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Las bodas de oro de Mexicali

Unos años antes de ponerse a recordar su propia trayectoria como periodista y hacer añoranza de las figuras de la prensa mexicalense de su generación, José Castanedo se volvió una figura en los anales de la historiografía mexicalense.

Gabriel  Trujillo

Unos años antes de ponerse a recordar su propia trayectoria como periodista y hacer añoranza de las figuras de la prensa mexicalense de su generación, José Castanedo se volvió una figura en los anales de la historiografía mexicalense. A finales de 1952 se festejaron los cincuenta años de la fundación de Mexicali, 16 años antes del simposio que fijaría la fecha oficial de fundación de la ciudad capital del estado el 14 de marzo de 1903, pues en ese 1952 se celebraba otra fecha: la del 14 de noviembre de 1902 y por ello, don José se propuso escribir y publicar una crónica de la fundación de esta urbe de frontera, dando a conocer su punto de vista sobre su origen y desarrollo en su revista Minerva. Probablemente el mayor incentivo que Castanedo tuvo para llevar a cabo tal crónica fue que la Feria Agrícola, Comercial e Industrial de Mexicali, promovida por el empresario José Ulloa González y auspiciada por la Cámara de Comercio de la capital del entonces flamante estado de Baja California, contaba entre sus actividades con los Juegos Florales del Centenario en dos categorías: la de poesía y la de crónica histórica. Probablemente don José participó en este concurso en lo relativo a la crónica histórica. En poesía la ganadora fue la poeta Aurora Reyes con su poema “Estancias en el desierto”, mientras que, en crónica histórica, el triunfador fue Armando I. Lelevier, el periodista mexicalense que nueve años antes, en 1943, publicó una historia del periodismo en la entidad. Lelevier obtuvo el premio de tres mil pesos y un diploma de honor que recibió de manos de la reina de la Feria, la señorita Cristina Durazo.

Lo que aquí salta a la vista es que la crónica histórica fue practicada, mayoritariamente, por periodistas, como el propio Lelevier, Pablo Herrera Carrillo, quien en los años veinte del siglo XX hizo entrevistas a los primeros pobladores del valle, y José Castanedo, que también tenía pruritos de historiador. Es evidenes te que a don José le interesaba ofrecer su perspectiva sobre la historia de su ciudad adoptiva. El texto que escribió lo publicó en su revista Minerva, en un número doble correspondiente a diciembre de 1952 y enero de 1953. El título de su magno reportaje era: “Bodas de oro de Mexicali 1898-1902-1952″ y abarcaba buena parte de aquel número extraordinario. Castanedo no apreciaba el año de 1902 como una fecha conveniente para la fundación de Mexicali sino que ubicaba el origen de esta población fronteriza a principios de 1898 y ese es otro motivo que lo llevaba a publicar su número especial, ya que su relato histórico le permitía aportar datos para mantener su tesis frente a la opinión pública de su tiempo.

¿Cuál era el punto de vista histórico de don José con respecto a la fundación y desarrollo de Mexicali? Indudablemente que el de un historiador aficionado que deseaba imponer su visión del pasado a como dé lugar. En las páginas de su texto vemos su interés por mostrar favorablemente la cultura tradicional, la política conservadora, los fastos eclesiásticos y las bienaventuranzas divinas. Pero si quitamos esta selva nostálgica nos encontramos con un reportaje periodístico lleno de datos curiosos, de anécdotas esclarecedoras, de personajes singulares que forjaron esta ciudad fronteriza con su empeño y trabajo. Por supuesto que no era una visión democrática de la sociedad mexicalense sino una historia que sólo veía lo mexicano y a los mexicanos como protagonistas de su fundación y evolución. Los demás participantes, como los rancheros estadounidenses, los trabajadores chinos, hindúes, afroamericanos y japoneses, los comerciantes españoles y franceses, quedaban a un lado, marginados por la óptica nacionalista que en su escrito prevalecía. A eso se agregaba que sólo lo decente, lo bien portado, caben en esta memoria sesgada de nuestra comunidad, dejando todo lo que se sale de la norma establecida sólo como objeto de vituperios y críticas, ya sean los revolucionarios floresmagonistas o la industria del vicio y el contrabando, como si estos episodios y hechos no fueran parte de la historia de esta población fronteriza. Por eso se puede decir que este relato era una crónica pía de Mexicali, un sermón periodístico donde sólo había sitio para los justos y no para los pecadores, lo que significa que la mayor parte de los mexicalenses de principios del siglo XX quedaban fuera de esta narración. Y peor todavía: en los libros de historia actuales, tales prejuicios puritanos siguen vigentes.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.


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