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Ortiz Tirado: Una voz sanadora

De su pasión por el arte y la ciencia nació un legado que sigue vivo en el Festival que celebra su nombre en Álamos, Sonora, a 40 años de su creación.

Ortiz Tirado: Una voz sanadora

ALAMOS, SONORA.- En cada portal de Álamos vibra aún el legado del más ilustre de sus hijos, el doctor Alfonso Ortiz Tirado. Pero antes de que surgiera el Festival que lleva su nombre y que hoy llega a su 40 aniversario, Alfonso se forjó como leyenda viva gracias a su calidad humana y a su incansable labor altruista.

El doctor Ortiz Tirado, nacido un 24 de enero de 1893 en Álamos, Sonora, supo combinar acertadamente sus grandes pasiones: El canto y la Medicina.

Pasó su infancia y juventud en Culiacán, Sinaloa, hasta el fallecimiento de su padre, cuando la familia se mudó a la Ciudad de México. En 1919 obtuvo su título en Medicina por la Universidad de México y se especializó en Ortopedia, específicamente en cirugía reconstructiva.

Como médico, Ortiz Tirado era considerado una eminencia: Figuras destacadas del País como Frida Kahlo y Agustín Lara confiaban en su habilidad como cirujano. Es también conocida su gestión para introducir en México la primera mesa Olby, equipo que facilitaría las cirugías de espina dorsal. Desde muy joven en Alfonso despertó el amor por la música. Podría decirse que amaba por igual el arte que la ciencia. Más adelante en su vida enfiló sus esfuerzos a combinar ambos aspectos a favor de la salud del cuerpo y del alma.

Además, su actividad artística hizo posible la edificación del inmueble donde se instaló un hospital infantil, en la calle de Niños Héroes, colonia Doctores, de la capital de México. Este edificio después albergó la Unidad de Cardiología al fundarse el Seguro Social, institución que adquirió el inmueble.

Para alivio del dolor…

Humilde como era pese al enorme reconocimiento que le otorgaba su profesión de médico cirujano, viajó por América y Europa promoviendo las composiciones de autores nacionales, labor que le valió el título de “Embajador lírico de la Canción Mexicana”, por su desinteresado afán de compartir con el mundo el talento de su País.

Y pese a las más seis décadas que han pasado desde su muerte – el 7 de septiembre de 1960- los ecos de su vocación artística y humanitaria resuenan en el lugar que le vio nacer; por él, Álamos se convirtió en escaparate para miles de artistas y refugio de aquellos necesitados de arte.

“Levanté con mi canto este templo para alivio del dolor”, su frase más célebre, resume acertadamente los 67 años de vida de un hombre que tuvo el valor, la disciplina y la sensibilidad de desarrollar sus talentos y ponerlos al servicio de la humanidad: Sanando cuerpos con sus manos, y elevando espíritus con su voz.

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