A paso muy lento

Por el derecho a la libertad de expresión

Durante los seis años de su administración, Andrés Manuel López Obrador sostuvo la estrategia equivocada de que debían entregarse abrazos contra los balazos. Agregaba que no odiaba, sino que quería recurrir a la conciencia de los delincuentes para que, a partir de ese slogan fallido, se recuperara la paz en nuestro país. El resultado fue que se le soltaron todos los demonios y no pudo lograr, siquiera, disminuir los atentados, los asesinatos y las ejecuciones en vía pública en todos los rincones de México. Además, dio rienda suelta al crecimiento de la violencia, la delincuencia y las extorsiones, que produjeron que las familias abandonaran sus hogares en aras de proteger sus vidas y las de sus familias.

En su último año de gestión, el gobierno de López Obrador tuvo que aguantar que fuera secuestrado y sacado del país de manera clandestina, el Mayo Zambada, para ser juzgado en los Estados Unidos. Esto, además de ser una violación de las leyes mexicanas, abrió la caja de pandora, que no nos trajo todos los males del mundo, pero sí, tal vez el peor, que es la violencia cruda, abierta y despiadada en el Estado de Sinaloa, en el que ya han sido asesinados en diversos atentados, más de 500 personas desde el 9 de septiembre del presente año, cuando inició el enfrentamiento entre los Chapitos y la Mayiza.

Con la llegada de la Presidenta Claudia Sheinbaum y el nombramiento de Omar Harfuch, como titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, las cosas comienzan a mostrar una nueva fisonomía, pues ha habido aprehensiones importantes, golpes al tráfico de narcóticos con aparente preferencia hacia el fentanilo, pero que debido al enorme problema que significa la ingobernabilidad, no representan nada. México tiene varios focos de violencia extrema, en los cuales las autoridades policíacas y las fuerzas federales, no pueden ni han hecho nada para exterminarlos. Estados como Guerrero, Sinaloa, Estado de México, Baja California, Jalisco, Morelos y Chihuahua son los más afectados por la violencia. Por consiguiente, si la estrategia esencial es la de mandar a Omar Harfuch a cada uno de estos estados, para apaciguarlos, irán a paso muy lento, se va a terminar el sexenio y no habrán culminado.

La realidad es que el Gobierno de México no tiene gobernabilidad. Como lo que se fomentó en los seis años anteriores fue la paz para los delincuentes, ellos ya tomaron al toro por los cuernos, y desarrollan sus actividades con toda la confianza de que no les pasará nada. Los ciudadanos estamos a merced de la violencia y la delincuencia. Los mismos policías forman parte de los agresores que debemos enfrentar. No es nada raro que cuando acudimos a denunciar un delito, las autoridades, a veces de mala gana, nos tomen las declaraciones, nos prometan investigar, y nunca pase nada.

Debe el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, con el poder que tiene, organizar, instruir y designar el personal suficiente y eficiente, para que, en cada uno de los estados con conflictos graves, se atienda esta problemática sin su presencia. No debe ser un requisito más, el que Harfuch esté presente, para que se actúe. Lo que se está pensando instrumentar en Sinaloa, debe replicarse en todos los estados de la república mexicana, y llevarse a cabo unánimemente. De la misma manera que se desarrolló el operativo enjambre en el Estado de México, así se debe instrumentar otro en todos los estados del país. Las labores de inteligencia que se supone se están desarrollando, deben ir aparejadas con acciones de aprehensión emitidas por jueces. De esta manera, quienes sean requeridos irán directo a enfrentar procesos judiciales formales. El Estado Mexicano debe alcanzar los niveles de legalidad que exige la gobernabilidad. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC