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La ciencia lo confirma: las duchas frías no aportan beneficios reales a tu salud

En tiempos recientes, sumergirse en agua helada al despertar ha dejado de ser una rareza para convertirse en tendencia.

La ciencia lo confirma: las duchas frías no aportan beneficios reales a tu salud

En tiempos recientes, sumergirse en agua helada al despertar ha dejado de ser una rareza para convertirse en tendencia. Este hábito extremo, defendido por celebridades del fitness y viralizado en redes sociales, promete desde el alivio del estrés hasta la mejora del sistema inmune. No obstante, tras el aparente entusiasmo, la ciencia comienza a señalar que los beneficios podrían estar más cerca del mito que de la realidad.

Aunque la práctica ha sido adoptada con entusiasmo por deportistas de élite y entusiastas del bienestar, las evidencias que respaldan sus virtudes terapéuticas son poco sólidas. A pesar de que los llamados “baños polares” ganan popularidad como rutina postentrenamiento o desafío matutino, investigaciones recientes cuestionan su verdadera eficacia.

Un vistazo crítico a la evidencia

Investigadores de la Universidad de Australia del Sur llevaron a cabo un metaanálisis que reunió datos de 11 estudios internacionales para examinar los efectos reales de la exposición al agua fría. El estudio, publicado en PLOS One, revisó prácticas que iban desde duchas rápidas hasta inmersiones prolongadas en temperaturas de entre 7 y 15 °C.

Los resultados fueron poco alentadores. Si bien algunos beneficios se hicieron evidentes, estos se limitaron principalmente a contextos atléticos. Las personas fuera de ese perfil, según los datos, no experimentarían mejoras significativas ni sostenidas.

Uno de los hallazgos más destacados fue que el impacto sobre el estrés era débil y pasajero. Aunque algunas personas reportaron sentirse más relajadas después del baño frío, el efecto duraba menos de medio día y no representaba una solución real o constante.

Resultados ambiguos y limitados

Otros efectos reportados, como una leve mejora en la sensación de bienestar tras duchas frías de corta duración, se desvanecían por completo después de unas semanas. En cuanto al sueño, los datos fueron insuficientes y además se limitaron a muestras compuestas exclusivamente por hombres, dejando fuera a una gran parte de la población.

En lo que respecta al sistema inmunológico, los resultados fueron igualmente ambiguos. Aunque se observó una menor cantidad de días laborales perdidos por enfermedad entre quienes se exponían al frío, no se registraron mejoras concretas en la respuesta inmune del organismo.

Una práctica con más riesgos que recompensas para muchos

Curiosamente, uno de los efectos mejor documentados fue negativo: el agua helada desencadena una respuesta inflamatoria aguda en el cuerpo, tanto al momento de la inmersión como en la hora siguiente. Esta reacción es comparable a la inflamación muscular provocada por el ejercicio intenso, lo cual puede tener cierta utilidad para atletas. Sin embargo, como advierte Ben Singh, uno de los autores del estudio, esta respuesta podría resultar perjudicial para personas con dolencias previas o condiciones médicas que las hagan vulnerables al estrés fisiológico.

En resumen, aunque los baños fríos pueden ofrecer ciertos beneficios puntuales a un grupo específico de personas —principalmente atletas—, no hay evidencia contundente que respalde su efectividad generalizada, indica Xataka. La práctica, en lugar de una fórmula mágica de bienestar, parece ser más bien una moda con beneficios discutibles y potenciales riesgos para la salud.

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