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Esta gente habla... Emilia Pérez

Dir. Jacques Audiard

Manuel  Ríos Sarabia

La estereotípica imagen de un mariachi cantando, el llamado de un vehículo de “fierro viejo que venda…”, la monstruosamente inmensa Ciudad de México. ¿De qué hablamos hoy y ahora? De violencia, responde la primera canción de Emilia Pérez.

Después de varios meses siendo aclamada por la crítica y galardonada con premios en Europa, la cinta de Jacques Audiard se estrenó en México ante un tremendo rechazo del público nacional, predispuesto por reacciones tan distinguidas como la de Eugenio Derbez y la creación de una parodia más deficiente y carente de comicidad que la Familia Peluche.

Resulta que en México no es bien visto que se retraten las realidades del país, la violencia, el narcotráfico, la corrupción, menos si lo hace un extranjero, con actores que tampoco son mexicanos, y peor aún, en un musical. ¡Vaya ofensa, masiosare! Así, muy pocos en realidad vieron la película, pero todos se sintieron agraviados.

La obra de Audiard no es algo común, se trata de una ópera. Basándose en el personaje incidental de una novela (Ecoute de Boris Razon), el guion fue concebido y escrito, precisamente como un libreto de ópera, en varios actos. Como tal, es un melodrama elevado, y desarrollándose en México, eso implica adentrarse al mundo desmesuradamente camp de las telenovelas. Los personajes son arquetipos, el tono estridente y empalagoso. Un temido narcotraficante decide transicionar de género, en el proceso, su consciencia también cambia, y se convierte en una mujer que busca justicia, o por lo menos paz, para las víctimas de la narcoviolencia. Esto último es parte de lo que ha generado la indignación mexicana, al retratar “sin seriedad” una herida tan abierta.

En la insipiente campaña contra Emilia, se han usado ejemplos fuera de contexto para intentar ridiculizarla. Un número musical verdaderamente absurdo, en que se canta y baila en una clínica de Bangkok, de la manera más ridícula… Esa es justo la intención, mostrar la forma en que se lucra con los procedimientos médicos, como en un supermercado. Esto se yuxtapone con la siguiente escena, que presenta en tono melodramático a un doctor en Israel que no está dispuesto a realizar las cirugías sin el debido diagnóstico psicológico previo.

De igual forma se han criticado las actuaciones, en especial a Selena Gómez, quien lejos de ser mala actriz, actúa perfectamente dentro del registro fársico requerido. En el caso de Karla Sofia Gascón (primera mujer trans nominada al Oscar), por su actuación, resulta muy fácil imaginar a Divine en el papel de Emilia. ESO es lo que Audiard nos presenta. No es casualidad que alguna vez John Waters consideró convertir Pink Flamingos en ópera.

Los mexicanos también se rasgaron las vestiduras por los acentos extranjeros. En realidad, es mucho más desagradable, ofensivo incluso, una película como María (Callas) en que un personaje real (griega), viviendo en París y conviviendo con italianos, sea interpretado por la gringísima (y muy mala) Angelina Jolie, y todos hablen en inglés.

Emilia Pérez es un logro cinematográfico y un giro radical a todo el trabajo anterior (instalado en el realismo dramático) de Audiard. No es perfecta, no es una obra maestra, pero es una farsa musical que captura de manera asombrosa el absurdo de la “surrealidad” mexicana. Acostumbrados a las rosas de Guadalupe, casos de mujeres de la vida real, y en general, la obra de Televisa, al ser confrontados con ello, los mexicanos se envuelven en la bandera, respaldando una parodia que parece salida de un salón de primaria, liderada por su maestro de música. No es posible parodiar lo que ya es una farsa por antonomasia.

“Para entender el mal gusto, es indispensable tener muy buen gusto.”

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