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La Frontera Invisible

Por el tono de voz y la expresión facial de la veterana reportera de la NBC Andrea Mitchel la noticia no admitía duda. La creciente lista de conflictos y crisis en el mundo ponían en jaque a la política exterior del Presidente Barack Obama. De Libia a Siria a Ucrania a Israel a Gaza la progresiva violencia delataba sobre todo la impotencia del presidente considerado el hombre más poderoso del mundo. Pero, me pregunté mientras veía el noticiero, ¿es el presidente de Estados Unidos realmente responsable del violento caos en el que viven los libios después de la caída del dictador Muammar Gadafi? ¿Se le puede exigir responsabilidad por no detener al dictador Bashar al Assad del magnicidio contra sus propios ciudadanos en Siria? ¿Podía haber adivinado la ambición imperial de Vladimir Putin e impedido que se posesionara de Crimea y dejara de patrocinar el espíritu secesionista de los separatistas ucranianos? ¿Se le puede culpar por no resolver pacíficamente el conflicto entre israelíes y palestinos que nadie sabe a ciencia cierta cuando empezó pero que ha sobrevivido a los esfuerzos de todos los presidentes estadounidenses desde que se estableció el estado de Israel? ¿De verdad piensan algunos estadounidenses que el poder de su presidente es casi infinito? No cabe duda que ha habido presidentes cuyas decisiones en materia de política exterior dan la apariencia de ser las de un hombre poderoso. Considere por ejemplo las decisiones de George W. Bush de invadir Irak y Afganistán pero juzgue también las terribles consecuencias y el precio que Estados Unidos, Irak, Afganistán y otros países de la región han tenido que pagar por estas demostraciones de poderío que han resultado huecas y costosísimas. La crítica de que el gobierno de Obama ha perdido el control de los acontecimientos mundiales ni es nueva ni es exclusiva contra Obama. Es más bien recurrente y afecta, en mayor o menor medida a casi todos los presidentes, sobre todo durante su segundo período si es que logran reelegirse pero también a algunos en su primero. Si revisamos con cuidado la historia de Estados Unidos yo diría que el “descontrol” de los presidentes en temas de política exterior se ha dado en racimo a partir de Harry S. Truman, quien desoyendo el consejo de diplomáticos como George Kenan, quien sugería una estrategia de contención del comunismo moderada, optó por una política que llevó al país a la guerra en Corea, propició la consolidación del régimen de Mao Tse Tung en China y terminó siendo culpado por los estadounidenses como el hombre “que perdió China”. Otro “descontrolado” fue John F. Kennedy, quien perdió la brújula de la política exterior muy al principio de su administración en la década de los 60s, cuando ordenó una invasión a Cuba que fracasó estrepitosamente en la famosa Bahía de Cochinos. Sobrevino después la peligrosa confrontación con la URSS sobre las bases militares soviéticas en territorio cubano que si bien obligó a los aventureros soviéticos a retirar sus armamento de la isla tuvo al mundo al borde de una guerra nuclear aunque por otro lado cimentó la dictadura de los hermanos Castro en la isla caribeña, primero con Fidel y ahora con su hermano menor, el geriátrico Raúl. Luego vendría el fracaso mayor de su administración cuando dispuso el aumento de la presencia militar estadounidense en Vietnam, lanzando una guerra inútil que se extendería durante la gestión de Lyndon B. Johnson y Richard M. Nixon. Y ni qué decir del “descontrol” y la incomprensión de Ronald Reagan de las realidades en América Latina cuando tomando partido por las dictaduras militares que reinaban en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, se puso en contra de la mayoría de sus poblaciones. Un despiste que continuó aún cuando los gobiernos de México, Panamá, Colombia, Venezuela, Argentina, Brasil, Perú, Uruguay y posteriormente Costa Rica le intentaron hacer notar que la estabilidad de la región no requería de un enfrentamiento armado sino de una negociación para erradicar las dictaduras y elegir regímenes populares y democráticos. En su afán por combatir la influencia cubano-soviética en la región Reagan y sus asesores dilataron la paz en América Central y causaron muerte y destrucción que debió haberse evitado. Sólo el escándalo Irán-Contra, en el que los empleados de Reagan fueron descubiertos vendiendo armas al enemigo para financiar a la Contra nicaragüense, hizo patente que Reagan nunca fue capaz de controlar la política exterior de su administración en América Latina. Años después la implosión de la Unión Soviética llevaría a sus admiradores a darle un crédito inmerecido en asuntos de política exterior. Pero no nos confundamos con este recuento de “descontroles” de los presidentes estadounidenses. Si hiciéramos un recuento riguroso de los errores cometidos por los presidentes de cualquier país del mundo muy probablemente la lista sería interminable. Como bien dijo alguna vez Abraham Lincoln, quien para muchos, entre los cuáles me cuento yo, ha sido el mejor presidente de Estados Unidos, “No solo no pretendo haber controlado todos los acontecimientos que enfrenté sino que confieso lisa y llanamente, que hubo muchos sucesos que me controlaron”. El autor es analista político. Estudió Filosofía en la UNAM. Actualmente escribe en 19 periódicos de 12 países.

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