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Una muerte a esclarecer

Para seguir las pistas de un crimen cometido mucho tiempo atrás nada mejor que la sección de nota roja de los periódicos.

Gabriel  Trujillo

Para seguir las pistas de un crimen cometido mucho tiempo atrás nada mejor que la sección de nota roja de los periódicos. En cuanto a la muerte -suicidio, asesinato- del poeta mexicalense Horacio Enrique Nansen en Guadalajara, el 15 de febrero de 1963, en el Informador del día siguiente, el 16, aparecía una nota titulada “Extraño asesinato” y con una fotografía de frente, tipo credencial, de Nansen.

La información expresaba que: “Dentro del hueco de una jardinera de material de la residencia del señor Alfredo Vázquez, en la calle Robles Gil No. 175 fue encontrado ayer en la mañana por un miembro de la servidumbre, el cadáver de Enrique Horacio Nansen (la equivocación del nombre es evidente), un individuo que debió contar unos treinta años de edad y que, se dice, estaba relacionado con los círculos artísticos de la ciudad. La jardinera se encuentra en el patio interior de la residencia de la calle Robles Gil, tiene unos diez metros de longitud y unos sesenta centímetros de altura sobre el nivel del suelo. El cadáver se encontró dentro de la jardinera, rígido y boca arriba. No se le pudieron encontrar lesiones ni golpes u otras señales de violencia física excepto una escoriación de la piel en el brazo derecho. Sin embargo, estaba cianótico y cuando fue recogido por personal médico de la Cruz Roja, abundante sangre le manaba por nariz y boca aún”.

A esto se agregaba que: “el macabro descubrimiento tuvo lugar a las nueve y media de la mañana de ayer, por un mozo del señor Vázquez y posteriormente, las autoridades comprobaron que el ahora occiso Enrique Horacio Nansen, vivía en el departamento 6-C del edificio ubicado en la calle López Cotilla 1139, que linda precisamente con la residencia de la calle Robles Gil. En efecto, la policía comprobó también que el asoleadero del departamento 6-C, que ocupaba Nansen, se encuentra precisamente arriba del lugar en donde se encontró el cadáver, pero a una altura calculada en diez metros. Sin embargo, se sabe que antier, a las siete de la tarde, Nansen fue visto entrar a su departamento acompañado de dos individuos cuya identidad no se ha establecido. Luego, a partir de las doce de la noche y hasta las dos de la madrugada, los vecinos y el conserje del edificio escucharon gran alboroto, carreras y voces fuertes plagadas de maldiciones que revelaban que Nansen y sus acompañantes estaban riñendo. Ayer por la mañana se comprobó que dos tubos de las instalaciones de agua estaban rotos”.

Ciertamente, la muerte de Horacio Enrique Nansen Bustamante era una muerte misteriosa. De la que no se tenían aún las identidades de los sospechosos y menos el motivo para perpetrarlo. Para la edición del día siguiente, la del domingo 17 de febrero, aparecía una nota titulada “Nada se ha puesto en claro sobre la muerte de Horacio E. Nansen”, escrita por el mismo redactor anónimo del día anterior, donde ya podemos ver que se pone el nombre correcto al poeta: “La investigación que con tanta dedicación y actividad se inició con la extraña y sorpresiva muerte de Horacio Enrique Nansen o Enrique Horacio Nansen, pues de ambas maneras se le ha nombrado, tuvo ayer un paréntesis antes de que los agentes policiacos investigadores pudieran obtener alguna información, por lo menos acerca de los dos individuos que se dice pasaron la noche en el departamento del ahora occiso, de la calle López Cotilla No. 1139″.

El periodista que hizo la nota era un experto en los procedimientos policiales para esclarecer los casos criminales y estaba bien enterado de las indagatorias que debían hacerse para que una investigación diera frutos lo más pronto posible. Por eso le extrañó que, de pronto, el caso pareciera congelarse por órdenes superiores y que ya no hubiera más investigaciones. Alguien había decidido que no tenía caso continuarlo sino darle carpetazo. Las autoridades no iban a indagar más en el asunto porque no tenía caso hacerlo, porque no había intenciones de solucionarlo. Como en el caso de otros periodistas asesinados en provincia, las hipótesis sobre los responsables del asesinato del poeta-periodista no pasaron del conjunto de sus amigos, familiares y conocidos.

El caso de Horacio quedó como un crimen no resuelto. A sus 24 años de edad, la desaparición de Nansen era una pérdida para la cultura bajacaliforniana. Hoy que su muerte sigue siendo un misterio sin resolver, un enigma policiaco, faltan los estudios a su obra, los homenajes a su talento.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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