Policrisis: 2025, el año de Crisis Interconectadas

La “policrisis” describe la interacción simultánea de múltiples crisis que, al conectarse, amplifican sus impactos y dificultan su resolución. En pláticas del autor con el especialista Dr. Jorge Ramos, coincidimos en que el 2025 se perfila como un año en el que el mundo se enfrenta a una policrisis de proporciones no vistas.

Entre las mayores preocupaciones están las tensiones geopolíticas: La guerra entre Rusia y Ucrania continúa redibujando el mapa energético y alimentario, con el riesgo de escalar e involucrar a otros actores; en Medio Oriente, las tensiones entre Israel y Palestina podrían extenderse, desestabilizando la región y afectando la economía global.

Las relaciones entre Estados Unidos y China mantienen fuertes tensiones en materia económica, comercial y por el destino de Taiwan. De llevarse a cabo las amenazas arancelarias, podrían afectar gravemente el comercio internacional. Sectores clave como la tecnología, los semiconductores y la agricultura enfrentarían interrupciones, elevando costos para consumidores y empresas. Un incremento en aranceles no solo reduciría el flujo de bienes, sino que podría provocar una contracción económica global.

El calentamiento global ocasiona desastres naturales, como sequías e inundaciones, y eleva la inseguridad alimentaria. Los países más afectados podrían enfrentar migraciones masivas, conflictos sociales y crisis diplomáticas por el acceso a recursos. Finalmente, el contexto económico sigue siendo frágil. El endeudamiento de las naciones y la desaceleración del crecimiento global hacen que una crisis comercial o energética pueda desencadenar una recesión mundial con consecuencias sociales devastadoras.

El principal reto de una policrisis radica en las interconexiones entre estas problemáticas. Por ejemplo, un conflicto en Medio Oriente podría interrumpir el suministro de petróleo, disparando los precios y agravando la inflación. A su vez, esta situación intensificaría las tensiones sociales en países ya vulnerables, desestabilizando gobiernos y economías.

Las disputas comerciales entre Estados

Unidos y China no solo frenan la innovación, sino que amenazan con fragmentar el sistema global aún mas en bloques económicos y tecnológicos. Este “decoupling” dificultaría la cooperación internacional para abordar problemas como el cambio climático o la regulación de tecnologías emergentes como la “inteligencia artificial”.

El cambio climático, por su parte, seguirá amplificando los efectos de estas tensiones. Fenómenos extremos, como olas de calor, impactarán la producción agrícola y provocarán disputas internas y externas por recursos compartidos, como el agua.

Para enfrentar este panorama, es esencial adoptar un enfoque “sistémico” y de “complejidad” que fortalezca la resiliencia frente a crisis múltiples e interconectadas.

Resiliencia energética y alimentaria: Se debe acelerar la transición hacia energías renovables y diversificar las fuentes de suministro. En el sector alimentario, es crucial invertir en tecnologías agrícolas resistentes al cambio climático.

Multilateralismo renovado: Las crisis globales requieren respuestas colectivas. Es necesario fortalecer organismos internacionales para coordinar esfuerzos climáticos, comerciales y de resolución de conflictos.

Preparación tecnológica: La competencia por la inteligencia artificial y otras tecnologías avanzadas debe gestionarse mediante reglas claras que garanticen seguridad y equidad, evitando una fragmentación tecnológica.

El 2025 podría ser recordado como un punto de inflexión, en el que las crisis interconectadas redefinieron el sistema internacional. Pero también es una oportunidad para construir un futuro más resiliente, justo y sostenible. Enfrentar esta policrisis requerirá no solo soluciones técnicas, sino un compromiso ético y colaborativo para priorizar el bienestar global.

*El autor es Doctor en Economía, Maestro en Desarrollo Regional, asesor y consultor empresarial