Inteligencia artificial y derechos de autor: un vacío legal que no podemos ignorar

La inteligencia artificial ya no es una promesa del futuro. Es una herramienta del presente. Y como ocurre con toda gran transformación, llega acompañada de dilemas que la legislación todavía no ha podido resolver del todo. Uno de los más complejos —y urgentes— es el de los derechos de autor en la era de la creación automatizada.
Hoy, una IA puede escribir un poema, componer una canción, pintar un cuadro o incluso desarrollar un guión de cine. Y lo hace —en muchos casos— con una calidad que desafía la distinción entre lo generado por una máquina y lo creado por un ser humano. Entonces, ¿quién es el autor de estas obras? ¿A quién pertenecen los derechos? ¿Cómo se protege la propiedad intelectual cuando el creador ya no es una persona?
El problema no es técnico, es legal
Las leyes de propiedad intelectual fueron concebidas para proteger la obra de una persona natural. La noción de “autor” está ligada a la voluntad, la creatividad y el esfuerzo humano. Pero ¿cómo aplicamos estos criterios a un sistema de IA que ha sido entrenado con miles —o millones— de obras protegidas por derecho de autor?
Aquí nos enfrentamos a un vacío legal monumental. Por un lado, tenemos a los desarrolladores del software. Por otro, a los usuarios que introducen los prompts o instrucciones. Y en medio, una máquina que produce algo nuevo a partir de obras existentes, muchas veces sin el consentimiento de sus autores originales.
¿Quién está alimentando a las inteligencias artificiales?
Otro aspecto que preocupa —y mucho— es el uso masivo de contenido protegido para entrenar algoritmos sin autorización ni reconocimiento. Fotografías, novelas, canciones, artículos científicos... todo eso alimenta modelos de IA que luego generan nuevas obras, sin que los creadores originales sean informados, compensados ni acreditados.
Esta práctica pone en entredicho la esencia misma del derecho de autor: el reconocimiento y la protección del trabajo creativo. Porque, ¿cómo se defiende un autor si ni siquiera sabe que su obra fue utilizada para alimentar a una inteligencia artificial?
El riesgo de la normalización del plagio invisible
Lo más inquietante no es solo la falta de regulación, sino el peligro de que empecemos a normalizar una cultura donde las obras generadas por IA se consumen, se monetizan y se viralizan sin cuestionar su origen. Se abre así un nuevo tipo de plagio: uno que no copia directamente, pero que recrea con tanta precisión que diluye los límites de la originalidad.
Y en un entorno digital donde lo automatizado gana velocidad sobre lo humano, podríamos estar —sin darnos cuenta— desvalorizando el trabajo intelectual y creativo de miles de personas en todo el mundo.
De acuerdo a Fernando Padilla Farfán la inteligencia artificial no va a detenerse. Y no debería. Tiene el potencial de transformar la educación, el arte, la ciencia y la comunicación. Pero no podemos permitir que lo haga a costa de los derechos de los creadores humanos.
El derecho de autor no debe convertirse en una reliquia del pasado, sino en una herramienta viva y flexible que evolucione junto con la tecnología.
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