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Vender Pemex/CFE y cobrar impuestos

Es de risa leer y escuchar las maromas del Presidente de la República porque no ha podido cumplir, ni cumplirá, una de sus principales promesas de campaña: bajar el precio de las gasolinas.

No, no es cosa sencilla. El precio final al consumidor depende de muchos factores, incluyendo el precio internacional del petróleo, pero seamos sinceros, el mas importante componente es el 30% de impuesto que le impone el gobierno, su gobierno, a lo que terminamos pagando los consumidores.

Entonces ¿porque AMLO no ha determinado bajarlo si el impuesto depende de él? Pues muy sencillo, el gobierno de México requiere el dinero para intentar cumplir las múltiples promesas que se hicieron durante la campaña.

Decía Margaret Tatcher una verdad fundamental: “no existe el dinero público, existe el dinero de los contribuyentes”. Y ahondaba en algo mucho mas profundo: “el socialismo se acaba, cuando se acaba el dinero de los contribuyentes”.

¿Como continuar con las promesas de “bienestar” (regalar dinero a diestra y siniestra) si tu recaudación fiscal se te cae?

Claro que nuestro Gobierno tiene muchas formas de agenciarse de dinero, pero quizás la mas importante sea vendernos energía en forma de electricidad y combustible.

Y bueno, ahí tenemos que eso implica hacer de PEMEX y CFE, dos empresas eficientes, y ya lo dijo hasta nuestro expresidente Vicente Fox, no hay forma.

Por eso, creo que insistir en la inversión en las refinerías o en la compra de carbón, es absolutamente inútil y solo aleja al Gobierno de Lopez Obrador de atender “primero los pobres”.

Tengo la teoría personal, de que al Presidente pronto se le vendrá la realidad encima. Y será en forma de avalancha. Incontenible. Abrumadora.

Con ello, va a resultar que el camino emprendido por Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de privatizar las empresas públicas y abrir aun mas la economía del país al mundo, pues no era tan malo como él creía y que el manejo del gobierno solo necesitaba algo que sigue prometiendo en sus interminables discursos mañaneros y que aún no es realidad: eliminar la corrupción gubernamental y el dispendio en el gasto público.

Ahí está la parte importante en la que hay que hacer verdaderos y eficientes esfuerzos. Eliminar todos los resquicios para robar el dinero público o hacerse de beneficios (ilegales) gracias a él.

Por eso creo que, al no haber fuente infinita de dinero, se va a tener que hacer realidad algo que hemos pospuesto por muchos sexenios, cobrarnos impuestos a todos.

La base tributaria de este país es un desastre. Muy poca gente contribuimos al gasto público porque muy pocos individuos somos sujetos activos en el tema. Aún nos da miedo el establecer un IVA generalizado (y bajo) a todos los productos consumibles (incluyendo alimentos y medicinas) y de plano, deshacernos de empresas como PEMEX y CFE que, en el mundo civilizado, son propiedad privada y contribuyen mas eficientemente al Gobierno que cuando eran de su propiedad.

En un mundo ideal, el Gobierno solo debería dedicarse a hacernos mas fácil la vida a los ciudadanos, proporcionarnos los benefactores básicos y sentar las bases del crecimiento de los pueblos, pero para ello tiene que cobrar impuestos.

Ya está bueno de tolerar a ambulantes, transportistas y vendedor@s informales en casas, que no acatan ninguna obligación legal y solo merman los ingresos del gobierno.

Acabo de estar en China y ahí ya nadie maneja dinero en efectivo o se ha reducido a montos mínimos. Ahí todo es dinero electrónico (y fiscalizable, sigo yo) y ¿les digo algo crudo? Ya quisiéramos estar como el pueblo chino en materia de desarrollo y servicios públicos. Es mas ¡ya quisiera Estados Unidos estar como ellos!

La realidad, Señor Presidente de la República, está a punto de alcanzarlo: si quiere seguir siendo el Robin Hood que le espetaron en la marcha del domingo pasado y quiere realmente llevarnos a otro estadio de bienestar, necesita cobrar impuestos y hacer eficiente la recaudación. Lo demás, se va a dar cuando haya dinero para gastarlo eficientemente.

 

*El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.

 

 

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