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Mexicali y la Mexicana de Aviación

Ahora que la Compañía Mexicana de Aviación, la primera línea aérea de México, ha vuelto a volar por los cielos de nuestra patria, que sus aviones surcan de nuevo las rutas del país con su distintiva águila real estilo azteca, me reconforta ese regreso.

Gabriel  Trujillo

Ahora que la Compañía Mexicana de Aviación, la primera línea aérea de México, ha vuelto a volar por los cielos de nuestra patria, que sus aviones surcan de nuevo las rutas del país con su distintiva águila real estilo azteca, me reconforta ese regreso. Y digo que me reconforta porque la Mexicana tiene muchos vínculos con la vida de mi familia, con mis recuerdos de niñez, con la historia de mi vida.

Mi padre, Gabriel Trujillo Chacón, que en paz descanse, entró a trabajar a esta empresa en 1944, cuando contaba con 24 años de edad, y se jubiló de ella 38 años más tarde. Le tocó trabajar para la Mexicana en Mazatlán –de 1944 a 1952- y en Mexicali –de 1953 a 1982-. En todos esos años mi progenitor forjó su vida laboral como radio-operador en los aeropuertos de ambas ciudades, viendo la llegada de salida de toda clase de aviones comerciales, empezando por los famosos DC3. Su trabajo lo llevó a cabo tanto en el viejo aeropuerto de Mexicali, por la calzada Aviación, como muchos mexicalenses la llamaban, como en el nuevo aeropuerto, ubicado por la Mesa de Andrade. Mientras que para mí el aeropuerto viejo fue mi campo de juegos, uno que por años gocé sin restricciones.

Como telegrafista de esta compañía aérea, mi padre tuvo el placer –él le llamaba el privilegio- de tratar con visitantes de todas partes del mundo. Por el aeropuerto pasaban las celebridades de aquellos tiempos: cantantes, actrices, empresarios, políticos, gente de Hollywood y académicos famosos. Para mi padre, la Mexicana fue su casa de trabajo mientras que, en mi caso, me divertí en su pista contemplando el ir y venir de los aviones comerciales y privados, subiendo las escaleras de carga y de abordaje, disfrutando los pasteles de limón en el restaurante de Emma, participando en las partidas de dominó entre los pilotos locales.

Hace poco, buscando entre papeles viejos, me topé con un documento de la Mexicana, una circular que la empresa envío a todos sus empleados. Está fechada el 9 de julio de 1981 y dice: “Como ustedes saben, a partir del día primero de los corrientes entró en servicio uno de nuestros aviones DC-1015 y ayer día 8 el segundo. Este nuevo equipo está cubriendo las rutas México/Guadalajara/Los Ángeles y México/Monterrey. Por tratarse de equipo nuevo y distinto al que hesus mos venido operando, se han experimentado y es indudable que se seguirán presentando fallas y demoras que lógicamente nos hacen mucho daño. Quisiera suplicar a todos los que atienden este avión que pongan su mayor empeño para que las operaciones se desarrollen de la mejor manera posible y, al mismo tiempo, aquellos de ustedes que viajen en el avión DC-10-15, que sean tan amables de darnos a conocer sus impresiones, fallas observadas y de ser posible, sugerencias para mejorar el servicio del mismo”.

Como ven, la Mexicana no buscaba ocultar sus fallos técnicos con el nuevo avión adquirido: lo que pretendían era reconocerlos para enmendar, a la mayor brevedad posible, las molestias ocasionadas a sus pasajeros: “Nos interesa en extremo conocer su opinión y también contar con la ayuda de todos para que este equipo de vuelo adquirido a un costo sumamente elevado venga a dar mayor prestigio a la Mexicana y que podamos cumplir cabalmente con nuestro compromiso contraído con el público que nos favorece”.

El documento lo firmaba Manuel Sosa de la Vega, entonces director general de esta compañía aérea, y es una prueba de que la seguridad de los pasajeros era prioritaria para la Mexicana, que su nivel de servicio estaba a la altura de las mejores líneas aéreas del mundo en su época de oro, antes de que fuera malbaratada por políticos sin escrúpulos (Vicente Fox) y por empresarios que la llevaron a la bancarrota (Gastón Azcárraga). Pero en sus buenos tiempos, la Mexicana cubría la ruta ciudad de México-Guadalajara-Mazatlán-Hermosillo-Mexicali, mientras que la ruta hacia Tijuana la cubría Aeroméxico.

Por eso los mexicalenses tenemos un lazo fraterno con esta empresa. Porque la Mexicana es parte de nuestra historia. Esperemos que pronto vuelva a Mexicali, a una ciudad que tan orgullosa estuvo y sigue estando de ella, a una urbe que creció viendo volar sus aviones y donde nunca hubo tragedias por contar. Seguro que en próximas fechas será de nuevo parte de nuestra comunidad. Como cuando mi padre trabajaba en ella. Como cuando yo jugaba en su pista bajo el sol.

*El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua

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