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El Imparcial / Hermosillo / Rosa María O’leary Franco

Rosa María O'leary, combativa en las calles

Rosa María O'leary, combativa en las calles

Cuando el mayor de sus nietos era un niño, Rosa María O’leary Franco solía asustarlo con que alguien vendría por él si se portaba mal. No se trataba del "Coco" ni de algún monstruo, ella simplemente le decía

"va a venir Salinas de Gortari".


Combativa en las calles pero amorosa con su familia, ella siempre se preocupó por inculcar en sus hijos y en sus nietos el espíritu de lucha que por casi toda su vida la ha caracterizado, el mismo que la ha llevado a protestar una y otra vez ante lo que considera injusto.



"Es algo que ya traes, creo yo. Es tu espíritu, tu forma de ser, no puedes ver que haya injusticias", asegura.



O’leary Franco nació en Magdalena de Kino, el 19 de septiembre de 1951, y sus primeros años los pasó entre Benjamín Hill y Nogales, donde trabajaba su abuelo, hasta que la familia se mudó a Hermosillo.



Sentada en la mecedora de su casa, dice que quizá la persona que más influyó en ella fue su mamá, a quien recuerda como una mujer muy honesta e inteligente, a pesar de tener poca educación formal.



"Era una mujer de muchas inquietudes, con las huelgas y todo eso"

, afirma.

"Y después conoció a mi papá y hasta ahí llegó su lucha. Pero siempre nos impulsó mucho a que estudiáramos. Creo que mucho amor recibí de ella"



Su mamá soñaba con que sus cuatro hijos tocaran el piano y, aunque Rosa María nunca lo dominó por completo, aún conserva en su casa el instrumento antiguo que le hace acordarse de su madre.



De joven, ella quería estudiar Medicina, y de hecho había iniciado sus estudios de esta carrera en la UNAM, en 1968; pero los problemas económicos para sostenerse allá y el movimiento estudiantil que comenzaba a tomar forma hicieron que su madre le pidiera que regresara.



Ya de vuelta en Hermosillo ingresó a la escuela de Ciencias Químicas, en la Unison, que era entonces lo más parecido a Medicina. No cumplió su sueño de convertirse en doctora, pero su carrera le dio grandes satisfacciones y la mantuvo vinculada siempre a los temas ambientales.



Ejerció primero en el Seguro Social y después en el Ejército Mexicano, pero su natural inclinación a señalar lo que veía mal la hizo salir de ambas instituciones:

"Veía cosas que no me gustaban, las denunciaba y eso me acarreaba problemas".



No eran sus compañeros los del problema, afirma, sino la forma en que se hacía todo dentro del sistema, eso era lo que más se cuestionaba. Y, a la fecha, mantiene ese pensamiento.



"Yo tengo gratos recuerdos de todos mis compañeros, siempre tuve buena relación con todos ellos. El problema para mí es el sistema, cuando empezaba a decaer, y yo decía siempre ‘¿por qué guardamos silencio?’ Por guardar silencio estamos ahorita como estamos", señala.



La primera lucha colectiva en la que le tocó participar la recuerda casi con todos los detalles: Fue en 1998, contra el confinamiento tóxico Cytrar, en el Sur de Hermosillo. Un enfrentamiento ante las autoridades que le enseñó a O’leary Franco que no era fácil estar del lado del pueblo.



"Los grandes movimientos los manejan los partidos políticos, las iglesias y los sindicatos. En lo demás, los ciudadanos hemos estado solos, lo poquito que hemos hecho ha sido con muchas dificultades", dice.



En algún momento, admite, su propia la familia le ha pedido cuidarse y no exponerse tanto en las protestas sociales. Pero al mismo tiempo entienden ese deseo suyo de levantar la voz cuando siente que algo está mal.



"Han respetado mi forma de ser, me han apoyado mi esposo, mis hijos. Y les doy gracias porque no es fácil"

, reconoce,

"uno mismo tiene miedo porque sabemos cómo funciona el sistema".



Rosa María O’leary se casó hace 46 con Rubén Lizárraga Méndez, con quien tuvo a sus cinco hijos: Paloma, Jesús Gabriel, Rosa María, Irlanda y Rubén.



Tiene, además, 10 nietosa quienes regaña cuando es necesario y, sobre todo, les cuenta sus historias de lucha contra el Cytrar, contra la impunidad por la guardería ABC, contra el desastre del Río Sonora, contra los gasolinazos.



"Se asombraron mucho cuando vieron una foto donde estoy en la cárcel"

, relata.

"(Me dijeron) ‘nana, ¿estuviste en la cárcel?’, ‘sí, mijito, pero nunca por delinquir’. Y ya les cuento la historia".



Ella misma considera que sus años en las protestas han sido muy valiosos, aunque los resultados sean muy lentos, aunque a veces las manifestaciones sean de dos o tres personas, y aunque a veces haya sentido la necesidad de alejarse de las calles.



"He visto muchas cosas que pudieran haberme hecho desistir de cualquier intento, pero eso te tiene que fortalecer. Tenemos que dejar de simular, tenemos que ser honestos en nuestro actuar y tratar de hacer lo que decimos, la congruencia".

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