Que no cunda el pánico
La situación actual en el Ecuador no solo es preocupante, sino que es sumamente peligrosa.
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La situación actual en el Ecuador no solo es preocupante, sino que es sumamente peligrosa. El levantamiento armado, que prácticamente hacen los grupos del crimen organizado, puede llegar a convertirse en un enfrentamiento prolongado, en el cual se pierdan vidas de inocentes, y que, con ese pretexto, el gobierno dé inicio a la violación de los derechos de los ecuatorianos. Por lo pronto, ya se impuso un toque de queda para restablecer el control gubernamental, y traerles un poco de confianza a los ecuatorianos. El Presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ya determinó que los sucesos fueron provocados por el crimen organizado, a los que llamó terroristas, quienes asesinaron, en la modalidad de ajusticiamiento, a más de diez personas. Las acciones de respuesta fueron diversas y a la fecha, se encuentran detenidas más de 300 personas.
Ecuador se ha ido convirtiendo en un punto importante para el narcotráfico. En ciudades como Guayaquil, que está situada en la costa del país, se han establecido las actividades del narcotráfico, donde se almacenan, se procesan y se distribuyen drogas ilícitas a toda la región. La existencia de ocho grupos de narcotraficantes, y sus lazos con los cárteles de Colombia y México, los ha fortificado y les ha proporcionado una estructura grupal más consistente. Que un hecho de esta envergadura en el cual un grupo insignificante de narcos, armados y encapuchados tomaran la decisión de irrumpir en el set de un programa noticiero de televisión, hagan rehenes y asesinen a personas, sin motivo alguno, puede tener repercusiones graves en otros países de la región y del mundo.
La corrupción es un fenómeno social que está presente en la mayoría de los países del mundo. Las policías municipales son las que con mayor frecuencia ceden a las presiones de los narcotraficantes. No obstante, los funcionarios de primero, segundo y tercer nivel, también se corrompen y facilitan las operaciones del narcotráfico. Esto ha fortalecido el crecimiento de las bandas de criminales, y por consiguiente han sido amparados por los policías. Les han permitido adquirir armas de alto poder, con las cuales han enfrentado a todas las fuerzas armadas de los países. En México, el crimen organizado ha mostrado más capacidad armamentista que el propio ejército, aunque no tiene ni demuestra capacidad estratégica. Como muchos de los miembros que participan en los ataques armados, por parte del crimen organizado está obligados, no tienen experiencia en armas, es fácil que sean los primeros en caer.
Los riesgos que el enfrentamiento entre el ejército ecuatoriano y el crimen organizado traen para otros países, entre ellos el nuestro, son que los delincuentes mexicanos quisieran replicarlo aquí, y muestren una capacidad suficiente para ganar batallas. Por la experiencia de los últimos cinco años de Andrés Manuel López Obrador, sin enfrentar al crimen organizado, tenemos altas probabilidades de que se intentara provocar un conflicto interno. Aunque hasta ahora, el Ejército ha logrado contener y enfrentar a grupos armados del narcotráfico, los enfrentamientos han sido entre pocos elementos de ambos bandos. Las bajas no son todavía significativas, y no tenemos la menor idea de cómo va a reaccionar el ciudadano común y corriente, si se diera un ataque de gran amplitud en una de nuestras grandes ciudades.
No existe entre nuestra población una tradición armamentista, o sea, no tenemos la costumbre de poseer armas de autodefensa, por consiguiente, no sabemos como utilizarlas. Eso nos pone en una posición defensiva que no le ayudaría a las fuerzas armadas. En otras palabras, llevaríamos la de perder. Esto nos lleva a pensar que deberíamos iniciar el proceso de acostumbrarnos al uso de armas como un acto de defensa. Aunque esto tiene otras implicaciones, como la de que tomemos decisiones equivocadas que agraven nuestra pírrica tranquilidad social. Tenemos muchas frustraciones de las cuales los gobiernos de los tres niveles son responsables. Tal vez podríamos intentar cobrarnos algunas de las agresiones que hemos recibido de funcionarios deshonestos. Ayudando de esta manera a quienes nos tienen maniatados en el interior de nuestras casas. Sin embargo, algo debemos hacer porque el gobierno no quiere hacer nada. Vale.
* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.
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