Una reforma electoral a destiempo y peligrosa
Andar “ensayando” nuevas reglas electorales a menos de año y medio de la elección presidencial del 2024 es hasta peligroso, sobre todo porque de todas las reformas constitucionales que ha propuesto el Presidente AMLO durante su sexenio, la mayoría habían sido más bien cosméticas y de poco “fondo”.
Andar “ensayando” nuevas reglas electorales a menos de año y medio de la elección presidencial del 2024 es hasta peligroso, sobre todo porque de todas las reformas constitucionales que ha propuesto el Presidente AMLO durante su sexenio, la mayoría habían sido más bien cosméticas y de poco “fondo”. Reconozco que han cambiado las formas y los estilos, sin duda, pero la (mal llamada) 4T había sido más un cambio de maquillaje que una cirugía plástica, para hablarlo en términos llanos.
La reforma electoral que hoy se retoma, envalentonados como Gobierno porque se “agenciaron” a una parte del PRI en la reforma sobre la extensión del ejército en labores policíacas (con amenazas a miembros de ese partido con antecedentes “casi” penales), es de alto calado: la primera y verdadera transformación que se haría si termina aprobada como está presentada. Una para mal en muchos aspectos, creo yo, aunque -diría el clásico- tiene sus partes buenas.
No me mal entiendan: no veo con malos ojos hacer cambios electorales, pero solo para preparar el 2027, porque si vamos a modificar de fondo el sistema político, esto tiene que discutirse y no solo en el Congreso.
Estamos hablando no solo de modificar al INE y una peligrosa y bizarra forma de seleccionar a los Consejeros Electorales, sino en cambiar la base misma de la representación social en la Cámara de Diputados, la de Senadores, en los Congresos Locales y en los Ayuntamientos. Solo para empezar, olvidémonos de elegir a diputados en nuestro distrito, ahora votaríamos por una lista estatal que nos presentarían los partidos políticos y según la votación que obtengan, quedarían electos por representación proporcional (lo que hace prácticamente inútil tener dos Cámaras).
Con respecto al INE, no veo nada qué cambiarle (quizás los sueldos que devengan los consejeros que son insultantes), pero me parece una institución que funciona muy bien y nos lo ha demostrado con 3 elecciones presidenciales que han resultado con alternancia de partido ganador sin ningún problema para la gobernabilidad del país (fuera del berrinche del 2006).
Entre otros aspectos interesantes y de fondo que me parecen correctos es la desaparición de todos los organismos estatales electorales que, con la alineación de elecciones locales y federales, resultarán innecesarios. También estoy de acuerdo en el planteamiento de disminuir el actual número de regidores, diputados locales, federales y senadores, una exigencia que ahorraría mucho dinero a las arcas de todos los ámbitos de gobierno.
La reforma también elimina el financiamiento regular a los partidos políticos que sólo se otorgaría durante la celebración de elecciones, pero aquí habría que cuidar con lupa el dinero ilícito que pudiera suscitarse en las mismas.
Un aspecto preocupante es la injerencia (seguramente de Gobernación, muy al estilo de Barttlet/Salinas en 1988) que controlaría el padrón electoral, seguramente con un sesgo partidista o de abierto uso político desde el gobierno. Ahí hay un riesgo de regresión que no podemos permitir por lo que no debe quedar en sus manos.
En lo general hablamos de una propuesta de cambios profundos, algunos que no me gustan nada y otros en los que estoy completamente de acuerdo. Sin duda deberíamos seguir de cerca las discusiones legislativas y por supuesto, incorporar a todos los sectores posibles de la sociedad, porque trastocar la institucionalidad a estas alturas con una carrera presidencial adelantada y muy avanzada parece de locos (y quizás lo es). Estemos atentos.
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