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El Imparcial / Sonora / San Pedro de la Cueva

San Pedro de la Cueva, el pueblo víctima de Pancho Villa

El 2 de diciembre de 1915, este pueblo de Sonora sufrió una barbarie cometida por Pancho Villa y sus tropas.

SAN PEDRO DE LA CUEVA, Sonora.-“Cuando yo era chico, huérfano quedé, los villistas lo mataron y mi padre se me fue. Así vivía en la pobreza, desafiado y sin amor, pero aún me daba cuenta que había perdido lo mejor”, exclamó José Pedro Peñúñuri Núñez, de 77 años de edad, descendiente de una de las víctimas de la masacre en San Pedro de la Cueva.

A poco más de 100 años de haberse registrado uno de los hechos más violentos en la historia de Sonora, ocurrido el 2 de diciembre de 1915, los habitantes de este pueblo ubicado a 157 kilómetros de Hermosillo, tienen muy presente el recuerdo de la matanza de entre 83 y 86 hombres por orden del general Francisco Villa.

En diciembre pasado la Cámara de Diputados declaró “2023, Año de Francisco Villa, el revolucionario del pueblo”.

El decreto fue avalado por 422 votos a favor, tres en contra y 49 abstenciones.

Doroteo Arango Arámbula, conocido mejor por su seudónimo como Francisco Villa, fue un militar nacido en Durango en 1878, que luchó durante la Revolución Mexicana y lideró el ejército de la División del Norte.

Villa es presentado por muchos historiadores como un hombre de carácter fuerte; lo definen como un revolucionario cuya lucha fue dedicada a la defensa de los pobres, enemigo de las injusticias y del régimen constitucionalista.

Y aunque los libros de texto y la historia de México lo consideran como un héroe de la Revolución Mexicana, muchos difieren de ello, especialmente los habitantes de San Pedro de la Cueva en donde la herida permanece abierta, quienes conocen esta triste historia por los relatos y anécdotas de sus antepasados.

Además del asesinato de más de 80 hombres, Villa y su ejército saquearon el pueblo y abusaron de mujeres, quienes a pesar de quedar viudas, tuvieron las fuerzas para salir adelante y sobrevivir luego de esa barbarie.

EL INICIO DE UN INFIERNO

En una fotografía tomada en 1917 aparecen mujeres viudas e hijos huérfanos de San Pedro de la Cueva, dos años después de la matanza de los hombres de ese poblado por órdenes de Francisco Villa. La foto fue cedida al Museo Costumbrista de ese pueblo por familiares de Pedro Calles, según la cronista María Esther Noriega.

Ese 2 de diciembre de 1915, entre 83 y 86 hombres fueron asesinados por Pancho Villa y su División del Norte, luego de que un grupo minoritario de sanpedrinos los recibieron a balazos cuando llegaron al pueblo tras haberlos confundido con bandidos.

Nicolás Pineda Pablos, investigador y coautor del libro “Masacre en San Pedro de la Cueva: 2 de diciembre de 1915”, explicó lo que pudo haber llevado al revolucionario a cometer tan sanguinarios actos aquella mañana, hace 107 años.

Su investigación está basada en relatos escritos que dejaron algunos sobrevivientes, así como testimonios de descendientes directos de las víctimas que fueron fusiladas por Villa a un costado de la iglesia San Pedro Apóstol.

Entre las víctimas está el párroco Andrés Avelino Flores Quesney, quien al tratar de evitar el fusilamiento de hombres inocentes, él mismo fue asesinado por Pancho Villa.

SE ESCUCHAN BALAZOS

Estas imágenes que se encuentran en el Museo Costumbrista representan a las hijas, esposas y madres de los hombres asesinados.

José Pedro Peñúñuri Núñez recordó el testimonio que le platicó su padre Juan Peñúñuri Valencia, quien tenía alrededor de 4 años cuando Villa asesinó a su padre, Pedro Peñúñuri Encinas, frente a los ojos de su familia.

El sampedrino explicó que la masacre de 1915 es un tema que a los habitantes del pueblo no les gusta mucho hablar, pero siempre tienen presentes en sus corazones lo sucedido, pues es doloroso para ellos platicar por lo que pasaron sus antepasados.

Mencionó que cuando tenía 10 años de edad, se enteró que su padre había sido testigo del asesinato de su abuelo Pedro, quien se dedicaba a la agricultura y tenía una parcela en un lugar que le llamaban El Molino, donde también molía trigo en turbinas.

“Entonces él fue a dar una vuelta a la tierra que tenía, pero comenzó a escuchar balazos y dijo: ‘¿Qué será eso? Voy a ir al pueblo a ver qué es’, y en el camino se encontró con gente que ya iba a esconderse y le decían: ‘Pedro, ven, vámonos con nosotros, ya no vayas al pueblo, está poniéndose muy mal, están llegando muchos soldados’”, contó.

Pedro platicó que su abuelo no le tomó mucha importancia a la advertencia de sus vecinos, ya que lo que le interesaba era saber si su familia estaba bien. Además, pensaba que no tenía por qué tener miedo, ya que no había hecho nada y desconocía lo que estaba pasando.

LO MATAN FRENTE A SU FAMILIA

Detalló que cuando su abuelo llegó a su casa, uno de los soldados de Villa comenzó a tirar balazos en la calle, montado en un caballo y advirtiéndoles a los pobladores que no podían irse del pueblo ni salir de sus casas.

“De los chamacos que tenía mi abuelo, el mayor era de 15 años. Entonces, salieron a la calles y agarraron los casquillos que un soldado disparó, pero en eso, entra otro soldado le dice a mi abuelo que de ahí es de donde habían disparado, ya que estaban los casquillos.

Mi abuelo le dijo que no, que eran los casquillos que sus hijos habían recogido. ‘Pues ahorita vas a ver, te voy a llevar con el general Villa’, le dijo el soldado. Y él asustado, se acordó que tenía en el patio una pistola y la quiso ir a agarrar, pero en el corredor lo alcanzó el villista y comenzaron a forcejear”, relató.

Del altercado se dio cuenta otro de los soldados de Villa y desenfundó su pistola para dispararle a Pedro Peñúñuri Encinas, hiriéndolo de muerte frente a su esposa y sus hijos, recuerdo que aún les provoca a los descendientes mucho dolor, platicó conmovido José Pedro Peñúñuri.

Por lo mismo, José Pedro quiso honrar la memoria de su abuelo y su padre, así como de los más de 80 hombres que fueron asesinados en 1915, con un poema inspirado en el dolor de los huérfanos de ese pueblo.

Por su parte la cronista de San Pedro de la Cueva, María Esther Noriega Encinas, comentó que en un escrito que dejó María de Jesús Córdova, una de las viudas sobrevivientes, relataba que las mujeres huyeron río arriba junto con sus hijos y se dirigieron por el área conocida como La Cañada de la Manteca.

“Dejó escrito donde dice que era un lamentar toda la noche. Los niños llorando de frío y de hambre porque desde la mañana habían salido. ‘Nosotros sin hallar qué hacer’, dice, ‘sin ningún hombre que nos pudiera ayudar porque todos estaban presos y sabíamos que otro día iban a morir’”, comenta la cronista sobre el escrito.

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