Bordadora de 67 años, con cada puntada preserva y honra el legado de su padre

ÁLAMOS, Sonora.- En cada puntada, en cada hilo entrelazado con paciencia y esmero, Rosalba Valdez Valenzuela revive los recuerdos de su padre, pues a sus 67 años, esta artesana mantiene viva una tradición que, más allá de ser su sustento económico, representa el lazo inquebrantable que la une con su progenitor, quien le enseñó el arte del bordado cuando era apenas una niña.

Mi papá me enseñó a bordar, me enseñó a coser; él era dueño del hotel Los Tesoros y en un foco o en una botella metía un calcetín y ahí lo cocía”, compartió con nostalgia en su voz.

Desde su puesto en el Mercado de Artesanías de Álamos, Rosalba exhibe sus piezas con orgullo: Tortilleras, servilletas, mandiles y blusas que, además de color y belleza, llevan consigo historias de dedicación y amor.

Cada que hago un bordado, recuerdo a mi papá. Él me enseñó y cada pieza es como volver a esos momentos con él”, expresó la artesana y comerciante.

Los precios de sus creaciones oscilan entre los 150 y los 300 pesos, pero su verdadero valor es incalculable. En cada detalle, en cada diseño, Rosalba deposita la misma dedicación y cariño que le inculcó su padre, aseguró, convirtiendo su trabajo en una herencia invaluable.

“Depende del bordado, pero una pieza me puede llevar desde una semana”, subrayó, “hago también unas piezas chicas y esas cuestan 50 pesos”.

En tiempos donde lo hecho a mano lucha por mantenerse frente a la producción en serie, Rosalba aseguró que sigue bordando, hilvanando recuerdos y transmitiendo su legado con cada puntada pues para ella, más que una labor, el bordado es un homenaje eterno a su padre.