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Aniversario luctuoso para un poeta mexicalense

Es difícil hablar de un poeta como Horacio Enrique Nansen Bustamante, un autor que pocos hoy recuerdan y que, sin embargo, es una fuente de sorpresas en su obra y en su pensamiento.

Gabriel  Trujillo

Es difícil hablar de un poeta como Horacio Enrique Nansen Bustamante, un autor que pocos hoy recuerdan y que, sin embargo, es una fuente de sorpresas en su obra y en su pensamiento. Lo digo porque mientras buscaba nueva información sobre su trabajo literario, descubrí un sitio en las redes sociales donde alguien afirmaba que un compañero de la escuela, en 1994, había recitado el poema Grito de sal y afirmaba que Leonel Villanueva, el recitador del mismo, era el autor de tal texto, un muchacho que ni siquiera había nacido cuando Nansen falleció.

Otro participante en el foro abierto lo corrigió diciéndole que no, que el autor era anónimo. Uno más aseguró que el poema se llamaba Granito de sal y que su autor era un tal Horacio Maset. Sólo hasta que intervino un cuarto participante, las cosas se fueron aclarando, ya que éste informó que su autor era, correctamente, Horacio Enrique Nansen Bustamante.

En esta era de verdades para todos los gustos, en esta era en que el arte es más una apropiación que una creación original, es importante sacar de nuevo a la luz la obra de un poeta del norte mexicano que, en sus escasos 24 años de vida, ofreció al mundo su pensamiento rebelde, su poesía de protesta, su ánimo exaltado, su amistad franca y su amor por su país y su entorno como pocos lo han hecho. Hablar de Horacio Enrique Nansen Bustamante (1938-1963) es recordar un momento histórico importante para la evolución de la literatura bajacaliforniana.

Es necesario aquilatar su labor como poeta en tres textos representativos de su trabajo lírico, como son Grito de sal (1962), Polvo de infancia (1959) y Tierra (1960). Creo que en ellos, en estos tres poemas, está el centro neurálgico de este poeta sonorense avecindado desde niño en Mexicali, un hijo adoptivo de estas tierras desérticas, como tantos otros escritores que aquí han hecho su casa de vida, su hogar de palabras. Nansen escribió sobre nuestra ciudad, sobre su vida colectiva, sobre sus arenales como horizontes de vida.

Debemos tomar en cuenta que ser poeta en el norte mexicano es vivir en ciudades de gran arraigo como en poblaciones recién hechas, es toparse a diario con el mundo moderno, globalizado, tanto como habitar una arcaica geografía que no ha cambiado significativamente en milenios. El poeta norteño, fronterizo, mexicano, vive el tráfago citadino en un entorno que puede ir del desierto a la pradera, de la sierra a la costa. Es un creador que siente lo que vive y que su existencia cotidiana tarde o temprano se trasmina a su poesía.

A veces es un tema cercano, ineludible. A veces es un soplo de realidad que apenas emerge en ciertas palabras. Como sea, vivir el norte, la frontera, el México árido o la ciudad moderna es hacer una travesía fundamentada en la relación fructífera entre un ser humano y el entorno en que reside. Si esa relación es de amor, odio, indiferencia o desprecio no importa. Lo que sí importa es la obra que de esa relación surge y que se vierte en versos, en metáforas, en poemas que hablen de una época determinada (la infancia, por ejemplo), un sitio preciso (una calle, una tienda, un cine), un personaje particular (un familiar, una amiga), un suceso impactante (un descubrimiento, una lectura) o una fuerza natural a la que están ligados (el calor, el viento, la lluvia).

Por eso es tan frecuente que la vida del poeta se vuelque, de una forma u otra, con dolor o con nostalgia, con alegría o pesar, en la poesía que interpreta esos acontecimientos y los reivindica como un espacio original, donde se resucitan los lugares más estimados y los seres más queridos, donde se renueva la promesa de cantar las verdades de la vida, los tropiezos del mundo, desde la experiencia vivida en comunidad pero expresada desde el más fiero individualismo. Tal es el caso de Horacio Enrique Nansen, un joven que en sus veinticuatro años de vida pudo convertirse en la voz de los mexicanos fronterizos, de los hijos aventureros del desierto, de los poetas norteños que tenían -y siguen teniendo- muchas cosas por decir sobre nuestro México y nuestro mundo.

Un poeta cuya trayectoria literaria y periodística pudo ser una de las más importantes de la literatura bajacaliforniana del siglo XX. Pero Nansen murió, misteriosamente, en Guadalajara, un 15 de febrero de 1963. Hace ya más de sesenta años.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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