Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

Eterno retorno La La Land. Dir. Damien Chazelle

¿Para su…noveno aniversario? La La Land ha regresado a las pantallas del país, para el deleite de todos.

Manuel  Ríos Sarabia

¿Para su…noveno aniversario? La La Land ha regresado a las pantallas del país, para el deleite de todos. Ocho años después de su inexplicable “siempre no”, en los Óscares, la cinta de Damien Chazelle aún tiene algo que recordarnos.

Mucho se ha hablado ya sobre las virtudes de la cinta, las espectaculares actuaciones de Ryan Gosling y Emma Stone (quien sí recibió un Oscar por ella), el amor de Chazelle por el jazz, el cine clásico, los musicales de Jaques Demy, el cine francés, y sobre todo su intención de “salvar un arte que está muriendo y al cual no dejará que eso le suceda, mientras pueda hacer algo para evitarlo”.

El manifiesto de Chazelle fue ratificado con Babylon (2022), obra maestra sobre los albores de la industria del cine en Hollywood, que justo sería protagonizada por Emma Stone, pero debido a la pandemia, que afectó su calendarización, esto no pudo ser. Seguramente, en un universo paralelo, esta versión sí se produjo, incluso con Gosling como coprotagonista, convirtiéndose en la segunda parte de una trilogía de amores imposibles de Chazelle. Si tan sólo… Pero me estoy desviando… Dejando de lado todo lo obvio y ya discutido previamente, y si ponemos atención a personajes secundarios e incidentales, podemos oír las otras voces, que sin duda Chazelle ha escuchado innumerables veces, esas grises y desalmadas que emanan de los ejecutivos en los estudios. El novio estirado de Mia (Emma Stone) y su hermano ejecutivo, con negocios en China, comentan “es horrible ir al cine, todo es tan sucio”, y casualmente también hacen mención del futuro del canal de Panamá y el control por parte de China (tema tan actual). Cabe mencionar que esos personajes están ahí para mostrar una mentalidad conservadora/capitalista que representa todo lo opuesto a Mia y Sebastian (Ryan Gosling).

Y ese es el momento catalizador de la historia, cuando Mia llega a la comprensión, la vertiente en el camino, en que, después de los encuentros fortuitos y salidas informales con Sebastian, ella elige el arte, la actuación y el amor. Se lanza de lleno al sueño. A partir de ese punto su vestuario refleja el cambio, sustituyendo el color azul por el purpura, comunicando una nueva etapa. El romance entre los dos.

Keith (John Legend), un viejo conocido de Sebastian, es otro personaje que representa la tentación, a traves del beneficio económico, que puede alejar a las personas de la ruta de sus sueños. Sus palabras son similares a las de un ejecutivo proponiendo un negocio, una transacción desvinculada del arte. “se debe vender, hay nuevos públicos, el jazz es sobre el futuro”.

Mientras que Sebastian le explica a Mia que el jazz se está extinguiendo.

El primer indicio de que La La Land no es el cuento de hadas que parece ser, aparece durante la única discusión entre Mia y Seb, echándose en cara crueles verdades y ventilando resentimientos ocultos.

Pero lo que revela el paso de los años sobre La La Land, es su poder como hechizo metatextual, profecía auto cumplida. Como en la ficción, Mia/ Emma y Seb/Ryan, obtuvieron lo que buscaban alejando sus caminos en el proceso. Damien Chazelle emerge como un gran hechicero que manifiesta realidades con su magia. Es particularmente interesante escuchar a un grupo de chicas adolescentes en la sala, sorprenderse ante el giro de que Mia y Seb no terminaran juntos. Un cuento de hadas sin final perfecto, aparentemente… No, La La Land cuenta con uno de los finales más perfectos. Aquel que todos hemos vivido, pensar en la posibilidad de que las cosas hubiesen sido distintas, pero tener la certeza de que son como siempre debieron serlo.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí