Las heridas del bullying
Tres personas que vivieron acoso escolar relatan cómo es su vida después de ello; una incluso no ha vuelto a la escuela.
"Karina", "Diana" e "Iliana" no se conocen, se llevan al menos seis años de diferencia cada una y no compartieron la misma escuela o colonia, una de ellas ni siquiera la misma ciudad, pero las tres fueron víctimas de bullying con historias muy similares: Sin apoyo por parte de los maestros, con acoso escolar en masa y con un sinfín de inseguridades como resultado.
"No quiero usar mi verdadero nombre, así que ponme ‘Karina’. No quiero que sepan lo que pasé, porque creo que aún no lo supero del todo", comenta la joven de 30 años con voz temblorosa.
"Mi historia de acoso empezó en la secundaria", continúa, "al ser yo una persona que suele platicar mucho y por la necesidad de querer tener amigos, el primer día de clases empecé a platicar y dije cosas que no debería haber dicho y la gente se empezó a agarrar de ahí".
No tenía ni una semana en la escuela cuando mis compañeros se empezaron a burlar de mí, de mi forma de ser, de mi sobrepeso, de mis cejas porque eran gruesas, de lo que hablaba, todo empezó con burlas y poco a poco se convirtieron en ataques más violentos, hasta llegar a las agresiones físicas", relata.
Entre lágrimas silenciosas "Karina" cuenta cómo su paso por la secundaria General 4 "Profesor Rubén Gutiérrez Carranza" fue un infierno para ella, ya que no sólo todo un salón la hacía sentir mal con su físico y personalidad a diario, sino que también tuvo que ver cómo los maestros ignoraban el tema o sólo se hacían de la vista gorda.
"A veces podía ser un grupo de niñas y otras veces podía ser todo el salón el que me ‘bulleaba’".
"Las tres cosas más crueles que me hicieron fue que me cacheteó una niña sólo porque quise hacer equipo con ella; en otra ocasión me hicieron creer que tenía un admirador secreto para burlarse de mí y me golpearon la cabeza entre todos. También recuerdo que una chica me sacó de un grupo escolar de la nada y no pude hacer ese trabajo", recuerda.
Al preguntarle si todos los niños la molestaban, Karina se quedó pensativa unos segundos y luego habló: "Sí, todos me hacían daño, pero siempre era una niña que empezaba, la que los incitaba a todos y ellos le hacían caso", reflexiona.
EN BUSCA DE ACEPTACIÓN
Casos como estos, según explica la sicóloga Francis del Real, especialista en comportamiento infantil y relaciones de familia, son comunes que sucedan cuando los niños y jóvenes se encuentran en búsqueda de aceptación y por el miedo al rechazo pueden realizar cosas que no son del todo de su agrado, ya que no quieren ser ellos la siguiente víctima del acosador.
"Los niños con tal de ser aceptados en un grupo o de ganar la simpatía del niño que hace bullying empiezan a permitir o repetir ciertas conductas", señala la experta, "repiten bromas, insultos o palabras ofensivas para ellos mismos, no ser la víctima y tener sobre todo la aceptación del que ven más fuerte".
Aunque ya han pasado más de 15 años de lo sucedido, Karina aún siente muchas de las inseguridades que tuvo en aquel momento, tanto con su cuerpo como con su capacidad de relacionarse, pero acepta que vivir eso la hizo más fuerte y desea que los niños que pasan por lo mismo sean escuchados.
NIÑEZ DIFÍCIL
Escenarios muy similares vivieron "Diana" e "Iliana" durante sus años de educación básica, la primera ahora con 24 años y la segunda con 18, contaron cómo para ellas la niñez no fue nada fácil, ya que la alegría y tranquilidad que debe sentirse a esa edad se vio opacada por el acoso.
"Recuerdo que fueron dos o tres años cuando viví todo ese miedo. No sé bien cuándo empezó, pero una vez creo que le confíé a una niña que me gustaba un niñito y resultó que ese niñito le gustaba a otra y creo que ahí fue cuando se detonó", reflexiona "Diana".
Desde entonces ya nunca estuve tranquila. Si me sentaba a comer llegaban y me molestaban, si me ponía a jugar algo me decían zorrita o pu... y al principio recuerdo que trataba de defenderme, pero empezó todo el salón a decírmelo y de verdad llegué hasta pensar que era cierto y que yo merecía lo que me pasaba", agrega con la voz entrecortada.
El bullying que sufrió "Diana" al principio se basaba en burlas por parte de sus compañeras e insultos fuertes hacia su persona, pero conforme avanzó, comenzó a convertirse también acoso sexual de parte de sus compañeros varones, los cuales al igual que ella sólo tenían 12 años.
"Empezó a haber rumores de que yo me besaba con chamaquitos y de repente empecé a escuchar que hacían apuestas para ver quién me subía la falda, una vez un chico me acorraló cuando salí al baño y quiso tocarme las piernas y en otra ocasión alguien me metió la mano a la blusa, fue muy difícil porque era una niña", expresa.
Este tipo de comportamientos en niños suele ser, en la mayoría de los casos, la repetición de un patrón ya visto en casa, aseguró Francis del Real, ya que los actos de violencia de cualquier tipo se aprenden en algún lado y luego son repetidos por los acosadores.
"Un niño no va a llegar a niveles de agresión o de violencia a menos de que él haya sido víctima, ya sea que lo haya vivido de forma directa o que sea algo que vea como normal en la tele, en su casa, con un familiar, donde sea, pero para hacerlo, tiene que aprenderlo, eso es ley", afirma la sicóloga.
Al cuestionar a Diana si algún maestro hizo algo por ella, la joven no tuvo que pensarlo mucho para responder que no, ya que aunque se les denunció todo lo que sucedía, jamás hicieron nada.
La joven volvió a ver a sus acosadores en la calle y sintió cómo todo lo que vivió de pequeña regresó a atemorizarla, al punto que desea que no la reconozcan, por lo que acepta que, aunque actualmente se siente más fuerte, no ha superado totalmente lo que pasó en su infancia.
MEJOR DEJA LA ESCUELA
En ambos casos, el acoso representó un motivo de miedo e inseguridad hacia las personas y las relaciones escolares, pero hay situaciones como la de "Eliana", en que el hoy nombrado bullying desata una fobia tal en sus víctimas, que prefieren ya no ir a la escuela ni seguir con sus estudios.
"Yo sufrí acoso en la primaria porque era llenita, porque usaba lentes o hasta porque me peinaba con trenzas, no podía hacer nada porque en verdad todo les molestaba", recuerda "Eliana".
Después entré a la escuela secundaria General 5, pero como ya tenía miedo de hablar o decir algo por lo que pasó en la primaria, también me empezaron a hacer daño aquí, me decían que no hablaba y que estaba tonta, pero hubo niñas que hasta llegaron a pegarme", dice.
Ella soportó el maltrato durante tres años de secundaria y al terminarla decidió no volver a entrar a la escuela nuevamente, ya que asegura, no está preparada para vivir lo mismo.
SIN LÍMITES
Contrario a lo que muchos piensan el perfil de un abusador no es sólo el de alguien que haya sufrido golpes o abusos, sino que hay otro tipo de violencia que es muy recurrente en los padres, aunque ellos no lo dimensionen de esa forma, y es malcriar a los hijos y criarlos sin habilidades para enfrentar el estrés o la frustración.
Aunque no es uno de los casos expuestos antes, Del Real hizo énfasis en que todo padre de familia debe hacerse un diagnóstico consigo mismo y analizar si no ha creado un hijo emperador, el cual piense que puede hacer lo que quiera, aun en escenarios distintos a su casa.
"Sobreproteger a los hijos también puede hacerlos abusadores, ya que violentarlos no significa sólo lastimarlos con golpes o insultos", agrega, "muchos son niños que no tienen tolerancia al estrés por falta de límites por parte de los padres y al pasar por situaciones que no les gustan o generan incomodidad, es común ver cómo desquitan ese coraje con otro menor que él vea más débil".
Cualquier niño que esté relacionado en algún caso de violencia escolar, ya sea como víctima o victimario, debe acudir a apoyo sicológico para saber qué fue lo que detonó tal situación y poder tener un diagnóstico sobre lo que sucede.
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