Una lucha que no cesa
Al finalizar la última ceremonia que encabezó Andrés Manuel López Obrador en el Colegio Militar y en la que Claudia Sheinbaum Pardo, ya como Presidenta electa habló ante miles de cadetes, tuve la oportunidad de entrevistarla.

Al finalizar la última ceremonia que encabezó Andrés Manuel López Obrador en el Colegio Militar y en la que Claudia Sheinbaum Pardo, ya como Presidenta electa habló ante miles de cadetes, tuve la oportunidad de entrevistarla. Ella, una mujer nacida en el seno de una familia vinculada a la lucha social, una aguerrida dirigente estudiantil, la vomó cera de Andrés Manuel en los tiempos aciagos del fraude electoral, una militante de esas que en territorio y casa por casa construyeron Morena, una de las Adelitas que defendían el petróleo se había plantado por primera vez, a punto de ser su Comandanta Suprema, ante las fuerzas armadas.
Le pregunté cómo concebía el tránsito hacia el poder desde esa lucha diaria que había sido hasta entonces su vida. Y me respondió: “la lucha no cesa, solo se transforma al asumir la Presidencia”.
Concebir así el poder; como compromiso y no como privilegio; como la prolongación de la lucha por principios y convicciones y no como el acomodo final de quien llega a la meta, es algo que tanto con Andrés Manuel como con Claudia, transformó radicalmente a la institución presidencial.
del 2018 y al momento de ceñirse la banda en el pecho, los presidentes sentían qué, a partir de ese momento, México les pertenecía.
Con la 4ª Transformación y bajo el principio juarista de que “el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás” hoy Claudia, como también lo hizo Andrés Manuel, se pone en manos del pueblo y “ya no se pertenece”.
En un país como el nuestro, dañado tan hondamente por la corrupción neoliberal, no hay además tregua ni descanso posible cuando debe cumplirse a rajatabla con el principio de que “por el bien de todos primero los pobres”.
Decir “con el pueblo todo sin el pueblo nada” no es solo un lema de campaña; es un principio ético irrenunciable. La presidencia no es ya una posición ni para gozar de privilegios ni para repartirlos.
Hoy, en este México que se transforma, a quien el pueblo elige para gobernarlo ha de estar dispuesto a ser “el último en dormir, el último en comer, el primero en morir” tal y como decía aquella pancarta que encontré en un campamento guerrillero en El Salvador.
Gobernar es servir, gobernar es luchar sin cesar por la justicia, la paz, la prosperidad compartida. Así lo entiende la Presidenta; así han de entenderlo quienes son parte del movimiento que ha sido capaz de revolucionar en libertad, pacífica y democráticamente a México.
- *- El autor es periodista y productor, fundador de la productora Argos y corresponsal de guerra entre 1980 y 1990.
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