Un inocente de 13 años se nos fue
Hace 4 semanas celebrábamos los logros deportivos de mi sobrino, el menor, muy emocionado por su participación e involucramiento en los deportes que le encantaban.
Hace 4 semanas celebrábamos los logros deportivos de mi sobrino, el menor, muy emocionado por su participación e involucramiento en los deportes que le encantaban.
Gabriel era un niño que lo vi crecer de la mano de sus papás y de sus abuelos y que lo teníamos muy consentido.
De bebé, un día mi hermana lo escuchó balbucear un “tititón, mamá” que no era otra cosa que repetir el “gordito cachetón de su mamá” con el que le indicaba que era el consentido de ella.
Eso hoy es un himno en mi familia para referirnos al hijo más “chipilón” o favorito de cada uno.
Hoy Gabriel ya no está. Un extraño (y peligroso) virus se le alojó en su cerebro y se lo llevó en tres semanas. 20 días muy duros para toda la familia que frente a nuestros ojos vimos cómo su salud se deterioró día a día sin que valiera cualquier esfuerzo médico, de oración o de voluntad por sacarlo adelante.
Estamos destrozados, sí. Estamos perplejos, sí. Estamos aturdidos y sin entender nada, también.
Un niño inocente, con toda su vida por delante, murió por razones inexplicables para nosotros aún.
Te pone a pensar no solo en la injusticia de la vida sino en cómo muchas veces la desperdiciamos en cosas sin importancia.
Las posibilidades de la familia nos permitieron ofrecerle todo lo que estuvo al alcance para salvarlo y aun así se nos fue. ¿Qué destino les depara a quien no ha pensado o se ha preparado para una contingencia como ésta?
Un golpe tan duro te pone a pensar y preguntarte muchas cosas. ¿Porque a nuestro niño? ¿Por qué habiendo tanta gente mala en el mundo un inocente e inteligente niño tiene que morir? ¿Que haces para recuperarte de una pérdida así como padre, como familia? ¿Que aprendes de una experiencia tan dolorosa?
Dice su hermana mayor que vivir hasta los 13 años fue vivir feliz toda su vida: no tuvo preocupaciones, no sufrió la pubertad ni las complicaciones de la vida adulta, pero tampoco, ahora lo digo yo, tuvo la oportunidad de seguir haciendo lo que le gustaba.
El punto es que Gabriel ya no está y nos deja un gran vacío. Nos toca reflexionar sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas y para dónde vamos; sobre lo que realmente importa y lo que vamos a hacer con este conocimiento de ahora en adelante.
Mi niño, uno de mis niños, se nos ha ido. La vida nos lo ha arrancado de una manera brutal. Da igual quién eres, qué tienes, a qué te dedicas o dónde estés, la adversidad toca a tu puerta y entra como torrente sin pedir permiso. ¿Qué tan preparados estamos para ello?
Gabrielito ya no está y hay que seguir viviendo para honrar a los que se fueron, incluyéndolo, pero también a los que nos quedamos.
Dijo en alguna ocasión la escritora Hellen Keller: “lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Lo que amamos profundamente, se convierte en parte de nosotros mismos”. Así será.
Abrazo con todo mi amor a mi hermana, a su papá, a mi madre, a sus hermanas, a mis hermanos y sus hijos, a la familia en general, a los amiguitos de Gabriel y sus familias. Que encontremos muy pronto la paz interior que tanto necesitamos.
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