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El humo de los incendios forestales: un enemigo silencioso para el cerebro y el cuerpo

Se ha sabido que el humo de los incendios forestales empeora condiciones como el asma y la EPOC, y aumenta la probabilidad de infartos e ictus.

El humo de los incendios forestales: un enemigo silencioso para el cerebro y el cuerpo

La creciente incidencia de incendios forestales ha puesto de relieve sus devastadores efectos en la salud humana. Más allá de los conocidos daños respiratorios, investigaciones nuevas sobre la exposición al humo de estos incendios dicen que se puede tener consecuencias permanentes en el cerebro y otros órganos, aumentando el riesgo de enfermedades neurológicas, además de afectar pulmones, riñones y el sistema inmunitario.

Impacto en la salud: mucho más que problemas respiratorios

Se ha sabido que el humo de los incendios forestales empeora condiciones como el asma y la EPOC, y aumenta la probabilidad de infartos e ictus. Sin embargo, evidencias nuevas parecen indicar que los daños podrían ser más duraderos, e incluso permanentes, dependiendo de la exposición y otros factores como la distancia al incendio y la naturaleza de los materiales quemados.

Según Lisa Miller, inmunóloga de la Universidad de California Davis, el humo de los incendios no solo se compone de partículas finas como las PM2.5 —que son 30 veces más pequeñas que el diámetro de un cabello humano—, sino también de una mezcla cambiante de sustancias tóxicas que varían con lo que se quema, ya sean árboles, viviendas o fábricas.

El cerebro bajo ataque

El cerebro, aunque protegido por la barrera hematoencefálica, no es inmune a los daños del humo. Esta barrera, similar a un filtro selectivo, puede permitir la entrada de partículas tóxicas que alcanzan el cerebro a través del torrente sanguíneo, el tracto olfativo o una respuesta inflamatoria. Una vez dentro, estas partículas pueden desencadenar daño neuronal tanto directo como indirecto, afectando la comunicación entre células cerebrales y potenciando el riesgo de enfermedades como el Alzheimer y la depresión.

Investigaciones sobre los efectos cognitivos a corto plazo del humo en más de 10,000 adultos estadounidenses han mostrado una disminución en las capacidades de atención, sugiriendo que incluso exposiciones breves podrían tener repercusiones duraderas en el funcionamiento cerebral.

Afectaciones en el sistema inmunitario y pulmonar

Estudios sugieren que los pulmones y el sistema inmunitario son especialmente vulnerables al humo de los incendios forestales. En un estudio realizado en Montana, se observó que la exposición prolongada al humo causó una reducción significativa en la función pulmonar de los residentes, detectable incluso dos años después de la exposición inicial. Además, investigaciones en monos Rhesus, expuestos a humo denso durante incendios en 2008, revelaron anomalías inmunológicas persistentes, alteraciones en los ritmos circadianos y cambios estructurales en los pulmones que persisten hasta hoy.

Cómo podemos protegernos del humo de los incendios forestales

Reducir la exposición al humo es clave para minimizar los riesgos a la salud, según indica National Geographic. Monitores de calidad del aire, tanto portátiles como en línea, pueden ayudar a identificar cuándo es seguro estar al aire libre o si es mejor permanecer en interiores con filtros de aire como los HEPA o MERV-13. Además, usar mascarillas N95 en días de alta contaminación puede reducir significativamente la inhalación de partículas peligrosas.

Los incendios forestales y el cambio climático seguirán presentando desafíos de salud pública. Aunque aún queda mucho por aprender sobre los efectos a largo plazo del humo en la salud humana, lo que está claro es que cualquier reducción en la exposición puede marcar una diferencia significativa en la prevención de daños permanentes.

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