Trastornos cambiantes
Llevo 45 años ejerciendo la psiquiatría diariamente, hay casos que dejan huella, llevo tantos años que puedo hablar de algunos que sé es imposible identificar de quien se trata.
Llevo 45 años ejerciendo la psiquiatría diariamente, hay casos que dejan huella, llevo tantos años que puedo hablar de algunos que sé es imposible identificar de quien se trata. Me saltan muchos en la memoria, algunos antiguos. Las formas de los trastornos psiquiátricos han cambiado totalmente solamente en mi generación. Las clasificaciones DSM cambian en una especie de concilio de psiquiatras americanos que acuerdan modificaciones cada cinco o diez años. El motivo es más político e ideológico, que realmente clínico.
La necesidad de unir criterios diagnósticos universalmente fue útil para la estadística, pésima para la clínica. En el inicio de mi formación y práctica no era exótico ingresar a una paciente con una crisis histérica conversiva espectacular, ahora es raro ver tanta somatización, la cultura va dándole forma a la clínica por la interacción de genes e historia personal. Muchas explicaciones tuve que dar a mis maestros cuando una paciente se me lanzó a los pies llorando amorosamente, locamente, su amor a mi persona, gritaba mi nombre; fue el resultado de una intervención psicoanalítica silvestre. Aprender a manejar el posible enamoramiento, u odio, de un paciente es algo que lleva años. Mi primera paciente psicótica como estudiante de medicina fue en un hospital campestre de la ciudad de México que ya desapareció, como todos los que había así. Una paciente colectaba su orina bajo la cama en todo tipo de recipiente imaginable, mucho me enseñó mi maestro al explicarme porqué lo permitía siendo un hospital, la respuesta fue su tranquilidad. Deliraba una energía en la orina y se agitaba si se le quitaba. En día de muertos, ese hospital, hacía una competencia sobre poesía necrofílica, el gusto de ganarla se me opacó al ver a un paciente que fue conocido locutor de radio en su juventud y la esquizofrenia lo tenía repitiendo la misma poesía, cada vez que la declamaba terminaba en un éxtasis psicótico, yo no sabía que ganaba el concurso año con año en su largo internamiento. Ya no hay de esos hospitales. Los transistores cambiaron a la sociedad y también a los delirios. Más de un paciente recuerdo sentía tener un transistor en el cerebro, había uno que podía reproducir lo que escuchaba, siempre le preguntábamos qué oía, recuerdo un detallado partido de futbol imaginario. Los delirios eran más sofisticados antes, también hay que decir que se escuchaban más, se les prestaba atención no solamente al hecho de que alucinaran sino al contenido de la alucinación o delirio. Era obligado incluirlo en el expediente, ahora solamente es un número clasificatorio. Me doy cuenta que tendría que contar decenas de casos para mostrar la diversidad de la psicopatología entre los individuos y su tiempo, fascinante.
*- El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana
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