¿Faltará algo más trágico?
No es la inseguridad en todo el país, el peor de los errores de Andrés Manuel López Obrador, sino el que mayores consecuencias negativas nos traerá.
Por el derecho a la libertad de expresión.
No es la inseguridad en todo el país, el peor de los errores de Andrés Manuel López Obrador, sino el que mayores consecuencias negativas nos traerá. Los delitos mayores, como son el secuestro, las retenciones ilegales, las ejecuciones producidas por el crimen organizado, y los asesinatos del orden común, nos tienen abrumados. No pasa un día sin que se cometan varios en una misma comunidad, pero lo que realmente nos atosiga es que, inclusive aparezcan características que los hacen cada vez más especiales. En otras palabras, los asesinos parece que quieren notoriedad, no solo porque suman puntos al cúmulo diario, sino porque pareciera que también buscan originalidad. Les agregan efectos especiales a las ejecuciones, sobre todo cuando tienen pensado hacer la distribución de sus fotografías, de cómo quedaron cuando ya estaban consumadas.
De esta verdad discutible, se puede hacer varias inferencias, primero; que las posibilidades de ser aprehendidos después de cometido el crimen, son ínfimas. Las autoridades de las fiscalías tienen llenos los archivos de casos de homicidios, sin las mínimas investigaciones. El total de homicidios cometidos al final del día, resultan avasallantes y no les permiten, ni tienen la capacidad técnica ni operativa, como para dilucidarlos. Segundo; dado el hecho comúnmente conocido de las pugnas entre cárteles, las autoridades judiciales encasillan todas las ejecuciones y demás crímenes cometidos, como el resultado de las fricciones entre ellos. Con esta determinación unilateral, dan por terminada la investigación sin haberla iniciado, dejando sin resolver asuntos que, por obligación deben seguir. Tercero; y más determinante, no tenemos una directiva presidencial explícita, que obligue a las fiscalías a cumplir con una tarea tan importante, como el determinar las causas y motivaciones que definieron que fuera ejecutada una persona, así como encontrar al culpable.
Estas anómalas conductas, de quienes esclarecer los homicidios, han hecho posible la aparición de ambientes tragicómicos en los asesinatos de mexicanos. En el caso de los cinco jóvenes jaliscienses, el que hayan hecho públicos videos de cuando se les está torturando y se les obliga a agredirse entre ellos, no solo es insano, sino que dice muy poco de la existencia de esencia humana de quienes los secuestraron. Resulta obvio que se quiere provocar dolor y miedo en la población. Posteriormente y casi al mismo tiempo, dos hermanos chiapanecos, son expuestos en una plaza de ese estado, maniatados y colgados de los brazos, en un acto de desafiante tortura pública, sin que ninguna autoridad municipal, estatal o federal intervenga.
Por estas y otras razones, estoy convencido de que nuestro país se dirige irremediablemente, hacia una crisis multifacética que nos afectará poderosamente. Cuando quienes están obligados a resolver asuntos de justicia, permanecen impávidos ante crímenes tan graves como los relatados, nada se puede esperar. Los policías de cualquier corporación están doblegados y actúan con dureza y supuesta legalidad, solo contra los ciudadanos que no tienen los medios para defenderse.
Cada día que pasa nos enteramos de más ejecuciones que se agregan a las ya existentes. No se tiene en el corto, mediano y largo plazos una solución para ver disminuir o finalizar este período de plena anarquía. No se mira que el Presidente de la República vaya a responsabilizarse, y ordene combatir la violencia y la delincuencia, de manera frontal. Para él es un asunto menor que tiene una solución menos dramática, pues es cuestión de entendimiento entre las partes. ¿Mientras tanto, cuánto más estamos por ver? Vale.
*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC
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