Sangre, sudor y música Better Man
Dir. Michael Gracie

¿Quién, que no haya sido una chica adolescente en los noventa, aún recuerda al grupo Take That? ¿Y quién habría imaginado, que una biopic sobre un ex integrante del grupo (Robbie Williams), interpretado por un mono CGI, no sólo sería una buena idea, sino que resultaría en una formidable película?
La respuesta es que Better Man no solamente es (a lado de Rocket Man y Elvis), una de las mejores biopics musicales, sino también una de las mejores cintas del 2024.
Robert es un niño/mono en Stoke-on-Trent, Staffordshire (Inglaterra), buleado por sus compañeros de escuela, que, por la influencia de su padre, cantante de cabaret, adora a Frank Sinatra y otros crooners similares. Junto a esta idolatrada imagen que tiene de su padre, surge en el pequeño Robert una duda. ¿Tendrá él ese elemento especial requerido para triunfar? No quisiera ser un donnadie.
A la partida de su padre, que abandona el hogar persiguiendo sus reflectores, el niño se siente solo y con un inmenso agujero en su interior. Sólo desea sentir amor. La ausencia paterna, y su adorada figura, generan un sentimiento ambivalente que torturará la mente, y vida, de Robert.
En su adolescencia el deseo por ser una estrella, y escapar del gris conformismo a su alrededor, lleva a Robert a formar parte de la boyband Take That, que increíblemente, en pleno apogeo del grunge, logra obtener un éxito descomunal. Sin embargo, el ahora llamado Robbie Williams, sólo es un relleno en el grupo, el integrante rebelde que no se toma nada en serio. Esta actitud despreocupada y su, constantemente en aumento, ingesta de alcohol y drogas termina con su expulsión del grupo.
Buscando camino, Robbie conoce a Nicole Appleton (cantante de All Saints). Viven un dulce romance y… embarazo. Nicole es forzada a abortar por su management. Roto, Robbie reaviva su fuego, después de un fortuito encuentro con, el entonces amo de los charts, Liam Gallagher de Osasis. Esto lo lleva a la creación de su propia música. La estratosférica escalada de Robbie culmina con su monumental actuación en el festival de Knebworth, frente a 125 mil personas.
Confrontado con el éxito absoluto, Williams sucumbe al abuso de substancias, minando su salud mental y postrándose al borde del suicidio.
En la cinta, la cronología y veracidad de los hechos resulta maleable, después de todo, estamos viendo a un chango bailarín. Además de sus inseguridades y auto imagen mental, Williams expuso su decisión de interpretarse así: “Hay una entrega total a la maquinaria de la industria que te exige ser un robot o un mono. Yo elegí ser un mono”.
Sin tapujos, Robbie se desnuda completamente, cubierto sólo por la piel peluda de un chango, muestra todos sus defectos y manías, dejando sus heridas al descubierto para el mundo entero.
La dirección de Michael Gracie demuestra un dominio absoluto del material y del medio que está retratando. Crea un universo que es simultáneamente surreal y realista, llevando al espectador en un viaje dentro del mundo del espectáculo, una vertiginosa carrera, ascendiendo hacia lo más alto y sumergiéndose a las profundidades más recónditas del alma del cantante.
Adicionalmente, Gracie nos brinda la más épica batalla del Planeta de los Simios jamás filmada.
La cinta es una auténtica explosión, una montaña rusa emocional, de principio a fin. No cesa ni un solo instante. Siempre emocionante, siempre entretenida, siempre conmovedora. Nunca es requisito saber quién es este simio, ni conocer sus canciones, para disfrutar la historia (incluso mis padres octogenarios salieron de la sala con lágrimas en las mejillas).
Finalmente, todo es un cabaré, del cual Robbie Williams emerge como un mejor hombre, diciéndoles a todos… “váyanse al carajo”.
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