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Halloween: Lectores de El Imparcial relatan el terror en la oscuridad; Conoce sus historias

Conozca las anécdotas de lo sobrenatural que cuentan los propios lectores de EL IMPARCIAL en esta noche de brujas.

Halloween: Lectores de El Imparcial relatan el terror en la oscuridad; Conoce sus historias

“LE PUDE VER LA CARA AL DIABLO”

Era una noche ya entrada en horas y yo sin poder dormir, tenía algo de aburrimiento, entonces puse el disco Born Again, de Black Sabbath, y pues la pasé bien, estaba “sacando cura” con la rola Disturbing the Priest, para luego caer dormido.

Después de repente sentí un temblor y pegué el brinco... A la pared frente a mí, se le hizo un boquete y de ahí salían luces titilantes anaranjadas, también salían unos humos que olían a azufre.

-En la .... ! , es el infierno ¡! ,- ¿pues qué hice ?...

Y me acordé del rollo de los mensajes ocultos e invocaciones con los discos girando al revés, y pues ni modo, sin querer había invocado al mismo diablo.

Luego sentí una fuerza intensa que me jalaba a ese orificio, poco a poco estaba más cerca y yo resistiendo, me agarraba de lo que podía en la cama.

Así duré un buen rato, ya casi me iba por el hoyo, ya casi las llamaradas me quemaban los pies, el aroma a azufre estaba más fuerte.

Le pude ver la cara al diablo, sí, era casi igual a como lo pintan, nomás que la cara era de fuego, con cuernos y los ojos eran brillantes como relámpagos... y me dijo: ....

- ¡Me invocaste y aquí estoy para llevarte!

- Ni mad... cab..., todo nomás por el disco...

- Que te vienes,¡te lo ordeno!

- ¡A la ch... lucifer ... que no soy de tu congregación!

En eso me acuerdo, como de milagro, del poderoso Salmo 23, ¡y que lo recito completito! Y que el diablo se fue echando alaridos y maldiciones.

Se cierra el boquete en la pared y todo vuelve a la normalidad. Luego de todo esto, le bajé un poco al metal y todo eso de lo oculto y oscuro.

TERRORÍFICA APARICIÓN EN EL CEMENTERIO

Ir al panteón a limpiar la tumba de su ser querido nunca fue motivo de miedo para ella, además ¿qué podía pasar? Siempre se le debe de tener más miedo a los vivos que a los muertos, como dicen.

Esa tarde fue al cementerio, al del Sahuaro, me cuentan, iba acompañada de su hermana con todo lo necesario para dejar la tumba limpiecita: Cubeta, escoba, recogedor, flores.

Debieron ser alrededor de las cuatro de la tarde cuando llegaron y empezaron a bajar las cosas del carro.

En eso su hermana, con el rostro desencajado le dijo: “Dios mío, voltea para allá”, señalándole con la mirada a unos metros y tumbas de distancia.

A simple vista parecía un hombre, sentado en una tumba, quién sabe si a lo lejos hubieran percibido lo que sintieron en ese momento: “Vi la maldad en él. Su cara era inexplicable, nos vio directo su cuerpo estaba hacia el frente, pero su cara estaba girada hacia el otro lado, como en la película esa del Exorcista”, recuerda.

Estoy segura que no era una persona, yo lo vi y sentí algo muy, muy feo, muy raro, inexplicable”.

No había qué decir más, fieles creyentes de Dios nada más agarrar fuerte el Rosario con el que siempre cargaban para caminar hacia atrás, sin perder de vista a quien describieron como “ser”, subirse rápido al auto y prácticamente huir.

Fue tan real como que a la persona que me lo contó aún se le eriza la piel al recordarlo y fue aquí en Hermosillo.

“EL ENTIERRO”

Alguien dijo: “Los monstruos que aparecen en el cine y en la televisión, son ficticios, no existen, mucho menos en la vida real”.Yo le preguntaría a esta persona: ¿Y los fantasmas... existen? Cuando yo era apenas un niño de escasos años, la casa donde vivíamos, allá en el pueblo, estaba compuesta de dos cuartos. Uno era muy amplio que servía de esparcimiento para todo. Lo mismo era el comedor y lugar donde tendían al atardecer, mi madre y mi abuela, los catres de jarcia con los que contábamos, ya por la mañana siguiente los sacaban al patio. El otro cuarto era más pequeño. Se utilizaba como cocina. Ambos cuartos tenían el piso de tierra. En el centro del cuarto mayor, estaba un grueso tronco que sostenía gran parte del techo de vigas de madera y tierra. De ese poste colgaba una linterna de aceite para alumbrarnos, pues carecíamos de luz eléctrica. La linterna de luz se apagaba después de jugar y cenar. Yo dormía al lado de mi abuela. Cierta noche,estaba despierto mirando lo que se podía ver del tronco que se ubicaba en el centro del cuarto. De repente, mi abuela se incorporó sobresaltada de en la cama y gritó con fuerza: “¡Quién eres! ¡Qué quieres!” Al escuchar la voz, me senté algo asustado y me le repegué a su lado. Pienso que ella tampoco se podía dormir, pues creo que ambos estábamos viendo lo mismo. Se trataba de un bulto grande, alto, completamente blanco, de un blanco limpio, brilloso. No se le hallaba figura alguna y flotaba. Mi abuela se levantó y caminó hacia la figura y yo detrás de ella. Todos dormían. Ambos seguíamos a corta distancia al personaje frente a nuestros ojos, tal como había aparecido. Al día siguiente me fijé que ella se encontraba de rodillas en el piso, junto a la puerta, precisamente donde desapareció el bulto. Estaba con un cuchillo grande escarbando y me arrodillé junto a ella para ayudarla. Ella sacó un trapo viejo y sucio. Con sus manos empezó a desenvolverlo. Era un muñeco de trapo lleno de agujas y manchas de sangre. Mi abuela le quitó las agujas y echó el muñeco en un viejo balde y le prendió fuego. Estuvimos al pendiente. Cuando todo ya era ceniza, nos salimos a la calle y ahí la esparció, pronto el aire fresco de la mañana se encargó de esparcirla. Entramos a la casa, sacó un frasco de agua bendita y roció un poco en el agujero. Después de un corto rezo, lo cubrió con la tierra suelta. Me abrazó fuerte y me dijo: Ya todo esto se acabó. Lo que sí sé, es que esta alma va a descansar en paz para siempre. Las escenas horripilantes para mi edad, todavía las tengo bien guardadas en mi mente.

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