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Los priístas oportunistas

Ya dio inicio el proceso de elección del próximo presidente de la república, quien, dadas las condiciones actuales, deberá ser integrante de Morena.

POR EL DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Ya dio inicio el proceso de elección del próximo presidente de la república, quien, dadas las condiciones actuales, deberá ser integrante de Morena. Este habrá de surgir de los precandidatos actualmente haciendo campaña a nivel nacional dentro de este partido. De ellos, son dos los que lideran las preferencias: Claudia Scheinbaum y Marcelo Ebrard, los demás podrían solo estar como agregados para engordar el caldo. Lo significativo de esto es que tienen de donde escoger. Quienes andan perdidos y no logran encontrar el rumbo, son los contrincantes. La verdad es que no se perfila nadie con la capacidad ni la simpatía al menos, de lograr avasallar a este partido dominante en todo el país. La supuesta oposición conformada por los frustrados partidos del PAN, PRI, PRD y el Movimiento Ciudadano, no tienen, siquiera, un personaje con el reconocimiento nacional suficiente para competir en las próximas elecciones federales.

Es increíble cómo han cambiado las circunstancias desde que ganó Morena las elecciones federales. Tuve la oportunidad de ser presidente de casilla cuando reinaba el PRI, así como cuando López Obrador fue ungido como presidente por las enormes mayorías. Los priístas acostumbraban a hacer alarde del triunfo cada que podían. Se les miraba el orgullo de ganadores y, además, se ufanaban y te miraban desde arriba como para menospreciarte. Quienes siempre supimos de qué estaba hecho este partido, no nos dejábamos amedrentar ni apantallar.

El primero de julio del 2018, siendo las 6 de la tarde de un día caluroso y totalmente desprovisto de nubes, comenzamos a contar las boletas depositadas abrumadoramente, en las urnas de mi casilla, en la Colonia San Fernando. Nunca en mi experiencia en las elecciones en el país, me había tocado ver como se incrementaban los votos por López Obrador y Morena, y disminuían catastróficamente contra el PAN y el PRI. Las caras demacradas de sus representantes en la casilla mostraban el azoro y la vergüenza. Nada los podía reconfortar y terminaron la jornada electoral avergonzados.

Ahora los priístas huyen de su pasado y reniegan de su militancia, como si fuera una marca letal de la cual no saben cómo deshacerse de ella. Las oficinas del PRI en mi ciudad, que se ubican en un edificio enfrente del Parque Hidalgo en el centro histórico de Tecate, lucen tristes, abandonadas, cerradas a piedra y lodo, sin que exista la posibilidad de que pudieran volver a abrirse, salvo en épocas de campaña electoral. Si antes intentaron darles vida a las instalaciones con cursillos y eventuales reuniones partidarias, ahora más bien deberían pagarle a alguien para que abra las ventanas, ocasionalmente, para que se ventilen. Las preguntas que nos hacemos la inmensa mayoría de los mexicanos son, ¿cuántos miembros tiene este partido en la actualidad? ¿habrá alguien, en su sano juicio, que refrende su militancia abiertamente? ¿logrará conservar su registro nacional o se convertirá en un partido regional?

Lo vergonzoso de la militancia priísta perdedora es que, las actitudes orgullosas, altivas y agresivas con las cuáles nos agredían en sus tiempos de bonanzas, ahora las guardan en sus espaldas, y recurren al discurso morenista para invitarte a ingresar a su nuevo partido. Eso, lo oportunista, nunca lo van a desechar. Los antiguos priístas y nuevos morenistas, siempre serán los que besarán manos y doblarán la cerviz. Vale.

*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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