Cambia Ancelmo Ayala la vida de niños
Recibe el premio Sonora a la filantropía en categoría persona
HERMOSILLO, SONORA.- Por alimentar a niños migrantes y adultos durante 18 años en el poblado Miguel Alemán, comunidad que lo recibió con los brazos abiertos cuando tenía 11 años de edad, Ancelmo Ayala Corral recibió el Premio Sonora a la Filantropía en la categoría Persona.
“Don Chemo”, como es conocido en el poblado, hace 18 años con recursos propios abrió su primer desayunador en la invasión Trinidad Sánchez Leyva, del poblado Miguel Alemán para dar de comer a los pequeños provenientes de otros estados que llegaban con hambre a ese lugar.
La satisfacción que le genera ver los rostros de alegría de las criaturas al terminar de comer, le ha dado fuerzas para extender su red de apoyo a los adultos, a quienes atiende en otros tres comedores en diferentes puntos del poblado.
“La vida es muy corta y yo creo que vivir más para satisfacer el cuerpo o lujos, creo que no es todo. Pienso que debemos de trabajar para hacer algo bueno para nuestra alma, para cuando Dios nos llame, poderle llevar todo esto que hacemos, porque pues lo material yo creo que no se lo vamos a llevar y tal vez nos va a hacer falta haberlo hecho en vida”, puntualizó.
Don Ancelmo, ¿cuéntenos cómo llegó a Sonora a qué edad y por qué?
Ancelmo Ayala Corral (AAC): Yo llegué a Sonora a los 11 años, venimos de Guachochi, Chihuahua, de la Sierra a Sonora, buscando la oportunidad de sobrevivir porque pues no teníamos cómo alimentarnos bien allá en aquellos tiempos y pues nos vinimos a buscar la vida aquí, a Miguel Alemán, Sonora.
¿Con quién se vino de Chihuahua a Sonora?
AAC: Nos vinimos yo y siete hermanos, yo era el más chico y el más grande tenía como unos 18 más o menos, también venía mi papá, mi mamá no, éramos huérfanos.
¿Cómo fue cuando llegaron a Miguel Alemán, a qué se enfrentaron?
AAC: Recuerdo que cuando llegamos, llegamos con unas cajas de cartón que eran las maletas que traíamos y me acuerdo que llegamos y que no traíamos ni qué comer ya, no habíamos comido en todo el día y nunca se me va a olvidar que llegamos a una esquina donde un señor estaba asando pollo y no teníamos para comprar y me acuerdo que íbamos y olíamos el humo del pollo para alimentarnos. Así llegamos con esa historia de mucha necesidad, llegamos aquí a Sonora. Veníamos a buscar la vida, a trabajar en los campos, a salir adelante.
¿Cuándo usted llegó al poblado tenía 11 años, le dieron trabajo en el campo?
AAC: Salía a las cuatro de la mañana a trabajar a los campos, me iba a pie y no, pues me decían que no, que por mi edad no me podían dar trabajo, entonces, me regresaba y aquí en el poblado había muchos talleres de palo fierro, de figuras de palo fierro y ahí me iba de metiche a ayudarles a los señores. Ahí tenía muchas ganas de tomarme una soda, de comprarme algo, una bicicleta, pues era un sueño para mí, nunca la tuve, entonces yo quería salir adelante y ahí me dieron trabajo en en los talleres de figuras. Y después no pude ir a la escuela, pues no nos alcanzaba para los cuadernos, para las mochilas y luego andaba descalzo, no muy difícil, dormíamos en el suelo, no muy difícil. No pude ir a la escuela.
En la actualidad, ¿cuál es su oficio, a qué se dedica usted?
AAC: Trabajé 22 años en el palo fierro, ya la dejé, tengo un hotelito aquí (poblado Miguel Alemán) y ahí trabaja mi familia y de ahí sacamos para sostener aquí los comedores también, para ayudar a la gente.
Sus hermanos se fueron. ¿qué pasó con ellos?
ACC: No, ellos se casaron ya muy aparte, unos se regresaron, yo sí me quedé aquí.
¿Y alguno de su familia sigue su labor altruista, tienen ese don de ayudar a la gente como lo hace usted?
AAC: Pues mis hijos me acompañan. Sí, sí me ayudan, pero no así metidos, metidos como yo no, pero sí me apoyan. Yo me levanto a las cinco de la mañana y llegó a las diez (de la noche) ya paro de laborar, y no tengo domingo. Es mucho el compromiso.
Don Ancelmo usted ha ganado varios premios, pero ¿qué significa para usted el premio Sonora a la Filantropía?
AAC: Uy, pues yo creo que es una historia de mi vida llegar a este premio tan bonito, me he sentido tan feliz porque yo nunca esperaba ni busco premios, entonces, yo digo que hay más felicidad en dar que en recibir y creo que es algo que no se compra ni se vende un premio como este, es algo hermoso para mi vida que pues yo creo que veo mi trayectoria, lo que he hecho con los comedores, lo que he hecho con ese premio, mucha felicidad que creo que es lo que me voy a llevar cuando me vaya de esta vida.
Hace 18 años usted instaló el primer comedor. ¿Por qué lo hizo, qué lo impulsó?
AAC: Porque cuando yo era niño me alimentaba con un plato de agua, un chile y una tortilla. Cuando llegaba a comerme una tortilla de harina en la casa parecía que había fiesta, hasta las escondía, me las robaba yo para que me duraran más.
Entonces fue una niñez que yo creo que fue una escuela que yo tuve de niño, muy hermosa para saber lo que es tener hambre, para saber lo que se sufre cuando no tienes para comprar una soda, cuando tienes hambre, cuando tienes frío.
Creo que se me regalaron estos años tan bonitos que creo que fue mi mejor escuela y desde ahí he aprendido lo que se sufre, lo que se siente cuando eres pobre, cuando no tienes que comer. Y ahora que Dios me ha dado la oportunidad de tener vida y salud y un trabajo y voltear a ver, a ver tantos niños aquí en Miguel Alemán, Sonora, niños migrantes de varias partes del País que vienen buscando la vida como yo, que así llegaron y verlos a ellos que sufren descalzos con hambre no se me haría de humano decir no sé lo que sienten, no sé lo que pasa, me vale, no, y ahora me he regresado en mi niñez a tratar de quitarles un poco el dolor, aquel dolor que se siente cuando eres muy pobre.
Y usted no se quedó con un comedor, además de alimentar a los niños también lo hace con adultos, ¿por qué siguió con su red de apoyo?
ACC: En el comedor duré nueve años, tengo 18, nueve años, duré sólo con las cocineras juntando mermas en las tiendas, quitándole un pedazo al tomate, porque mi trabajo no me alcanzaba para todo, nueve años, hasta que ya la gente se dio cuenta de lo que estaba pasando y ya voltearon a verme, familias que me han ayudado.
Después ya cuando logré el desayunador de los niños bien, también veo a muchos migrantes aquí en Miguel Alemán que vienen buscando la vida de varias partes del País con una ilusión de mandarles algo a su familia y llegan igual que yo, sin comer y por eso es que hemos hecho los otros comedores para adultos para poder ayudar a todas aquellas personas que pues pasan lo que a veces me tocó pasar de niño.
¿Cuántos comedores tiene en total y a cuántas personas alimenta?
AAC: Tengo cuatro comedores y un asilo, a diario atendemos alrededor, creo que alimentamos como a unas 500 personas. Hay temporadas, cuando hay trabajo aquí en la Costa baja, cuando se acaba el trabajo aumenta y no hayamos qué hacer con tanta gente.
¿Cómo se sostiene para alimentar a tantos adultos y niños todos los días?
ACC: Creo que el 35% es de mi trabajo, y el 35% me apoya el Gobernador (Alfonso Durazo) y el otro 30% hay muchas familias que no me han dejado solo, que me recolectan la despensa entre amigos, familiares y ahí vamos, ahí vamos por ella y así es cómo hemos sobrevivido.
¿Las personas que le ayudan en el comedor reciben un sueldo?
AAC: Sí, sí, tengo tres cocineras en cada comedor y de puro sueldo, pago a la semana como 20 mil pesos de puro sueldo. Y es un sueldo muy económico porque son mamás que llegaron con sus hijos, no les puedo pagar lo que deberían de ganar, pero de sueldo que pagó más o menos por semana.
¿Qué es lo que siente cuando ve a estos niños que comen los alimentos que usted compra y consigue?
ACC: Fíjese que muchas veces he pensado, me canso, he pensado en retirarme, en decir yo creo que ya cumplí, ya 18 años, pero cuando veo un niño que está esperando un alimento y que me ve que entro y me ve con aquella ilusión que me transmite ese niño, como si yo fuera su esperanza para él sobrevivir, entonces, ahí es donde yo pienso y digo pues a donde voy, a donde puedo valer más que aquí y todo eso me alimenta a decir que lo haré hasta que Dios me permita.
¿Y tiene pensado hacer algo especial para estas fechas decembrinas?
ACC: Fíjese que mucha gente llega y nos apoya y ya se hace videos con los niños, les traen regalos. Mucha gente llega sola, ha estado llegando últimamente.
¿Por qué los niños llegan solos al comedor de la Trinidad Sánchez Leyva?
ACC: Al papá de los niños no los conocemos, casi no lo conocemos, a la que conocemos a veces es a la mamá y tiene que trabajar. Hay hermanitos que ellos se cuidan, el más grandecito cuida al más chiquito y pues no, no tienen quien los lleve, quien los traiga. Ellos sobreviven porque su mamá tiene que trabajar y como rentan en ‘cuarterías’ o viven en la invasión aquí, pues ahí ellos sobreviven, y así es como ellos llegan aquí solitos.
¿Hasta dónde quiere llegar con esta noble labor?
ACC: Con esta labor hasta que Dios me dé vida y salud y me permita seguirlo haciendo porque pues le echaría mentiras si le digo que yo lo hago solo, gracias a toda la gente que me ha apoyado, gracias a Dios por la oportunidad y pues mientras me dé vida y salud yo quisiera seguirlo haciendo porque creo que no tiene precio, es lo único que le voy a llevar cuando me llame.
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