió toda su siembra.
De 66 años de edad, Acosta Villa comentó que hasta la fecha no ha recibido nada del dinero del Fideicomiso por el concepto de agricultura, y al contrario, él debió invertir cerca de 9 mil pesos para poder emparejar su tierra y dejarla lista para la siguiente siembra luego de la contingencia.
“Yo no recibí ni un cinco, nada, la tierra la tenía llena de cacahuate, y el cacahuate se empezó a secar porque pararon los riegos, pararon los pozos”, recordó.
Le quedan a deber
Le pagaron 14 mil 500 pesos por su actividad como ganadero, pero por la siembra del cacahuate dejó de ganar unos 50 mil pesos, y no tiene idea de si en el futuro le entregarán el pago que quedó pendiente.
Mientras alguna solución definitiva llega, expresó don Antonio al observar su terreno, no le queda más opción que recurrir a otras alternativas, como ha hecho en el último año “Pues ahí buscándole, vendiendo el becerrito, por aquí y por ahí para seguir adelante con la vida”, externó.
Agricultor desde los 10 u 11 años de edad por herencia de su papá, Antonio Acosta espera el mes de octubre para cosechar el cacahuate; no sabe si se venderá igual que otros años, pero mantiene la esperanza de que la gente recupere la confianza en el producto cultivado en el río.
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