La sierra de la Rumorosa: antes y ahora
Matías Gómez (1875-1931), maestro normalista, en sus Breves apuntes geográficos del Distrito Norte de la Baja California (1918) dio a conocer una descripción rigurosa de la sierra de la Rumorosa y la ubicó en su contexto geográfico y orográfico.
Matías Gómez (1875-1931), maestro normalista, en sus Breves apuntes geográficos del Distrito Norte de la Baja California (1918) dio a conocer una descripción rigurosa de la sierra de la Rumorosa y la ubicó en su contexto geográfico y orográfico: “El Distrito Norte está atravesado de norte a sur por una cordillera discontinua, que no es más que la prolongación del sistema montañoso que recorre la Alta California, denominado Sierra Nevada. Esta cordillera es de una topografía áspera, sin árboles, de naturaleza volcánica, cortada por cañadas y mesetas más o menos extensas con suaves pendientes hacia el oeste y bruscas y escarpadas al oriente, donde forman a veces profundos precipicios. Se le puede comparar con el esqueleto de una serpiente, cuya columna vertebral es la cordillera eje y las costillas, los contrafuertes o estribaciones que van a dar a las costas. Entre una y otra estribación o para seguir el símil, entre costilla y costilla, corren arroyos profundos, generalmente sin agua pero que a veces la tienen en épocas de lluvia y que se resume en los lechos arenosos tan pronto como pasa la estación.”
Setenta años más tarde, el periodista Humberto Ramos expuso (El vaivén, abril 1987) algo menos científico sobre esta misma serranía: “uno de los paisajes que más nos asombra por su imponencia es la Sierra de Juárez en su porción conocida como La Rumorosa”. Y Ramos añadía que “al recorrer la sinuosa carretera que asciende desde aproximadamente 3 metros bajo el nivel del mar (Laguna Salada), hasta más de 1,000 metros de altitud, nos preguntamos cuál será el origen de esta montaña y su paisaje tan especial, de rocas desnudas y grandes precipicios, quizás único en el mundo.”
El Camino Nacional fue una obra magna de la ingeniería bajacaliforniana. Los tramos que iban desde Mexicali hasta llegar al pie de la cuesta de Picachos eran terreno plano, en una zona desértica; el tramo de subida fue el más complejo de trazar y realizar, mientras que el tramo que iba de la cima de la sierra (a 1,200 metros de altura) a Tecate y a Tijuana tampoco tuvo problemas mayores. Lo que en los informes de la época no se menciona es el costo en vidas humanas que provocó su construcción. A pesar de que el Camino Nacional fue hecho en invierno, los accidentes fueron múltiples. Recuérdese también que muchos trabajadores eran prisioneros condenados por algún delito, quienes eran mandados a trabajar en las cuadrillas que llevaban a cabo las labores más riesgosas.
Manuel Cota, chofer de camiones de correo a mediados del siglo XX, rememoraba en el libro Historia de Tijuana 1889-1989 (1989), que la sierra de La Rumorosa era una travesía larga, donde la paciencia de los conductores era su mayor atributo a la hora de enfrentarla: “Cuando en 1942 empecé a manejar camiones, de aquí a Mexicali, me iba por el camino viejo y llevaba carga en general, pero me dedicaba más al correo, que tenía las oficinas donde después fue “Dorians”. Cargábamos más o menos 350 valijas por viaje; llegaban en tren a Mexicali y nosotros las traíamos a Tijuana. En tiempo normal hacía 16 horas de Tijuana a Mexicali, pero cuando llovía podía tardar de tres a seis días. Entonces no había casi accidentes: todos los chóferes ya nos conocíamos y teníamos nuestras reglas; el que venía subiendo tenía derecho al camino.”
Ya como carretera federal, construida de 1946 a 1948 en un primer tramo e inaugurada en su totalidad, el 5 de mayo de 1952, por el presidente Miguel Alemán y el gobernador Alfonso García González, esta autopista no detuvo el flujo de víctimas, pues los accidentes por las curvas peligrosas de La Rumorosa pronto cobraron cientos y luego miles de defunciones. Los automovilistas imprudentes y los veloces camiones de carga o de pasajeros cayeron por las empinadas laderas y se estrellaron contra las rocas del fondo. Pronto, decenas de cruces señalando a los muertos decoraron la carretera. La panorámica misma de La Rumorosa era y es impresionante: montañas de rocas que crean catedrales de piedra, montañas que la luz solar hace brillar en la distancia. Pero si uno presta atención, lo que más impacta es ver los restos de autos y camiones en sus faldas, mudos testigos de tragedias que se repiten año con año. En ese sentido, la Rumorosa es una montaña que recibe, de tiempo en tiempo, ofrendas de sangre por la imprudencia de sus viajeros.
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