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1974: una tragedia fronteriza olvidada Segunda parte

Aquel 15 de enero de 1974, un accidente en una carretera del sur de California, cerca de Blythe, cimbró la vida de muchas familias fronterizas.

Gabriel  Trujillo

Aquel 15 de enero de 1974, un accidente en una carretera del sur de California, cerca de Blythe, cimbró la vida de muchas familias fronterizas. El camión que transportaba a los trabajadores agrícolas, residentes de Mexicali y Caléxico, derrapó en una curva cerrada y se estrelló contra el fondo de una zanja y luego cayó a un canal de riego. Perdieron la vida 19 jornaleros. El vehículo implicado pertenecía a Jesús Ayala, un contratista de mano de obra de Brawley, que se dedicaba a conseguir trabajadores para los campos agrícolas desde Riverside hasta la frontera con México.

En el reportaje del Calexico Chronicle del 24 de enero de 1974, los periodistas entrevistaron a “John Duddy, abogado de El Centro, quien trabaja con Tom Eckhart. abogado contratado por el Consulado de México en Caléxico”. Según esta nota: “los pasajeros estaban cubiertos por compensación laboral y seguro social. Se proporcionaron gastos de entierro de hasta $1250. El Sr. Duddy celebró audiencias con los beneficiarios, representantes de las compañías de seguros y la junta de compensación laboral con los sobrevivientes. Bajo las condiciones de compensación laboral, se permiten beneficios por muerte de hasta $45,000 pagaderos semanalmente. En el caso de muertes múltiples, como en el caso de la familia Mendoza, en la que murieron cuatro miembros de la familia, se podrían proporcionar mayores beneficios. Los sobrevivientes deben presentar una solicitud de beneficios ante la junta de compensación laboral. Se llevarán a cabo audiencias y se otorgarán beneficios”.

Lo que fue obvio desde un principio es que los defensores de los jornaleros fallecidos y de sus familias fueron tanto las autoridades consulares mexicanas como el sindicato de trabajadores del campo, el famoso United Farm Workers, y que la solidaridad se vio representada por un líder tan conocido como César Chávez. El periódico de Caléxico decía que: “El consulado de México está sirviendo como sitio de reunión y servicios de compensación para aquellos que deseen presentar solicitudes a través de su oficina. La oficina de United Farm Workers también está disponible para recibir asesoramiento. Las audiencias de la junta de compensación laboral se llevarán a cabo en Caléxico”.

Jesús Ayala, el contratista de mano de obra agrícola, había puesto el camión para llevar a los trabajadores residentes tanto de Mexicali como del valle de Imperial. Su objetivo era, en ese viaje, el de proporcionar trabajadores para la empresa High and Mighty Farms en el Valle de Palo Verde. Según el diario de Caléxico, lo que se avecinaba con el accidente era “una enorme cantidad de litigios, que se cierne a raíz del accidente”. A una semana de la tragedia, ya se hablaba de que este accidente reflejaba “negligencia criminal en la operación de autobuses laborales inseguros”, por lo que el abogado John Duddy exigió inspecciones de los vehículos de transporte más estrictas y “ha aconsejado a los jornaleros que le informen siempre que crean que un autobús no es seguro, para que se pueda pintar una calavera y unas tibias cruzadas en el lateral del autobús para informar a otros trabajadores de que se trata de un autobús inseguro”.

Pero no todo quedó circunscrito a temas legales. Había mucha indignación, entre los familiares de las víctimas, contra la empresa transportista de Jesús Ayala. De ahí que una de las consecuencias de la tragedia se vio reflejada cuando unos días después de la misma hubo un ataque “contra tres autobuses pertenecientes a Ayala. Dos fueron quemados el martes por la noche en su estacionamiento en el número 200 de la Avenida Imperial, y el tercero fue empapado con un líquido inflamable. El incidente está siendo investigado”.

Al final, hubo pagos y compensaciones. Los muertos fueron enterrados, los lesionados curados en lo posible y todo siguió su curso. Las empresas estadounidenses querían cumplir sus cuotas de productividad sin importarles cómo conseguir jornaleros agrícolas mexicanos para que levantaran sus cosechas. El sueño americano también era –y sigue siendo- una tragedia en marcha. Es curioso que la mayor celebración de duelo y respeto para los trabajadores fronterizos fue una procesión fúnebre, organizada por César Chávez, que reunió a centenares de mexicanos que cruzaron la frontera de Caléxico a Mexicali. Fue un recordatorio de que la vida de un trabajador vale tanto como la de un empresario exitoso o un político en el poder. Cosa que todavía muchos, en la frontera actual, no entienden o no quieren saber.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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