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Alien Romulus/ Beetle Juice Bleetle Juice

Dirección Fede Álvarez/Tim Burton

Manuel  Ríos Sarabia

Como ya es costumbre, cada verano, desde hace décadas, los estudios le apuestan a lo que consideran propiedades seguras (desagradablemente llamadas franquicias), para recaudar la mayor cantidad de dinero posible del público vacacional. Este año es el turno de Alien y Beetlejuice, entre otras.

Alien, en su séptima entrega “canónica” (novena contando los esperpentos Alien vs Depredador), dirigida por Fede Alvarez, vuelve a hacer lo mismo de siempre, de manera funcional y con una tonelada de fan service.

El uruguayo cumple con la asignatura al pie de la letra, básicamente repitiendo paso a paso la misma trama que hemos visto una y otra vez. Sin arruinar nada, ya que a estas alturas todo aquel que haya visto los episodios anteriores lo tiene memorizado, los beats son idénticos. Una tripulación espacial, que incluye un androide (David Jonsson) y una mujer protagonista (Cailee Spaeny), llega a determinado sitio, en este caso la estación Romulus/Remus, encuentran huevos/facehuggers, son atacados/implantados, surgen aliens, pelean, mueren todos, la protagonista casi escapa, pero se regresa por gato/niña/androide-hermano, escapa de nuevo, el alien se esconde en la nave, batalla final, es lanzado al espacio. Fin.

No obstante la fórmula, Alvarez hace lo posible por refrescarla, iniciando con un cast que parece ser Alien Babies. Cuando en Alien (1979) de Ridley Scott la tripulación del Nostromo rondaba entre los 30 y 53 años, los prófugos de Romulus andan entre los 23 y 26 (gen Z). Justificado como recurso para apelar a la nueva generación, pero en el 79 no era necesario para que niños y adolescentes quedaran aterrados; sólo una historia lo suficientemente interesante, tampoco innovadora (prácticamente remake de Terror en el espacio de Mario Bava, 1964), y una excelente dirección por parte de Ridley Scott.

A pesar de la repetición, y los bebés, la dirección de Alvarez es dinámica y eleva constantemente la tensión (aún con sobresaltos baratos e innecesarios), la fotografía del mexicano Galo Olivares es de primer nivel y el uso de efectos prácticos hacen que valga la pena disfrutar el viaje en la pantalla grande.

Un caso distinto es el de Beetlejuice Beetlejuice, que no es precisamente una franquicia, ya que siendo sólo la segunda entrega, y con 36 años de distancia entre una y otra, la dinámica es completamente distinta. Sin embargo, los resultados no son impresionantes. Lo interesante está en revisitar a los personajes de Lydia (Winona Ryder) y su madrastra, Delia (Catherine O’Hara), ahora con el elemento adicional de una tercera generación, Astrid (Jenna Ortega), hija de Lydia.

La ausencia de Barbara (Geena Davis) y Adam (Alec Baldwin), que fueron el motor de la primera cinta, es conspicua, pero más obvio es que la trama también repite los beats icónicos de la original, un número musical fantasmagórico, una boda forzada...

Sin duda es agradable volver a ver la personalidad de Tim Burton en pantalla, después de varios descalabros sin identidad alguna (Big Eyes, Miss Peregrine, Dumbo), el director recaptura sus idiosincrasias en un acto de nostalgia, actualizando a sus personajes, ahora vistos desde la perspectiva inversa que otorga el paso del tiempo. Resultando en una reconciliación entre tres generaciones de mujeres, que, por las circunstancias de la vida, no veían las cosas desde el mismo ángulo.

El titular fantasma, Beetlejuice (Michael Keaton), ya no resulta tan transgresivo, ahora es más bien una versión diluida y menos irritante. El uso de efectos prácticos también es bienvenido, y aportan lo necesario para retornar a la estética ochentera original.

Una visita al inframundo por demás divertida. Quizá la tercera parte, en el 2060, Beetlejuice Beetlejuice Beetlejuice, sí requerirá de varios fantasmas.