El regaño de la presidenta al Edomex
Con la mirada fija, la presidenta Sheinbaum se les quedó viendo mientras terminaban su amplia presentación sobre lo bien que iba la seguridad en el Estado de México. Su cara lo decía todo: no les estaba creyendo nada.
![Carlos Loret de Mola](https://author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/elimparcial/81e2176a-691b-42e3-8ee7-a9252bc691ae.png)
Con la mirada fija, la presidenta Sheinbaum se les quedó viendo mientras terminaban su amplia presentación sobre lo bien que iba la seguridad en el Estado de México. Su cara lo decía todo: no les estaba creyendo nada. En Palacio Nacional, los dos funcionarios encargados de combatir la violencia en el estado más poblado del país hacían malabares con las cifras para endulzar la realidad.
Cuando terminaron, la presidenta les reclamó: ¿por qué no pusieron en su presentación la cifra de robo de vehículos? ¿Por qué no pusieron el dato de extorsiones? Y se arrancó a enlistar media docena de municipios —empezando por Valle de Bravo— con los que fue desarmando el discurso triunfalista de los funcionarios mexiquenses sobre el rumbo de la violencia en la entidad.
Los dos funcionarios se quedaron callados. El fiscal José Luis Cervantes y el secretario de Seguridad, Cristóbal Castañeda, quien es gente del secretario de la Defensa que entró al relevo en el Estado de México porque no dio el ancho Andrés Andrade Téllez, el secretario que inició la administración con la morenista Delfina Gómez, quien no estaba presente en la reunión.
Ante el silencio, la presidenta les pidió que no mintieran, que no presentaran cifras alegres, que fueran realistas, que de nada servía taparse los ojos con un mal diagnóstico.
La anécdota, que me revelaron fuentes de primer nivel, me sugiere que una cosa es que en la mañanera traten de pintar un país color de rosa porque así les conviene políticamente, y otra cosa es que se lo estén creyendo puertas adentro, en los despachos de Palacio en donde brotan los problemas reales. Y que el aumento en la violencia en el país —marcado por la percepción creciente de inseguridad entre los ciudadanos, que alertó la más reciente encuesta del Inegi— no es sólo problema de un estado gobernado por la oposición.
Según los datos en mi poder, no fue la primera reunión de la presidenta de México con este formato, en el que invita a las dos cabezas encargadas de la seguridad —fiscal y secretario— de determinado estado del país. Es un formato inédito. Los presidentes solían arreglar estos asuntos con los gobernadores. Ahora la supervisión es un peldaño abajo, lo cual mete presión sobre la operación cotidiana. Inédito el formato, inédita la reunión, inédito el regaño.
Es una muestra más de que no existe continuidad en la estrategia de seguridad. El fallido “abrazos no balazos” de López Obrador está muerto. No en el discurso —porque no se puede pelear la presidenta con su padrino político— pero sí en la realidad. Se ve por todos lados: la cantidad de detenidos por delitos de alto impacto, los decomisos, el reconocimiento de que en muchos lugares del país las cosas van muy mal y, sobre todo, la urgencia de mostrar una cara mucho más eficaz frente a un Donald Trump que tiene a México en la mira porque él y todo su equipo llevan años pensando que el narco está asociado con el gobierno.
- *- El autor es periodista y conductor de radio, televisión y medios digitales.
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