Ellos serán los primeros El último viaje / La última gran actuación
Esta semana se estrenaron en salas dos cintas que tratan sobre el tiempo, la finalidad, el paso de los años, la vejez.

Esta semana se estrenaron en salas dos cintas que tratan sobre el tiempo, la finalidad, el paso de los años, la vejez. Cada una aborda el tema de una manera distinta, pero ambas estudian la última vez de algo esencial en la existencia de los dos personajes protagónicos.
El último viaje es un documental testamentario de parte de un hijo a su padre. Filip Hammar está preocupado por la forma en que su padre se ha dejado decaer desde su jubilación. El padre, Lars Hammar, ya sólo pasa los días sentado en su sillón belga, sin ganas de hacer nada.
Para reencender la chispa de Lars, Filip enlista a su amigo (y co director) Fredrik Wilkingsson para emprender un viaje en auto, desde Suecia hasta la costa francesa, como lo hacía con su padre durante su infancia. La travesía empieza con un tropiezo que la pone en riesgo, por la salud de Lars, sin embargo, con esfuerzo y terapia es posible reanudar el camino.
El documental se convierte en fiel testimonio de las ganas de un hijo por ver a su padre tal como era en sus mejores momentos, de llevarlo a revivir el pasado, y de su impotencia ante la imposibilidad de lograrlo en su totalidad. También es una gran muestra de la amistad y la solidaridad que esta conlleva en los momentos importantes. Una de las secuencias más emotivas se centra en los testimonios de ex alumnos de Lars, agradeciéndole y expresando lo importante que fue él en sus vidas, con su enseñanza, comprensión y sobre todo su bondad. Un esencial recordatorio de que siempre habrá más camino por recorrer y que la vida hay que vivirla hasta el último instante.
En el caso de La última gran actuación cuyo título en inglés es La última showgirl, Gia Coppola crea el retrato más cercano al realismo que se ha visto sobre las vidas de las coristas de Las Vegas.
Shelly, (Pamela Anderson) es una showgirl en decadencia que sigue viviendo el mismo sueño de su juventud, ser parte de un exuberante y elegante show erótico de Las Vegas. El detalle es que el Razzle Dazzle, iniciado en los años ochenta, ya es un decadente espectáculo, el último de su especie en la ciudad, en un casino de medio pelo. Un dinosaurio a punto de extinguirse.
Shelly piensa distinto, ella sigue convencida de que el show tiene clase y es descendiente directo de la tradición del Lido de París.
Gia Coppola filma en 35 mm con una estética retro, brindando una sensación de documental. Las secuencias cotidianas en que vemos a Shelly y sus compañeras, una especie de familia forzada, conviviendo en su modesta casa, son de una naturalidad muy bien lograda. De no ser por los actores de alto perfil (Jamie Lee Curtis, Jason Momoa) esto podría pasar por un documental cámara en hombro.
El conflicto esencial surge con la visita de Hannah (Billie Lourd), hija de Shelly, a la cual nunca crío de forma convencional, por el contrario, la descuidó en su infancia, mientras se ocupaba de dar dos funciones por noche, dejándola en el coche con un video juego portátil en las manos.
Por momentos, el estilo de la cinta se aleja del realismo y crea secuencias que entran al terreno del melodrama e incluso del camp, como el tópico lo pide a gritos (la demencial Showgirls de Paul Verhoeven). Gia demuestra ser más que otra simple nepo baby de la dinastía Coppola, entregando una de las mejores películas del año y sorprendiendo con una actuación tan reveladora como reivindicadora de parte de Pamela Anderson ¿Quién lo habría imaginado?
A veces resulta imposible soltar el sueño de toda una vida.
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