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La Frontera Invisible

¿Quién perdió Irak? Es la pregunta que esta semana se repite afanosamente en los medios de comunicación en Estados Unidos. En los 50s, la pregunta era ¿Quién perdió China? Luego se preguntaban ¿Quién perdió Cuba? y un poco después ¿Quién perdió Vietnam? A los estadounidenses les encanta hacerse este tipo de preguntas. Quizá porque piensan que todo debe tener una explicación “racional” y de preferencia simple, es decir, sin complejidades ni matices. Además es muy probable que la mayoría de ellos no se dé cuenta de que en la formulación de la pregunta hay un sentido de prepotencia sobre “lo perdido”, de que lo que se “perdió”, de algún modo alguna vez le perteneció a Estados Unidos. Aunque también podría ser una manera disfrazada de adjudicar responsabilidades o culpas y lo que realmente preguntan es quién tiene la culpa del desbarajuste actual en Irak después de la enorme inversión, en términos de vidas y dinero, que hicieron en ese país. Un cuestionamiento que destapa la caja de Pandora porque la lista de villanos es larga. A la cabeza, sin duda, está George W. Bush, el presidente que declaró la guerra a Irak sin contar con argumentos legítimos. El hombre que desoyó las advertencias de los líderes de 54 países que le advirtieron que con su aventura desestabilizaría toda la región. Hoy la profecía se cumplió. Yo no creo ni por un minuto que la invasión a Irak haya tenido como meta democratizar al país. El primer pretexto fueron las famosas e inexistentes “armas de destrucción masiva”. El segundo fue el también inexistente apoyo de Saddam Hussein a los terroristas de Al Qaeda. Después, cuando los mercaderes de imagen llegaron a la Casa Blanca de Bush fue cuando rediseñaron el mensaje y se sacaron de la chistera el mito de la democratización de Irak. El problema grave es que no deja de haber ingenuos o sinvergüenzas que se creen el engaño o quieren explotarlo para su beneficio. Lo que hoy sucede en Siria, Irak y Líbano debe ser una lección para aquellos santones que quieren hacernos creer que la democracia es un producto exportable igual que las películas o la coca cola. La democracia o surge desde abajo en los países o fracasa estrepitosamente. Como era de esperarse en este clima de exasperación política envenenada en Estados Unidos, para los senadores republicanos John McCain y Lindsey Graham el que tiene la culpa del desastre es el presidente Barack Obama por haber cumplido el deseo de la inmensa mayoría de los estadounidenses que después de once años de guerra exigían la retirada de todas las tropas estadounidenses. Según los republicanos si Obama hubiera dejado un contingente suficiente de soldados norteamericanos en el atribulado país, hoy estaría en paz. En la famosa paz trancazo en la que los atentados terroristas en mercados y plazas públicas se suceden casi a diario. Como es de suponer, estos guerreros infatigables no dicen por cuánto tiempo dejarían a los muchachos estadounidenses metidos en una guerra religiosa entre dos tribus árabes que empezó en el siglo VII y que, según parece, no tiene cuando acabar. Otro villano natural es el Primer Ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki quien con su sectario estilo de gobernar favoreció descaradamente a su tribu y exacerbó la histórica animadversión con las otras. Claro que también se podría culpar a los viejos poderes imperiales, principalmente Gran Bretaña y Francia, que dividieron mal las tierras en el mítico paraíso terrenal. En ultima instancia, los verdaderos culpables son los iraquíes que discuten a bombazos sus diferencias religiosas. Obama tiene razón cuando repite que ni un solo soldado norteamericano volverá a pisar territorio iraquí pero enfatiza que EE UU no puede quedarse cruzado de brazos ante la amenaza que representa un estado beligerante que tiene como meta atacar a Estados Unidos. La situación actual es delicada y va a requerir una reacción bien pensada. Pero cualquiera que sea esta reacción, EU, es decir los poderes ejecutivo y legislativo, debe entender de una vez y para siempre que no debe intervenir en los asuntos de otros países porque cada vez que interviene, aunque sea tímidamente como en el caso de Egipto o Libia, causa tal inestabilidad política que los ciudadanos del país supuestamente “defendido” quedan en una situación de precariedad infinitamente peor de cómo estaba antes de que el presidente de Estados Unidos se adjudicara la responsabilidad de salvarlo de su propia gente. Es evidente que dada la magnitud de la crisis actual lo urgente es resolver el conflicto militar pero viendo hacia delante quizá habría que pensar en como rescatar el viejo plan de Joe Biden que proponía una división política del país en tres regiones aunque no como regiones autónomas bajo un mismo gobierno sino como países independientes, uno para los kurdos, otro para los sunníes y un tercero para los chií. Por lo pronto mal haría Estados Unidos en no aprovechar la coyuntura para limar asperezas con el gobierno de Irán que en este caso está en el mismo barco que Estados Unidos, y buscar un entendimiento pacífico respecto a la disputa por el desarrollo de la energía nuclear en ese país. *El autor es analista político. Estudió Filosofía en la UNAM. Actualmente escribe en 19 periódicos de 12 países.

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