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Profesor de Harvard revela la clave para la felicidad

Desde la antigüedad, filósofos como Aristóteles se preguntaban qué hace feliz al ser humano.

Profesor de Harvard revela la clave para la felicidad

Desde la antigüedad, filósofos como Aristóteles se preguntaban qué hace feliz al ser humano. Hoy, expertos contemporáneos como Arthur Brooks, profesor de Harvard, desafían la noción tradicional de que la felicidad reside en la estabilidad o la acumulación de bienes. Según Brooks, el verdadero secreto para una vida plena radica en la capacidad de transformarnos y aceptar la impermanencia como parte esencial del crecimiento personal.

La ilusión de la permanencia

En un mundo que nos empuja a buscar certezas, la idea de que la felicidad surge del cambio puede parecer desconcertante. Sin embargo, estudios recientes del Instituto Alan Turing revelan que la resistencia al cambio es un mecanismo psicológico profundamente arraigado. Nos aferramos a nuestras creencias y rutinas por comodidad y temor a lo incierto. A nivel neurológico, el cerebro prioriza la familiaridad porque representa menos riesgo.

No obstante, la investigación señala que la flexibilidad mental es clave para el bienestar. Cultivar la capacidad de cuestionar nuestras convicciones, exponernos a experiencias nuevas y dejar de idealizar nuestro “yo” del pasado son estrategias que favorecen una vida más plena.

Brooks y la paradoja del “menos es más”

En sus conferencias y escritos, Brooks argumenta que la felicidad no depende de tener más, sino de necesitar menos. Inspirado en la filosofía estoica, sostiene que la verdadera riqueza consiste en desear menos cosas, no en acumularlas.

Para ilustrar esta idea, compara la vida con un árbol: muchos se obsesionan con las hojas (el éxito visible: dinero, prestigio, fama), pero lo esencial son las raíces: los valores, las relaciones significativas y el crecimiento personal. Un árbol con raíces débiles, por más frondoso que parezca, no sobrevivirá a la tormenta.

El miedo al cambio: una barrera emocional

Si el cambio nos acerca a la felicidad, ¿por qué lo evitamos? La psicología cognitiva describe este fenómeno como “sesgo de confirmación” o “perseverancia de la creencia”. Cuando nos enfrentamos a información que contradice nuestras ideas, en lugar de reconsiderarlas, solemos inventar explicaciones auxiliares para mantener nuestra postura. Esta rigidez mental nos impide evolucionar.

Según The Alan Turing Institute, la clave para superar esta trampa cognitiva es desarrollar una mentalidad abierta y adaptable. Practicar la autocrítica, buscar perspectivas divergentes y exponernos a situaciones desafiantes nos ayuda a flexibilizar nuestras creencias y crecer emocionalmente.

La felicidad como un acto de reciprocidad

Arthur Brooks también subraya la importancia de la generosidad en la búsqueda del bienestar. Sin embargo, desafía la visión convencional de que solo dar nos hace felices. En su columna para The Atlantic, explica que la capacidad de recibir es igualmente esencial.

Aceptar ayuda, expresar vulnerabilidad y permitir que otros sean generosos con nosotros crea lazos sociales más profundos. Este ciclo de reciprocidad fortalece las relaciones humanas, generando un flujo continuo de gratitud y bienestar compartido.

De Aristóteles a la neurociencia: dos visiones de la felicidad

Aristóteles definía la felicidad como eudaimonia: un estado de plenitud alcanzado mediante la virtud y la razón. Para él, la vida contemplativa y ética era la ruta hacia la verdadera satisfacción, indica Xataka.

Hoy, la ciencia contemporánea matiza esta visión. Robert Waldinger, director del Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard, concluye que la clave de la felicidad no radica tanto en la contemplación o el éxito individual, sino en la calidad de nuestras relaciones. Su investigación, que abarca más de 80 años, demuestra que los vínculos afectivos sólidos son el mayor predictor de una vida feliz.

La felicidad como proceso, no como meta

En lugar de concebir la felicidad como un destino fijo, Brooks y otros expertos nos invitan a verla como un proceso dinámico. Abrazar el cambio, flexibilizar nuestras creencias y permitirnos tanto dar como recibir nos ayuda a construir una vida más plena. La felicidad, lejos de ser un premio por alcanzar la estabilidad, es el resultado de nuestra capacidad para evolucionar.

Mientras Aristóteles subrayaba la importancia de la autosuficiencia en el individuo virtuoso, la perspectiva moderna de Waldinger pone en primer plano la interdependencia humana, destacando la relevancia de las relaciones afectivas saludables para lograr una existencia plena. Esta visión se vincula estrechamente con la propuesta de Arthur Brooks, quien sostiene que la verdadera felicidad no reside en acumular cosas materiales, sino en la evolución personal y en el fortalecimiento de nuestras relaciones.

En el ámbito religioso, especialmente en la tradición judeocristiana, la felicidad es vista como un estado de bienestar profundo y alegría que va más allá de las circunstancias externas. Está basada en una conexión cercana con Dios y en la vivencia de sus principios.

Este enfoque difiere de la visión de Brooks, quien resalta el crecimiento personal como la clave del bienestar, mientras que la tradición cristiana coloca la felicidad en la firmeza de la fe y la relación con Dios. No obstante, ambos enfoques coinciden en que el bienestar no se encuentra en la acumulación material, sino en una transformación interna que permite vivir con mayor plenitud.

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