Viajar por ferrocarril era protagonizar una aventura
Viajar a bordo de un tren en México era una experiencia sobrehumana para algunos y enriquecedora para otros. La necesidad de un mejor nivel de vida movió a millones de personas, que utilizaron el ferrocarril para migrar con su familia y pertenencias; igualmente, el tren impulsó el turismo entre aquellas poblaciones cuyos atractivos naturales eran generadores de la economía local.
El ferrocarril en Sonora hizo su última parada hace 20 años y, aunque los vagones de carga continúan cruzando el Estado, los vagones que ocupaban los viajeros ya viven sólo en la memoria de algunos.
Las historias de los pasajeros comenzaban en la taquilla de boletos de la estación, donde, a través de una ventanilla, un agente se encargaba de asignar asientos, cobrar los pasajes y, desde luego, ser protagonista de las muchas historias que se vivieron en los viajes.
Elías Miranda Canevett fue agente de boletos de la estación de Hermosillo a mediados de los años 80, donde se atendía al pasaje que iba al Norte o al Sur en los dos servicios de trenes con los que se contaba en esa época.
"Se vendían boletos para los cuatro trenes que pasaban por Hermosillo: Dos eran de segunda clase y los otros dos, de primera; todavía en 1986 existía el servicio de carros-dormitorio en los trenes 1 y 2 -al que también llamaban El Bala-, pero el tren de segunda era el que tenía mucha demanda. Una alcoba en carro dormitorio, para dos pasajeros, costaba lo que ahora vendrían siendo 119 pesos", relata.
Los usuarios del tren de pasajeros tenían oportunidad de prolongar su viaje hasta la Ciudad de México, para de ahí hacer conexión a los trenes "El Regiomontano", que cubría la ruta Ciudad de México-Monterrey; el tren "El Jarocho", con destino al Puerto de Veracruz, y "El Meridiano", cuya travesía terminaba en Mérida, Yucatán.
En 1987, Ferrocarriles Nacionales de México inauguró el servicio "Estrella", con nuevos carros de Primera Especial y unidades reconstruidas de carros-dormitorio, comedor y bar-observatorio. El pasaje incluía los alimentos que se consumían a bordo y era tal la demanda, que quienes necesitaban viajar en esos trenes tenían que reservar los pasajes con semanas de antelación.
CADA DÍA, UNA HISTORIA
En su experiencia como agente de boletos, Elías Miranda Canevett recuerda que las estaciones eran más que un simple edificio, porque cada día había una historia diferente: Fue testigo de la alegría de los novios que se iban de Luna de Miel y toda la familia les despedía en la estación; había mariachis en el andén para dar el adiós o la bienvenida a grupos de viajeros.
"Los recién casados compraban boleto de camarín o alcoba, casi siempre con destino a Mazatlán, dando inicio en el tren a lo que sería su Luna de Miel. Era muy agradable viajar en los Pullman, por la privacidad y calidad del servicio; contaban con portero en cada carro y a la hora del desayuno, comida o cena, se llamaba a los pasajeros para que pasaran al comedor", detalla.
Para 1997, el servicio de pasajeros en México era una sombra de lo que alguna vez fue.
Los carros dormitorios, comedores y bar, fueron cancelados a principios de esa década; comenzaba así la agonía de los trenes en el País, que recibirían la estocada final en febrero de 1998.
REVIVIENDO LA MEMORIA
Miranda Canevett señala que hoy en día, a pesar del ritmo de vida de las nuevas generaciones, el tren sería una opción muy interesante para viajar.
Pensionado de Ferrocarriles Nacionales de México, el ex agente de boletos capitaliza su nostalgia por los trenes compartiendo en redes sociales fotografías y contenidos sobre la historia de este medio de transporte en Sonora y México. Radica en la ciudad de Nogales y, desde ahí, ha impulsado actividades relacionadas con el ferrocarril. Su página de Facebook "Dónde quedaron los viejos tiempos" es una referencia importante para saber cómo era la industria ferroviaria en el México del siglo XX.
Las generaciones que fueron privilegiadas con los viajes en tren forman parte de un legado cultural intangible que debe ser preservado de forma adecuada, guardando la esperanza de que, algún día, los mexicanos podamos volver a ser pasajeros habituales de un tren que atraviesa paisajes que no se ven desde la carretera y que no se aprecian desde las alturas.
El próximo 16 de marzo, el Museo Ferrocarrilero de Empalme inaugurará una exposición de fotografías históricas que se publicaron en EL IMPARCIAL a lo largo de 80 años.
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