Lobos y otros mamíferos que prosperan en Chernóbil
Tras el accidente de Chernóbil, en abril de 1986, más de cien mil personas fueron evacuadas de lo que se llamó “zona de exclusión”: un área de 30 kilómetros de radio alrededor del reactor nuclear en el que se produjo la explosión.
Este lugar supone ahora un perfecto laboratorio que permite analizar, en condiciones naturales, cómo afecta la radiactividad a los organismos vivos, y también la capacidad de recuperación de las especies tras la perturbación, característica que en términos ecológicos se denomina resiliencia.
El último trabajo, que se publica en la revista científica Current Biology, revela que, casi tres décadas después del accidente, las abundancias relativas de alces, corzos, ciervos y jabalíes son similares a las encontradas en otras reservas naturales sin contaminar existentes en la zona. Además, las abundancias de lobo son más de siete veces superiores en el área de exclusión.
No es el primer trabajo que apunta a una mayor ocupación de la fauna silvestre en la zona del accidente. En un estudio publicado en el año 2014, científicos de la Universidad de Salford confirmaban que el oso pardo, desaparecido de esta zona de Ucrania antes del accidente nuclear, estaba empezando a recolonizar el territorio.
¿Significa esto que la radiación es buena para la fauna salvaje? En absoluto. Lo que podría indicar, como apunta Jim Smith, coordinador del trabajo, “es que los efectos de la ocupación humana y de sus actividades son bastante peores”. James Beasly, otro de los autores y profesor en la Universidad de Georgia (EEUU), corrobora esta hipótesis: “Nuestros datos demuestran la capacidad de recuperación de la fauna cuando se libra de las presiones humanas directas, tales como la pérdida de hábitat, la fragmentación y la persecución”.
Actividad humana versus radiactividad
Obviamente, la radiactividad no es inocua para los organismos. Trabajos previos han revelado daños a comunidades de insectos y aves, y se han detectado niveles altos de exposición a la radiación en animales encontrados en lugares muy apartados de la zona del accidente.
Sin embargo, los autores de este estudio remarcan que ellos no han analizado los efectos concretos de la contaminación a nivel de individuo, ni sobre parámetros poblacionales como el éxito reproductivo o la longevidad.
Pero sus resultados muestran cómo estos efectos no son relevantes en la evolución de las poblaciones a largo plazo. La actividad humana, por el contrario, sí que parece ocupar un papel relevante en este proceso.
De hecho, las poblaciones de estas especies de mamíferos sufrieron fuertes declives en otras zonas de la Unión Soviética que no se vieron afectadas por el accidente. Hecho que se explica por los cambios socioeconómicos producidos en los 90: la intensificación de las actividades humanas en estas áreas fue mucho más nociva para los mamíferos que el peor desastre nuclear del siglo XX.
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