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¿Es posible tener visión sobrenatural?

1) Para saber El papa Juan Pablo II perdió a su madre cuando sólo tenía nueve años de edad. Los padres del Papa habían tenido tres hijos: Eduardo, una niña que murió al poco de nacer y Karol (así se dice Carlos en polaco y es el nombre de pila del Papa). Cuando Karol estaba a punto de terminar el bachillerato, de nuevo la desgracia se abatió sobre la familia: Eduardo, que acababa de finalizar la carrera de Medicina y había logrado colocarse en un hospital, murió en plena juventud. Cuenta Helena Szcepanska, una de las profesoras del Liceo en donde estudiaba Karol, que el día en que se enteró de la muerte de Eduardo fue a visitar a Karol a su casa. Al llegar y saludarlo exclamó conmovida: “¡Pobre Karol! ¡Has perdido a tu único hermano! Karol le respondió con plena sencillez y serenidad: “Acepto la voluntad de Dios”. Comentaba sorprendida aquella mujer: “Quedé confusa, porque comprendí que su fe era mucho más profunda que la mía”. En efecto, el Papa en su vida ha dado muestras de tener una gran fe y confianza en Dios. Las grandes penas o dificultades por las que ha pasado no han impedido que conserve la paz. Ello se debe a que sabe ver las cosas y acontecimientos desde una perspectiva muy alta, bajo la luz de la fe y con la sabiduría que le otorga el Espíritu Santo mediante su don. Para pensar Las decisiones de los hombres, aunque buscan la propia felicidad, muchas veces no la consiguen. Dice un autor espiritual, Boylan, que lo malo no es tanto que ignoremos lo que es bueno para nosotros, sino que creamos saberlo estando equivocados. La razón está en que el hombre suele querer encontrar la felicidad sólo con sus propios planes, y si acude a Dios es sólo para pedirle que se lleven a cabo sus planes personales. Pero la situación verdadera es completamente distinta. Dios ya tiene unos planes estupendos para cada uno, y sólo desea que cooperemos a ponerlos en práctica. Y está claro -finaliza Boylan- que nuestros planes nunca podrán superar a los de Dios. La cuestión está, entonces, en descubrir cuál es ese plan que tiene Dios para cada uno de nosotros. Y, una vez descubierto, nuestra misión consistirá en seguirlo a toda costa, cueste lo que cueste, pues ahí se encuentra la máxima felicidad que es posible conseguir aquí en la Tierra, y luego la máxima en la otra vida. Es preciso estar convencidos de que el plan divino es el mejor para nosotros. Ya San Pablo nos lo recuerda: “Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor; y determinó, porque así lo quiso, que por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos” (Ef. 1,4-5). Esa santidad se consigue cumpliendo el plan que Dios amorosamente ha dispuesto para cada uno. El Don de Sabiduría nos permite descubrirlo, compartir con Dios “algo” de su Sabiduría, es decir, ver las cosas de modo parecido a cómo Dios la ve, desde su perspectiva. Pensemos cómo estamos colaborando para que se cumpla en nosotros ese plan divino. Nos podemos preguntar todos los días si lo que estamos haciendo va de acuerdo o no al querer de Dios, a fin de rectificar a tiempo si acaso nos desviamos. 3) Para vivir Pero seguir los planes de Dios supone tenerle una gran fe. Supone confiar más en Él que en nosotros. Mediante el Don de Sabiduría el Espíritu Santo nos ayuda a que podemos contemplar y querer todas las realidades según el mirar de Dios. Por ejemplo, ante la muerte de una persona querida, aunque haya mucho dolor, se tendrá la esperanza cierta de que sigue viviendo su alma. Y si esa persona vivía cerca de Dios durante su vida, podremos tener la confianza de que se encuentra ya disfrutando de una vida eterna llena de felicidad. Gracias al Don de Sabiduría podemos juzgar rectamente acerca de todos los acontecimientos y darles su verdadero sentido. Ello hará que vivamos llenos de una paz interior, como el papa Juan Pablo II, y que ninguna contrariedad sea capaz de quitárnosla. José Martínez Colín es sacerdote, ingeniero en Computación por la UNAM y doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra. Correo: padrejose@ich.edu.mx

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