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Todo el mundo sabe el qué, casi nadie sabe el cómo

Al parecer, todos los políticos y representantes saben lo que quieren lograr en términos económicos: “mayores niveles prosperidad económica para la población”.

Ismael  Plascencia López

Al parecer, todos los políticos y representantes saben lo que quieren lograr en términos económicos: “mayores niveles prosperidad económica para la población”. Sin embargo, casi nadie sabe el cómo, y aquí el peligro, “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”. Veamos los ejemplos de Venezuela, Cuba, Argentina y otros países gobernados por populistas de izquierda o derecha.

Existe una creciente desigualdad económica y polarización en la sociedad y poco acuerdo sobre cómo podemos mediar en estos conflictos. Vivimos en una época de divisiones cada vez más profundas, donde el diálogo entre la izquierda y la derecha o el nacionalismo versus la globalización se han convertido en un enfrentamiento cada vez más divergente, dejando poco espacio para el entendimiento mutuo.

Los economistas tenemos mucho que aportar sobre temas trascendentales como la inmigración, el comercio, los impuestos y el papel del gobierno. Sin embargo, esto se torna complicado y se debe en parte a la presencia de “promesas económicas sin fundamento” en el discurso público, representadas por “economistas” y “no economistas” que ocupan puestos y que a menudo son portavoces de intereses ocultos y tienden a ignorar la evidencia científica y la historia.

Contribuye a la brecha de confianza que los economistas académicos rara vez se toman el tiempo para explicar el razonamiento complejo detrás de sus conclusiones más matizadas. La cultura mediática actual no permite explicaciones sutiles o extensas. La mejor economía es, a menudo, la menos estridente. Los economistas resolvemos problemas combinando intuición basada en la ciencia, experiencia y prueba y error.

Es importante reconocer que los economistas a menudo se equivocan. Lo peligroso no es cometer errores, sino estar tan enamorado del propio punto de vista que no se permita que los hechos interfieran. El ego distorsiona nuestra capacidad de aceptar equivocaciones: “Si vote por ese candidato, difícilmente voy a aceptar que es mal presidente” aunque los hechos sean contundentes.

La gestión de una “buena economía” comienza con resolver problemas, haciendo conjeturas basadas en el conocimiento existente sobre el comportamiento humano, usa datos para probar esas conjeturas y refina su enfoque en función de los nuevos hechos. Se puede comparar la investigación económica con la investigación médica, destacando que los economistas, al igual que los médicos, nunca están seguros de haber alcanzado la verdad absoluta, sino que tienen suficiente confianza en una respuesta para actuar, sabiendo que pueden tener que cambiar de opinión más adelante.

Es crucial adoptar una noción amplia de lo que los seres humanos quieren y lo que constituye una buena vida, más allá del enfoque en el ingreso o el consumo material. Es necesario restaurar la dignidad humana a su lugar central, lo que conduce a un replanteamiento profundo de las prioridades económicas y de cómo las sociedades se organizan para satisfacer las necesidades de sus miembros.

Invito a los lectores a aprender los principios de la “economía” con el objetivo de fomentar un diálogo más constructivo sobre los desafíos económicos y sociales actuales. Y, más importante aún, evitar que los políticos nos engañen con promesas falsas o medidas que tengan consecuencias desastrosas en el mediano y largo plazo.

*- El autor es Presidente del Colegio de Economistas de Baja California y Consultor Empresarial.

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