Regresar al (tijuanense) pasado
Quizás es el círculo en el que me muevo, pero sigo escuchando con vehemencia que “tenemos” que regresar a la Tijuana de “antes”.

Quizás es el círculo en el que me muevo, pero sigo escuchando con vehemencia que “tenemos” que regresar a la Tijuana de “antes”. Y siempre me pregunto qué significa eso.
Como una respuesta a los problemas de hoy, pretendemos que las fórmulas del pasado las resuelvan.
Muchas veces pienso que algo significa que sigamos viendo como símbolo de modernidad un par de torres gemelas que se construyeron hace más de 30 años. ¡Habiendo tantas construcciones nuevas y mucho más modernas!
Llegué a vivir aquí en 1986 y en efecto, Tijuana era otra. Ni mejor ni peor, simplemente era distinta.
Por eso me mueve a la risa, a la ternura, las aspiraciones de un puñado de viejos residentes por suspirar a que la ciudad regrese a ese pasado “glorioso”.
La Ave. Revolución, otrora símbolo del turismo, hace mucho que ya no existe como un atractivo tradicional que genere visitas con la intensidad que se pretende seguir hablando de ella. El Hipódromo, el Toreo, el Jai Alai, y para el caso, restaurantes relevantes de antaño como El Reno, Boccacio’s, La Especial, Bol Corona, Matteotis, entre muchos otros, dejaron de existir en los términos que los conocíamos y que en su momento los hizo memorables.
El mundo ha cambiado, a veces para bien y a veces para mal, y en eso nos deberíamos de incluir, pero por un ancla que no logro comprender del todo, pretendemos seguir en ésa Tijuana que ya se fue.
Creo que, entre otras cosas, que aún no hemos sido capaces de superar que no fuimos buenos para conservar los pocos vestigios que tenemos (vean por ejemplo, lo que ahora es la Preparatoria Lázaro Cárdenas en sí misma y el descuido de los restos del ex Casino Agua Caliente) y lo superamos añorando cosas que ya no existen pero manteniéndolas en nuestro discurso como si las tuviéramos enfrente.
Seguimos hablando de lugares como la 5 y 10 (¿alguien se acuerda que era una tienda?), que atrás de “Pinturas Calette” o del “Toreo” está tal o cual cosa (hoy ya con nuevas y modernas construcciones), o nuestras referencias a la Colonia Cacho (¿si sabes que hace mucho se llama Madero?) y muchas más, que nos mantienen en una Tijuana inexistente.
Quizás por ello se nos “olvida” que somos una ciudad de más de 2 millones de habitantes, que el turismo ya no es nuestra principal actividad económica (aunque siga siendo muy relevante sobre todo por la parte médica) y que prácticamente ya estamos conurbados con Tecate y Playas de Rosarito. Que el desarrollo tecnológico y la manufactura de exportación han cambiado no solo la topografía sino también la expansión de la ciudad y que ahora somos muchos más los migrantes que los nacidos aquí.
Me parece imperativo que tomemos una nueva forma de ver y tratar a nuestra ciudad y sus habitantes. Una que permita visualizarnos sin las viejas ataduras y proyectando una modernidad a la que aspiramos, pero no damos el paso definitivo para alcanzarla. Y con ello no me refiero a lo que se está haciendo en negocios o en desarrollo urbano (aspectos que creo tienen un discurso más actualizado) sino en lo que concebimos los habitantes sobre qué es Tijuana y hacia dónde vamos.
Nos falta una intensa campaña para reconocer que el pasado ya se fue y que el futuro lo estamos construyendo con nuestras acciones diarias, aún cuando parezca que Cartolandia sigue en la Zona del Río (en la tercera etapa, por cierto).
- *- El autor es un opinólogo enamorado de su ciudad.
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