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Son mujeres mayos guardianas del legado ancestral de su etnia

Se encargan de preservar las tradiciones artísticas y culturales de sus pueblos a través del emprendimiento y la enseñanza

Son mujeres mayos guardianas del legado ancestral de su etnia

NAVOJOA, Sonora.- Las mujeres de la etnia Mayo son auténticas guardianas de un legado ancestral que ha perdurado por generaciones, pues a través de sus artesanías, la gastronomía y su profundo amor por las raíces culturales de su pueblo, desempeñan un papel fundamental en la preservación de las tradiciones que han definido la identidad de sus comunidades, coincidieron representantes del grupo étnico.

Ejemplo de ello es Juana Gámez una mujer originaria de la comunidad de San Pedro Masiaca, quien de manera gratuita enseña a niños y jóvenes la escultura en barro, oficio que aprendió de su abuela.

“Mi mamá, mi abuela y mi bisabuela hacían ollas, platos, tinajas, cómales para el uso personal”, mencionó, “veo que este oficio se está extinguiendo en nuestra comunidad y es por eso que decidí retomarlo”.

El darle la oportunidad a los pequeños de que aprendan la alfarería y que con sus manos acaricien y moldeen el barro es una manera de conectarlos con sus antepasados, dijo, con sus raíces que se resisten a perderse con el paso del tiempo.

Somos mujeres que trabajamos el barro y así como yo aprendí yo les voy a enseñar a mis dos hijas y a los niños que quieran aprender porque es una herencia muy bonita que nos dejó mi bisabuela”, agregó.

Juana tiene su taller en la comunidad de San Pedro en la comisaría de Masiaca ubicada a 50.5 kilómetros del casco urbano de Navojoa a unos 40 minutos en carro por la carretera Federal México 15 al Sur.

Victoria Moroyoqui promueve actividades en beneficio de su etnia mientras emprende en los negocios. FOTO: JESÚS PALOMARES

DEFENSORA DE LA PITAYA

Una defensora incansable de la pitaya se considera María Eudelia Verdugo Mátuz, una mujer originaria de la comunidad de Sirebampo del Municipio de Huatabampo, quien elabora más de 20 productos a base de este fruto.

La mujer de la etnia Mayo creó la marca “Akky Sewa” (flor de pitaya), bajo la que fabrica coyotas de este fruto, entre otros productos, con lo cual se gana la vida pero además es una forma de preservar y dar a conocer la cultura gastronómica de su pueblo.

Gracias a ello, dijo, el sabor de la etnia Mayo ha sido degustado en Europa, Estados Unidos y diferentes partes de la República Mexicana.

La pitaya es parte de nuestra identidad, debemos proteger los pitayales y como mujeres podemos preservar estos recursos y nuestras tradiciones”.

Hace once años que inició con el proyecto, recordó, y hoy su producto que comercializa en diferentes partes de la República e incluso ha llegado a Europa.

Al principio no fue fácil, mencionó, ya que tenía que salir en compañía de otras mujeres de la comunidad a vender su producto en Navojoa, visitando casas y negocios, sin embargo esa estrategia no les dio resultado.

“La receta de la mermelada de pitaya me la pasó una señora que vivía en la comunidad y empezamos a trabajar y a hacer el producto un grupo de mujeres, pero muchas dejaron de hacerlo porque no se vendía, a mí me fascinó y seguí hasta que nació la idea de ponerla en coyotas”, reveló.

Coincidió en que las mujeres de las etnias representan un papel muy importante para sus comunidades, pues han luchado para preservar sus costumbres.

María Eudelia Verdugo Mátuz encontró en la pitaya una forma de salir adelante. FOTO: ESPECIAL

PRESERVAN LENGUA

Otra de las formas en que las mujeres indígenas, no sólo de la etnia Mayo, preservan su legado es con el uso de su lengua nativa y de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) el mayor número de hablantes de alguna lengua indígena son personas del sexo femenino.

De acuerdo a las estadísticas, en 2023, 7.4 millones de personas de 3 años y más eran hablantes de alguna lengua indígena en el País; de esta población, 52.4 % eran mujeres y 47.6 %, hombres.

Victoria Moroyoqui, una mujer de la etnia Mayo, de la comunidad de Etchohuaquila logró terminar una licenciatura, en la que lo más difícil, dijo, fue la cuestión económica y las largas distancias.

El mayor reto para mí era el miedo, ya que no sabía porque estudié en una telesecundaria, donde a veces no enseñan bien y salir a otra escuela me daba miedo”, reveló.

Pese a las dificultades y temores logró concluir sus estudios y crear la marca Mapo’Yari, mediante la cual fomenta el uso de la lengua Mayo, además de los productos que elaboran los artesanos de las distintas comunidades indígenas.

Con paciencia y dedicación, estas mujeres tejen una red de saberes que conectan el pasado con el presente, ofreciendo a sus hijos y nietos una herencia rica en historia, valores y tradiciones. Su labor va más allá del arte y la cocina; es una forma de resistir el olvido y celebrar la identidad indígena con orgullo y dignidad.

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