AMLO, un peligro para la democracia
A lo largo de estos últimos cuatro años, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha construido una narrativa que lo presenta como un presidente preocupado por los pobres y los grupos más vulnerables.
A lo largo de estos últimos cuatro años, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha construido una narrativa que lo presenta como un presidente preocupado por los pobres y los grupos más vulnerables; en contra de los privilegios y de los grupos con intereses particulares; un presidente a favor de la austeridad y en contra de la corrupción; como un presidente en contra de las élites y a favor del pueblo, pero también como un presidente que habla de la “democracia del pueblo”.
Sin embargo, esta es sólo una narrativa que ha servido para ganar votos y darle fuerza a un movimiento social que buscó una salida ante la crisis y el agotamiento de los partidos políticos dominantes, pero en realidad AMLO representa una amenaza para la democracia y para un conjunto de valores en los que se basa la convivencia cotidiana entre las personas.
Hagamos un repaso rápido de los cambios que ha realizado el gobierno de AMLO en estos cuatro años para comprobar lo anterior. El primer paso y más fundamental que ha dado hasta ahora es “desmantelar” o destruir todo lo que, supuestamente, se hizo durante los gobiernos neoliberales. Desde el campo de la economía hasta el de lo social, la educación, la salud, pero también en cuanto a la forma de gobierno republicano que había en México.
Todo ha sido destruido o desmantelado como resultado de una visión simplista que clasificó al neoliberalismo como un sistema económico, político y social impuesto por las élites económicas (nacionales e internacionales), que a través de su dominio imponían políticas económicas o sociales cuyo único fin era beneficiarlas. En lo político imponían presidentes, gobernadores, diputados y presidentes municipales.
En el lugar de lo destruido no hay algo que pudiéramos llamar “socialismo” u otro sistema, sino que sigue habiendo el mismo capitalismo y una economía regulada o acotada por el Estado. Es decir, sigue habiendo políticas neoliberales en varios rubros, combinadas con medidas de carácter asistencialistas y paternalistas en el campo social.
El modelo de AMLO se parece más a lo que prevaleció en México durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, en donde regía un Estado fuerte en la economía, que tenía bajo su control varias ramas de esa actividad, mientras que en el campo de lo social el gobierno mantenía diversos mecanismos “compensatorios” (subsidios, etc.) para apoyar a los sectores más pobres o en desventaja. Fue el modelo populista de los sesenta al que López Obrador retorna ahora, llevándolo al extremo al repartir dinero en efectivo a millones de personas y familias.
AMLO se dice el presidente de los pobres, pero el número de pobres ha aumentado durante su gobierno en una cifra que alcanza los dos millones. Esto para no hablar de todos los demás rubros en donde hay deficiencias y fallas enormes de parte del gobierno, como son la inseguridad, la educación, los sistemas de salud y la infraestructura urbana en las grandes ciudades.
Pero, con todo, donde se aprecian los mayores retrocesos es en el campo de lo político y la democracia. Para empezar, revivió a niveles nunca vistos el nefasto “presidencialismo” en México, convirtiendo a la presidencia y al presidente en el eje de toda la vida política del país y del poder. Ahora volvemos a tener una presidencia omnímoda, con un partido que tiene mayoría en la cámara de diputados y senadores, que influye en las decisiones de la SCJN y que acapara, desde la mañanera, el espacio público.
En pocas palabras, ahora hay una presidencia o un presidente que tiene el control de todo el engranaje del sistema político y electoral del país, con partidos atados o maniatados y con un INE bajo su control. Un presidente que está cambiando todas las reglas del juego para impedir que las “élites” o los conservadores puedan retomar el poder.
Es el retorno o la implantación del viejo régimen político y de gobierno que hubo en México. Ahora vuelve a haber un presidente que también es “legislador”, que busca ser juez supremo, que es el presidente de su partido Morena (que es suyo, obviamente), que es el jefe de los gobernadores de ese partido y presidentes municipales, pero también es el presidente que encabeza todos los programas sociales y de apoyo a los pobres, pero –por encima de todo- es el único que tiene voz en su gobierno.
Nunca había existido un presidente con tanto poder como el de AMLO. Su gabinete no existe, él es el único que habita en palacio nacional. El que guía las acciones y toma todas las decisiones que salen del gobierno. Los demás son comparsas, cómplices y aliados, sin autonomía y sin libertad para pensar y actuar por sí mismos.
AMLO puede ser el presidente que le dé un golpe de muerte a nuestra débil democracia, con tal de asegurar que su partido, su candidato o candidata, gane la elección de 2024. Eso es lo que está haciendo.
Aviso a mis lectores: esta columna tomará un receso por unos días para retornar el 6 de enero. ¡Felices fiestas!
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