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Una película sin final feliz

Hace poco recibí información concentrada de las finanzas de este sexenio y descubrí, no sin cierto desazón, que las becas del bienestar (y los programas sociales tan publicitados en este gobierno) no vienen de ahorros ni de un gobierno eficiente en el manejo del dinero público. No. Dichos programas se financian con deuda pública. ¡Qué cosa!

Hace poco recibí información concentrada de las finanzas de este sexenio y descubrí, no sin cierto desazón, que las becas del bienestar (y los programas sociales tan publicitados en este gobierno) no vienen de ahorros ni de un gobierno eficiente en el manejo del dinero público. No. Dichos programas se financian con deuda pública. ¡Qué cosa!

Según los datos disponibles, emitidos por el propio gobierno federal, el gasto “excedente” provendrá de un déficit que ronda los $102 billones de dólares y representa más del 5% del producto interno bruto ¡una barbaridad!

Ya hemos tenido en el pasado estas historias cuando el gobierno, por una mala proyección de su manejo financiero, no pudo sostener su nivel de gasto (excesivo) el cual terminó en una deuda externa que, para efectos prácticos, ha sido eterna. Bueno, pues al parecer, ahí vamos de nuevo por el mismo camino o uno muy parecido.

En este período, de todo el dinero que se recibe por impuestos, servicios de empresas públicas, exportaciones de materia prima, derechos, el Gobierno de la República le falta casi el 20% para cubrir su gasto operativo por lo que se recurrirá a seguir incrementando los niveles de endeudamiento.

Contrario a la promesa presidencial de no aumentar la deuda, cada día es más grande, y perdón por decirlo con todas sus letras, ésta película ya la vi y no, no tiene final feliz.

La fórmula es bastante conocida: creas una economía ficticia donde gastas todo lo que puedes o consideras que debes por ayudar a la gente y no te importa (o si te importa pero no lo consideras como un factor relevante) que no tienes cómo sostener dicho gasto. El resultado es muy previsible. La burbuja te explotará en la cara y lo que pasará es lo obvio, los pobres terminarán más pobres y los emprendedores volveremos a empezar porque ya no tendremos el flujo de dinero actual. O algo parecido a ese escenario.

La apreciación que ha tenido el peso gracias a la incertidumbre en los mercados financieros no ayuda en nada, pero es parte y resultado de las decisiones económicas gubernamentales de los últimos años.

Los números son muy claros. La deuda pública al término del sexenio, es de 15 billones 450 mil millones de pesos. En números llanos, cada mexicano debíamos

$80 mil pesos cuando se fue Peña Nieto y hoy deberemos $120 mil con la salida de López Obrador ¡bebés y niños incluidos!

Así que, si no se toman medidas realmente drásticas para reducir el gasto corriente gubernamental (compuesto, incluso por las pérdidas millonarias de las empresas estatales, incluidas Pemex y CFE, entre otras más que son altamente deficitarias), vale más que nos vayamos olvidando de recibir “pensión” de adultos mayores o las Becas Benito Juárez o la de Jóvenes Construyendo el Futuro que, por mucho que estén en la Constitución y sea “obligatorio” otorgarlas, no habrá dinero para pagarlas. Matemáticas simples.

Una verdadera tragedia si consideramos que nuestra economía depende de las exportaciones (que se sigue reportando que van a la baja), de las remesas de dinero de los connacionales que viven primordialmente en Estados Unidos, del dinero del narco (que dicen que ya contaminó a las remesas), y del turismo, que no ha logrado recuperar sus niveles de captación previo a la pandemia. Alerta naranja. El nuevo Gobierno Federal tiene mucho que pensar y decidir antes de seguir en política santo clós.

  • *- El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.